Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el epicentro del coronavirus se ha trasladado a Europa. Aunque no se dejen engañar, la zona cero del Covid-19 se encuentra en las redes sociales y herramientas de mensajería. Twitter destaca bastante. Básicamente porque es el lugar de reunión de periodistas y cansinos. Una mezcla fascinante.
El conglomerado de Mark Zuckerbeg: Facebook, Instagram y WhatsApp, principalmente, guarda sus características y, aunque tiene su aquel, más o menos hay control del riesgo. Facebook está como muchas calles de Italia, desierto y con algunos graciosetes llamando la atención; Instagram está flojo de stories ante las restricciones de salir de casa, y hay más de uno que tiene poco de qué presumir; y WhatsApp es una concatenación de recomendaciones sanitarias sin firma. Y memes, muchos memes sin gracia.
Por eso, y pese a que las tres anteriores tienen mayor volumen de tráfico y personas, la zona cero del turrionismo y cansinismo reside en Twitter. Empezando por un servidor. Y es que entiendo que nadie se puede ir a la cama sin conocer mi opinión, faltaría más. Me he excusado de mandar a nadie a su casa, porque al contrario de lo que muchos piensan, hay ciertas personas que deben salir de casa.
Una vez descartados los bobos que salen por ocio y a hacer el ganso en grupo con otros grupos, el #QuedateEnCasa es cansino. Sobre todo por parte de aquellos que llaman a Glovo o al técnico de Telefónica si no les va internet. Que esos salgan de casa no les preocupa. Pero al margen de sentirse parte de la manada con esos mensajes precocinados, a demasiada gente le cuesta mirar por encima de su ombligo (y pantalla).
Mozos de almacén, transportistas, las cadenas de suministro, servicios públicos y quienes prestan servicios a éstos… la lista de personas que deben salir de casa con motivo se cuenta por millones. Pero ahí estamos el clan tuitero para reprochar a los demás su conducta. Desde el sofá, y en esta ocasión, literal.
MIEDO A DECIR MIEDO
Esta crisis histórica, y aquí se puede usar la palabra, no ante cada Champions del Madrid, nos lleva a tomar decisiones nuevas cada día. A los políticos, a los empresarios y a los ciudadanos. Todos estamos haciendo cosas por primera vez. Excepto, claro está, los tuiteros. Y si uno es tuitero, periodista y redicho, el pack completo. Sabe cuándo hay que pulsar el botón rojo, cómo gestionar los fondos reservados, qué hacer con la Semana Santa y, ya de paso, metemos un meme para que no nos tilden de intensos.
A todo esta gente no se le ve dudar. No hay miedo. Ni titubeos. Y si además uno es tuitero con ínfulas de tertuliano y cinco dígitos de followers, hay que buscar troles con afirmaciones polémicas. No vayan a creer los de enfrente que no sabemos meternos en charcos.
Dicho todo esto, y por no meter 600 palabras a este artículo de «jeiterismo», también hay gente aportando mucho. Lo malo es que no meten ruido, solo buenos enlaces o videos. Y claro, como no dicen que han sido los primeros en decirlo, parece que pierden empaque. Pero así es nuestra red social. Nuestro pequeño reducto de mala leche, gritos y descalificaciones. Total, si nos vamos a morir según no sé qué estadística avanzada, porque lo digo yo, no pasa nada.