sábado, 14 diciembre 2024

La arrogancia de Boeing y el terrorífico poder de los monopolios

El sistema (como lo entendemos en lo económico) está corrompido e, inevitablemente, irá a peor. Hasta ahora, se habían sucedido distintos episodios lamentables de multinacionales (desde estafas como Enron a la utilización de datos personales con fines poco éticos, Facebook), pero nunca hasta el bochornoso escenario dejado por Boeing.

La firma se ha permitido el lujo de mostrarse arrogante y evasiva pese a ser responsable, confeso, de la muerte 350 personas a comienzo de año. Una osadía calculada, a sabiendas de que no tendría costes en el mercado, que muestra la perversión en la que vive el sistema. Hasta este 23 de diciembre, más de 200 días después de los accidentes, mantenía en nómina a su máximo responsable: Dennis Muilenburg. Todavía no se han ejecutado investigaciones públicas, independientes y exhaustivas sobre lo ocurrido. Simplemente, algunos informes, casi escupidos, sobre problemas en el software.

Pero claro, la firma ha actuado así (simple y llanamente) porque puede. Boeing sigue ensamblando las mismas aeronaves que se llevaron la vida de 350 personas, sin ni siquiera una investigación real de lo sucedido. Los compradores siguen agolpados en para adquirir sus pedidos de aviones, pese a las víctimas están ahí y los problemas no se han solucionado. Incluso durante algunos meses, las agencias de vuelo de muchos países les permitían volar. Incluso pese a todo, acabará el año en Bolsa en positivo.

Lo anterior, se debe a que la fabricación de aviones es una industria monopolística. Los problemas de Boeing han disparado a Airbus, sus pedidos se han incrementado con fuerza, pero en el corto plazo es imposible que pueda abastecer a toda la demanda. Por ello, los compradores siguen necesitados de Boeing y, por eso, la compañía estadounidense no tiene problemas en cambiar la versión cada mes. La última, que para finales de año sus prototipos más vendidos ya estarían en el aire.

En un principio, el capitalismo se entendió como una estructura basada en la competencia entre empresas como mejor garantía para el usuario. Además, proporcionaba un factor diferencial respecto de otros que quisieron desterrarle, como el Comunismo Soviético, ya que en la búsqueda de esa lucha entre empresas el capital se asigna más eficientemente. Ahora, apenas queda nada de aquello. La tendencia de las compañías al monopolio, el continuo deseo de los inversores para que lo consigan y unas leyes laxas, los políticos cada vez tienen menos fuerza, han provocado esta situación.

Nuestra época, irremediablemente, será la de las multinacionales. Los avances tecnológicos han eliminado de un plumazo los postulados, que limitaban el tamaño de las compañías, de Ronald Coase. Pero cada vez será peor, puesto que la tendencia hacía los monopolios es imparable (véase a las gigantes tech). Con ello, las multinacionales campan a sus anchas y solo ellas mismas pueden ponerse los límites a la hora de actuar. Solo si entendemos esto podemos atisbar lo ocurrido con Boeing, porque no será la última.


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