Los falsificadores han cambiado su modus operandi. Descubierta su trama y cómo durante años han introducido las mercancías en España han cambiado la estrategia. Los productos ya no entran completamente listos para la venta. Lo hacen por partes.
Según la Asociación para la Defensa de la Marca (Andema), primero llega el producto en sí, sin ningún logotipo que los identifique. Posteriormente, envían por mensajería postal paquetes con las insignias, otros con hebillas y así sucesivamente para que las aduanas y cuerpos de seguridad no los intercepten. Así, dice el Director General de Andema, José Antonio Moreno, “son más fáciles de pasar y una vez que llegan a España lo ensamblan en domicilios privados”.
Esta mayor dificultad para interceptar las falsificaciones es lo que ha provocado una caída en el valor y la cuantía intervenida. En 2016 el Ministerio de Interior ha incautado casi seis millones menos de productos y la Agencia Tributaria 40.000. Aun así, el impacto que se ha evitado por aquellos eliminados todavía considerable.
Las falsificaciones han tenido un impacto de casi 800 millones de euros
El pasado año, Interior ha interceptado 1,6 millones de artículos por valor de más de 700 millones de euros y la Agencia Tributaria 2,5 millones por valor de 77 millones de euros. Es decir, que de comercializarse habrían tenido un impacto de casi 800 millones de euros.
La comercialización de productos falsificados afecta a todos. La industria ha perdido en 2016 alrededor de 7.400 millones de euros y 64.000 puestos de trabajo. Aunque son las pymes las más perjudicadas.
Las falsificaciones afectan a todos los sectores, aunque los más atacados son aquellos relacionados con la moda. En segundo lugar, por primera vez, se encuentra el sector de alimentación y bebidas. El primero de ellos supone el 35% del total intervenido, aunque el dato alarmante viene en el segundo sector. Este incremento alarma muchísimo a Andema porque “no hablamos de una falsificación que puede desteñir o causarte un tipo de picor, sino que estamos hablando de productos que se ingieren y entran en nuestro organismo”.
Estos productos no superan los controles de calidad que tiene que pasar todas las marcas. En el caso de las cremas corporales, el reglamento de la Unión Europea contiene 300 páginas llenas de requisitos que cualquier producto de cualquier casa tiene que cumplir. Un producto falsificado que se fabrica en un taller o garaje no.
La principal consecuencia afecta a la salud de los consumidores. Enrojecimiento de la piel, eccemas e incluso alergias son algunas de las reacciones que provocan.
Consumidores, los principales culpables
Sin oferta no habría demanda y sin compradores no se fabricarían este tipo de productos. Como dice Moreno, “muchos consumidores no piensan en el perjuicio de comprar éstos” en lugar de otros legales. Lo más chocante de la práctica es que, en el caso de la cosmética, no se trata una cuestión de precio porque hay droguerías y perfumerías que venden productos más baratos que algunos de los falsificados.
Pero el consumidor también debe saber qué hay detrás. En muchas ocasiones lo saben y hacen oídos sordos con tal de hacerse con algún producto que simule una marca y le haga aparentar un mayor estatus social.
Detrás de todas las falsificaciones hay crimen organizado. Los productos son fabricados por bandas organizadas que explotan a los propios inmigrantes que venden en el conocido top manta. Y ya no solo eso, también perjudican nuestro bienestar social. Estas bandas no pagan impuestos, provocan el cierre de innumerables comercios y, por lo tanto, destruyen puestos de trabajo.
Pero esos compradores también salen perdiendo. Al hacerse con un producto falso, el consumidor está renunciando a sus derechos porque ante cualquier problema en cualquier producto, la tienda en la que se ha comprado está obligada a sustituirlo por otro sin carga en el precio. En el top manta, si el producto ha salido defectuoso el comprador no tiene a quien reclamar.
Frenar y acabar con esa práctica está en nuestras manos. Andema pide responsabilidad a los consumidores, que piensen unos segundos antes de agacharse a ver un producto falsificado y regatear con el mantero. Responsabilidad para todos porque cuanto más productos falsos se compren más se contribuye a que el vendedor no pueda salir de esas mafias. Responsabilidad también para que los pequeños comerciantes no echen el cierre, sigan generando riqueza, puestos de trabajo y así puedan seguir contribuyendo a que el país salga adelante.