Los alquileres turísticos están en pleno auge. Según Exceltur, el alquiler de viviendas turísticas ha crecido un 37% en el primer semestre del año. Una cifra al alza impulsada por los más de 36 millones de turistas que han llegado a nuestro país en los seis primeros meses del año.
Aunque esta es una tendencia que ha ido a más con el paso de los años, plataformas como Airbnb están detrás de este auge vacacional. Se ha escrito mucho sobre esta última pero no hay mejor explicación y opinión que alguien que la ha usado por primera vez. Sí. Os voy a contar mi primera experiencia en Airbnb.
El pasado fin de semana me he ido a Cáceres. Quería un lugar tranquilo, un lugar que no tuviese nada que ver con los agobios propios del verano, donde no hubiese aglomeraciones.
Hotel, hostal, pensión… al final me decanté por el Airbnb. Para él no porque ya lo había probado pero para mí era una experiencia completamente nueva. Mi primera sorpresa llegó cuando creé mi cuenta en la plataforma. Tenía un descuento de 35 euros por ser nueva usuaria.
Primera sensación, miedo
En este reportaje detallo las tres sensaciones que he sentido tanto antes como durante y después del viaje. La primera fue el miedo. Era la primera vez que reservaba con esta plataforma y, como es normal, el temor a hacer algo mal invadía mi cuerpo. Después de ver una amplia gama de alojamientos, con sus respectivas fotos, características, opiniones y prestaciones me decanté por uno. Se trataba de una pequeña casa a sólo cinco minutos de la Plaza Mayor y con todas las comodidades que necesitaba para mi estancia. Wifi, toallas, champú y aire acondicionado. Esas eran las pocas cosas en las que me fijé a la hora de elegir uno u otro.
Los gastos de gestión recaen en el huésped
Ya tenía claro el alojamiento. Para el fin de semana (de viernes a domingo), la casa me costó 120 euros (60 euros cada uno porque iba con otra persona). La cuantía subió 16 euros porque las tasas van a cargo del huésped. Sin embargo, gracias a esos 35 euros de regalo por ser el primer viaje, se nos ha quedado en 102 euros.
Después de comprobar la disponibilidad para las fechas que quería realicé el pago. Justo a partir de ese momento la anfitriona tenía 24 horas para aceptar o no mi reserva. Ese es un punto que me ha gustado mucho porque si no tienes una buena valoración el propietario puede descartar tu reserva. Al fin y al cabo te estás alojando en su casa y la mayoría no quiere meter a una persona cualquiera.
Eso era un jueves de la semana anterior al viaje por la noche. No contaba con mucho tiempo para buscar otro (aunque si fuese así reservaría el otro que me había gustado). Vale sí, todavía tenía una semana en caso de que me rechazase pero en esas situaciones los nervios te juegan malas pasadas. Llegó el viernes por la mañana. Cuando estaba desayunando me llegó una alerta de la aplicación. ¡La anfitriona había aceptado mi reserva!
En ese momento ya me podía poner en contacto con la propietaria y acordar la hora de llegada. Al contrario de lo que ocurre con otras aplicaciones de economía colaborativa, en Airbnb no te dan el número ni de la propietaria ni del inquilino. Todo se hace por el servicio de mensajería de la aplicación. Aun así, la anfitriona y yo nos dimos nuestros contactos ante cualquier duda que surgiese a cualquiera.
Todo iba bien. Se había confirmado la reserva, entonces solo había que esperar. Sin embargo, mi temor volvió en el momento que vi la cuenta bancaria. No se había efectuado el cobro (no me lo habían descontado de mi cuenta bancaria). Ante la posibilidad de que hubiese salido algo mal llamé al número de atención al cliente. Me sorprendió la rapidez y agilidad con la que solucionaron mi duda. Le comenté mi problema, di los datos que me solicitaron y al momento me dijeron que estaba todo bien y que ese retraso en el cobro era normal. Si tienes pensado reservas con Airbnb debes saber que suelen pasar unos días desde que se gestiona la reserva hasta que se realiza el pago. Fue aquí cuando comenzó la segunda sensación.
La incertidumbre
Me tranquilicé. Si la empresa me decía que todo estaba bien no tenía de qué preocuparme, pero aun así seguía sin estar tranquila. Empezó la incertidumbre.
Airbnb tarda unos días en efectuar el cobro del alojamiento
Hasta que viese en mi cuenta los 100 euros menos no iba a estar tranquila. Pasó el fin de semana y por fin pude respirar. El cobro se había realizado. Habían pasado ya cinco días – con fin de semana de por medio – desde que había hecho la reserva. Ahora sólo había que esperar que llegase el día.
Como ocurre en cualquier otro alojamiento, los inquilinos tienen que dejar la estancia a una hora determinada. En ‘nuestra casa’ era para la una del mediodía. Sin embargo había un problema. La persona con la que viajaba no volvía a Madrid. Por razones de trabajo tenía que seguir rumbo a Andalucía y yo me cogía un Blablacar.
Pleno mes de agosto y a 37 grados. Esa tarde nos podríamos morir en el centro de Cáceres. Buscando una solución mi acompañante me dijo que hablase con la anfitriona y le comentase si podríamos quedarnos un poco más en la casa (hasta las cinco de la tarde) porque sino me iba a morir con esas temperaturas en plena calle.
Lo primero que se te pasa por la cabeza es que no va aceptar. A lo mejor era su casa y aprovechaba que se iba el fin de semana para alquilarla. La verdad es que no tenía esperanza alguna en que aceptase mi proposición. Mi cara cuando la aceptó fue de felicidad. Podría quedarme hasta la tarde sin ningún coste adicional. Si alguno de los que estáis leyendo esto os frotáis las manos dejarme deciros que yo a lo mejor tuve suerte. Es posible también que si alguno de vosotros le propone algo así a su anfitrión no acepte, algo lógico y completamente comprensible.
Alegría
Llegó el momento de partir. Después de tres horas de viaje en coche llegamos a Cáceres. Una de las cosas que más me gustó – puede ser suerte – fue el trato y la atención recibida por la anfitriona. Unos días me había indicado cómo llegar a la casa pero ese día por la mañana, antes de salir de Madrid, me envió un whatsapp con la ubicación del piso. Así fue más fácil llegar.
Dejamos el coche al lado del hospedaje, un lugar del que no lo movimos en todo el fin de semana y por el que no tuvimos que pagar. A pesar de estar en el límite de las carreteras por las que se puede circular (el centro de Cáceres es peatonal) no hay zona azul.
Llegamos y allí estaba su marido. Ella se encontraba trabajando y fue él quien hizo el check in. Nos abrió la puerta, nos enseñó la casa y se mostró abierto a cualquier duda que tuviésemos. Teníamos nuestros números así que podríamos llamarnos ante cualquier imprevisto. De hecho, nos dijo que ante cualquier problema que tuviésemos o si nos faltaba algo que no dudásemos en contactar con él y vendría en cuestión de minutos.
Por suerte no hizo falta. El alquilar una casa hace que te sientas, valga la redundancia, como en tu propia casa. Pasó el fin de semana y no pudimos estar mejor. Eso sí, a la salida tienes que dejarla tal cual la has encontrado. Al contrario de lo que sucede con los hoteles, los huéspedes de apartamentos vacacionales deben dejar la casa como la han encontrado. Recogimos y limpiamos todo. Los platos limpios, la cocina, la sala y el dormitorio recogidos. Salimos, le dejamos la llave donde nos había indicado y cerramos la puerta.
Si quieres ver qué opina el anfitrión de ti tienes que dejar un comentario también
Fue justo en ese momento cuando me llegó una alerta de la aplicación. Nos preguntaba qué tal había sido la estancia y me animó a poner un comentario sobre el apartamento y el trato de los anfitriones. Quiero destacar aquí un detalle que me causó curiosidad a la par de agrado. En otras aplicaciones similares (como Blablacar) te invitan a poner un comentario pero no te obligan. En Airbnb lo hacen de forma pareja. Tanto el anfitrión como el huésped pueden ver el comentario que ha escrito el contrario, pero sólo si ese escribe uno también. Concretamente, te dice que si quieres ver qué ha escrito la otra persona sobre ti y sobre tu estancia tienes que dejar un comentario. Me ha gustado porque fomenta que las personas aporten su opinión y que los futuros anfitriones o huéspedes puedan saber cómo es la otra persona y cómo es la estancia. Y me ha gustado porque yo soy la típica persona que nunca escribo un comentario en las plataformas que uso de economía colaborativa.
Reitero lo dicho anteriormente. Puede que yo haya tenido suerte con el alojamiento y los anfitriones. En mi estancia no he echado nada en falta. Incluso tenía folletos en la casa sobre lugares que visitar y sitios en los que comer. Mis anfitriones también se mostraron abiertos a cualquier duda, nos recomendaron sitios para cenar, dónde quedaba el supermercado más cercano en caso de hacer compra y cómo movernos por la ciudad. Sí es cierto que he pasado malos ratos antes de llegar. Ese retraso en el cobro, el miedo ante qué me iba encontrar… las típicas dudas cuando haces algo por primera vez. Hoy, dos días después del viaje, no me arrepiento de haber elegido este modo de hospedaje y puedo asegurar una cosa: repetiré.