Hace más de 30 años, en la localidad riojana de Quel nació Bodegas Ontañón, una empresa familiar tras la que se escondió gran parte de los vinos que se venden en Mercadona. Interproveedor desde hace años, su negocio –compuesto por hasta cuatro bodegas pertenecientes a la DO Rioja y DO Ribera Duero– ha girado en torno al contrato de fidelidad que juró a Juan Roig. Pero el problema es que las políticas de exclusividad con proveedores ya no existen y ahora su imperio peligra.
Fuentes cercanas a la bodega aseguran que durante años Mercadona “asfixió” a la bodega con sus condiciones. Las mismas que reconocen que la empresa valenciana fomentó el crecimiento de una bodega cuya producción de vino era pequeña y que experimentó un enorme crecimiento tras el contrato con la empresa de Juan Roig pasando a capacidad para elaborar diez millones de litros, la quinta compañía que más Rioja vende.
De hecho, Ontañón vendió en 2017 a Mercadona entre 10 y 12 millones de botellas al año de Comportillo y Arteso, según medios especializados del sector. Cifras que la bodega no quiere confirmar.
Durante años, sus ganancias se han visto favorecidas por el crecimiento de Mercadona, cadena que lidera el mercado español con una cuota del 26% y algo más de 1.600 supermercados. Sin embargo, en 2018 ya se empiezan a resentir las ventas. La compañía vitivinícola alcanzó los 44,47 millones de euros, un 9,7% menos que en 2017. De estas, 41,4 millones fueron en territorio nacional (mercado en el que vende mayoritariamente Mercadona). El resto fuero ventas por exportación. Asimismo, la botella de 0,75 litros fue la más vendida generando unas ventas de 43,7 millones de euros.
Su cifra máxima la alcanzó en 2016 con 50,6 millones de euros. Desde entonces sus ventas no han dejado de caer. Por otro lado, a cierre del ejercicio, Bodegas Ontañón registró un beneficio de 2,38 millones de euros, un 24% menos que en 2017, según las cuentas del Registro Mercantil recogidas por Insight View.
SIN RIESGOS CON MERCADONA
En ese ejercicio, la bodega se las prometía muy felices al descartar riesgos de mercado gracias a su dependencia de Mercadona. “La sociedad opera en un mercado maduro y muy atomizado. Dicho riesgo es mitigado puesto que la sociedad tiene la mayor parte de sus ventas concentradas en un solo cliente, el cual está en un proceso de expansión ampliando y abriendo centros de forma continua”, según reza en la memoria auditada de sus cuentas anuales depositadas en el Registro Mercantil.
Pero incluso iba mucho más allá al mantener la misma tranquilidad con respecto al riesgo de liquidez. “La mayor parte del saldo de los créditos comerciales corresponde a un solo cliente con el que se vienen manteniendo relaciones sin incidencia desde hace más de una década y que posee una evaluación crediticia satisfactoria. Consecuentemente la cifra de ventas para eses mismo cliente representa un importe muy significativo de las ventas totales de la sociedad del ejercicio 2018”, añadió.
Pero, ¿y qué ocurre cuando dejas de ser interproveedor? Principalmente que pierdes la exclusividad y las ventas aseguradas, tal y como le ha ocurrido a otros proveedores. Aunque eso no quiere decir que Bodegas Ontañón y la empresa valenciana dejen de trabajar. De hecho, sus vinos se siguen vendiendo en los lineales de los supermercados. Cabe recordar que, en 2019, Mercadona abrió el abanico de proveedores pasando a ser ‘Totalers’. Medida que implicó que dejó de trabajar con las 120 empresas para hacerlo con 1.400 proveedores.
No obstante, el negocio de Bodegas Ontañón también contempla los ingresos por las visitas a las instalaciones de la bodega o a su museo de arte, además de las ventas de vino a terceros que no son Mercadona.