Los pocos españoles que no sienten ninguna pasión por los deportes que se practican con balón conocen al presidente de Pamesa y dueño del Villareal como “el otro Roig”. Y es que aunque Don Fernando tenga mucha más presencia mediática que su hermano Juan, lo cierto es que el timonel de Mercadona levanta más pasiones allá por donde pasa. Ambos comparten paellas dominicales, les gusta mucho su tierra valenciana, y sus detractores critican el punto de arrogancia que acompaña al clan, una generación de una saga a la que nadie puede negar haber levantado imperios corporativos made in Spain con esfuerzo, tenacidad y trabajo.
El amor por el fútbol le viene de lejos, de sus etapas mozas cuando jugaba en el colegio y perseguía el esférico sin meter mucho la pierna porque era más bien miedoso. Sus antiguos compañeros dicen que tenía cierta clase con el balón en los pies, pero desde el principio quedó claro que lo suyo eran los negocios. Fernando Roig no se considera un futbolista frustrado y es de los que marca la diferencia en los despachos y no en los terrenos de juego.
Su apuesta personal por el Villareal le han convertido en hijo adoptivo de la ciudad, una aventura a caballo entre lo empresarial y lo deportivo en la que se ha jugado su patrimonio y que le ha obligado a pedir créditos a Mercadona, 250 millones que ha devuelto religiosamente antes de que expirara el plazo. El dinero no parece ser un problema para el amo del azulejo español, que con una fortuna que ronda los 1.300 millones de euros aparece en las listas internacionales de multimillonarios.
En su entorno afirman que no tiene muchos enemigos y que posee un don de gentes innato que le ha permitido rodearse de leales profesionales de primera división en todas sus empresas. Su enfrentamiento más sonado ha sido con Florentino Pérez –otro gallo para el mismo corral– con el que mantiene una tensa relación desde hace años. Fernando Roig acusó al presidente del Real Madrid y máximo mandatario de ACS de haber agasajado a los árbitros con regalos sospechosos y desde entonces no se dirigen la palabra.
Sólo se arrepiente de dos cosas: de empezar a fumar y de no haber aprendido inglés. Uno de los peores momentos de su carrera fue cuando se produjo el descenso de su querido Villareal, que en mayo de 2012 perdió la categoría reina del fútbol español en un final dramático contra el Atlético de Madrid, con gol de Falcao incluido en las postrimerías del encuentro. Al empresario valenciano le costó mucho recuperarse y pasó varios días apartado del mundanal ruido, recluido en su fortaleza. Y es que en casa saben que Don Fernando tiene muy mal perder.
Como buen emprendedor, el “otro Roig” es visceral, pero también posee la sensibilidad indispensable para anticipar los vaivenes del mercado. No en vano es un superviviente de la burbuja inmobiliaria que se llevó por delante –además de a promotoras y constructoras – a la industria auxiliar, afectando especialmente al sector cerámico que tanta historia ha generado en la Comunidad Valenciana. En las distancias cortas apabulla a sus interlocutores, sobre todo si no le aguantan la mirada, y es un amigo de sus amigos. Y si no que se lo digan a Carlos Fabra, al que ha defendido hasta la nausea a pesar de sus escarceos judiciales.
Fernando Roig también se ha tenido que sentar en el banquillo, pero no en el de los acusados. Fue citado como testigo en el escándalo del caso Noos por haber entregado 600.000 euros al chiringuito de Iñaki Urdangarín y Diego Torres a cambio del compromiso de búsqueda de patrocinadores. No es el único jardín en el que se ha metido el empresario, que participó también en la génesis del desembarco de la Fórmula 1 en Valencia –con foto junto a Francisco Camps y Bernie Ecclestone incluida–, un proyecto que acabó también como el rosario de la aurora.
Casado con la pintora Elena Negueroles, tiene hijos y ya es abuelo. El nacimiento de su nieta Carla fue uno de los momentos más importantes de su vida y así lo demuestra siempre que puede mostrando fotos suyas que tiene en el teléfono móvil. Delegar en uno de sus hijos la gestión diaria del club de fútbol le han permitido centrarse en su familia y, sobre todo, en Pamesa convirtiéndole en el segundo grupo mundial del negocio cerámico. En España le ha comido la tostada a Porcelanosa al sumar una cifra de negocio anual de casi 1.000 millones de euros. Aun así no le quita un ojo al equipo de fútbol de sus amores, aunque es tan forofo que no le informan de los posibles fichajes por si se le calienta la boca y los filtra involuntariamente en alguna comida de trabajo.
Como buen integrante de la saga Roig, Fernando suele comentar en las entrevistas que “»el éxito en la vida llega trabajando mucho y poniendo la mayor ilusión”. Sólo así se explica el surgimiento de la fortuna familiar que nació de una carnicería reconvertida después a tienda de ultramarinos y que hoy es un ejemplo de la capacidad que existe en la economía productiva nacional. El presidente de Pamesa tiene el 9% de las acciones de Mercadona a través de Portovan S.L., firma que controla también el negocio azulejero.
Además, el empresario ha invertido en energías renovables (en la empresa Renomar) y ha hecho sus pinitos como presidente de club de baloncesto, como su hermano Juan al que entregó los trastos del Pamesa Valencia, hoy renombrado como Valencia Basket. Su sueño es tener el trofeo de la Euroliga en sus vitrinas y acompaña al equipo en sus partidos importantes. Es habitual ver a los dos Roig fundiéndose en abrazos cuando ganan, como el pasado 13 de febrero en el Martin Carpena de Málaga, cuando eliminaron al Barcelona en los cuartos de final de la Copa del Rey de la ACB, aunque dos días después perdieron contra su eterno enemigo, el Real Madrid de Florentino.
Volviendo al balompié, si a Don Fernando se le pregunta por el fichaje que recuerda con más cariño no duda en nombrar a Palermo, delantero centro argentino que en las navidades de 2001 recaló en el conjunto amarillo y que dio muchas tardes de gloria a los aficionados de El Madrigal. (hoy renombrado como Estadio de la Cerámica). Luego llegaron Forlán, Riquelme y un gran grupo de jugadores de mucha clase que elevaron al Villareal a los altares de la Champions League. Aún así, Fernando Roig suele decir que el mejor fichaje bajo su mando ha sido el de la afición, no en vano cogió al equipo con 2.000 asistentes por partido y ahora acuden más de 20.000. La mayoría de ellos han perdonado ya el pasado che del presidente como accionista del Valencia C.F.
Con 72 años de edad –dos más que el presidente de Mercadona– muchos se plantearían que ha llegado el momento de la retirada, pero los que comparten confidencias con Fernando Roig saben que ésa no es una opción que baraje el empresario. Ya ha comunicado a su gente más cercana que no va a jubilarse nunca y que irá delegando algunas responsabilidades, pero sin retirarse del todo. Mientras la salud se lo permita seguirá al pie del cañón y disfrutará de la posición de privilegio que ha logrado. Un emprendedor nato nunca se retira.