Pedro Vallín se encuentra en un momento de inflexión a nivel profesional tras su reciente salida de La Vanguardia pocos días después de publicar un polémico tuit sobre la dana que golpeó a la Comunidad Valenciana.
El periodista asturiano acaba de fichar por ‘Al rojo vivo’ e inicia una nueva etapa tras 18 años ligado al diario del Grupo Godó.
-Acabas de ser noticia por tu fichaje por La Sexta. ¿en qué momento profesional te encuentras?
En un momento de transición, pero muy grato a la vez, porque ya llevo 30 años de oficio y los 18 últimos, en La Vanguardia, me han permitido ir perfilando, de forma un poco fortuita, una forma de contar la actualidad vinculando cultura pop con fenómenos contemporáneos de la política, la economía, los sucesos y hasta la ciencia, con la que me siento muy cómodo y que, inesperadamente ha encontrado un público extraordinariamente agradecido y mucho más abundante de lo que podía prever.
Esa expresión no sé si me convierte en una firma relevante, eso lo iré viendo ahora que tengo que buscar nuevos horizontes, pero desde luego me permite sentirme muy cómodo con todo lo que hago y digo, porque lo que hago se parece a lo que soy: alguien que, extrañamente, contempla los hechos de procés y piensa en Godzilla.
-¿Cómo ha surgido la incorporación a ‘Al rojo vivo’?
De forma bastante natural. Durante los días duros en que arreciaban las amenazas de muerte en redes sociales y se filtró la dirección de mi domicilio y de mi número de móvil, a la vez que La Vanguardia me comunicó mi despido, el director de ‘Al rojo vivo’, Antonio García Ferreras, a quien entonces no conocía personalmente, me escribió ofreciéndome participar en la mesa de análisis de su programa y acepté de inmediato.
Sobre todo porque me resistía a la idea de que unas cuantas cuentas trol de ultraderecha pudieran taparme la boca a base de amenazas anónimas y de montarle un escándalo al periódico. Me pareció que la televisión era la manera idónea de no desaparecer, de no entregar la cuchara, por así decir.
Por eso tampoco puse candado a mi cuenta de X ni cerré los DMs (mensajes directos), que siempre los he tenido abiertos.
-¿Ligas tu despido del diario al polémico tuit o hubo otras causas, tal y como ha dicho Godó?
El periódico ha dado su versión sobre lo ocurrido y yo prefiero no añadir nada. De La Vanguardia solo tengo que decir que los 18 años que he estado en la Grupo Godó han sido los más divertidos y fecundos de mi trayectoria laboral, en buena medida gracias a Enric Juliana, que creo haber aportado valor a la compañía abriendo la cabecera a públicos heterodoxos a los que no tenía acceso fuera de Catalunya, y que a su vez La Vanguardia siempre me ha permitido hacer lo que he querido.
Una historia de convivencia tan larga no se juzga por lo ruidoso del divorcio sino por la calidad de esa larga convivencia y, en ese sentido, solo puedo decir que de las nueve empresas para las que he trabajado en estos treinta años ha sido en la que me he divertido más y he hecho un trabajo mejor.
E incluso en las horas más tensas de este diciembre, mi relación con el diario y con todos sus responsables siempre ha sido cortés y exquisita. No es algo menor.
-Como gran aficionado a X, ¿cómo estás viendo la salida de algunos tuiteros (y medios) hacia otras redes como Bluesky?
¡Me ofende lo de gran aficionado! Diría que soy un auténtico profesional. A ver, hablando en serio, soy poco dado al «deber ser», a decirle a la gente si debe quedarse o irse. Más allá de lo que uno piense de Elon Musk o de las muchísimas cuentas troll o bots de ultraderecha que pueblan hoy el antiguo Twitter, el algoritmo está completamente roto.
La visibilización o invisibilización de mensajes en función de su contenido es muy obvia y no solo se han cargado la moderación, sino que ni siquiera el buscador funciona. Entiendo a la gente que se va y a la que se queda.
A ratos me apetece irme, y de hecho estaba pensando en hacerlo cuando surgió el escándalo con mi respuesta a una cuenta anónima. Ahora me siento tentado a quedarme más por no dar el brazo a torcer que porque me apetezca.
«A RATOS ME APETECE DE IRME DE X»
En todo caso, que lo ocurrido con esta red social desde la entrada de Musk es un desastre en cualquier término de civilización que lo analices (económico, político, social…) salta a la vista. Por otra parte, en Bluesky es más fácil ser feliz.
-¿Cómo has vivido la polémica que afecta a Karla Sofía Gascón?
Me parece un error muy tonto. A ver, yo nunca borro tuits, incluso aquellos de los que no me siento orgulloso o directamente considero un error. La razón por la que borré el de la dana es personal, tiene que ver con alguien a quien quiero y no fue respondiendo a una petición del periódico, aunque ellos fueron sinceros cuando dijeron que me lo habían pedido porque tampoco conocen el motivo.
Pero mi historial está a la vista y créeme que hay muchos tuits que son bastante más duros y escabrosos que el motivo de la polémica. Pero yo no aspiro a un Oscar ni a ser ministro, ni siquiera concejal. Karla o su agente deberían haber estado más atentos a la evidencia de que los premios de la Academia de Hollywood son un territorio mucho más delicado en el que la reputación pública es fundamental para conseguir el éxito.
«nO ASPIRO A UN OSCAR NI A SER MINISTRO»
Ahora bien, dicho esto, o precisamente por eso, yo soy la última persona que puede andar reprendiendo a alguien por lo que escriba en Twitter.
-Como promotor de los Premios Feroz, ¿cómo has vivido la filtración de un grupo de chat del jurado con comentarios sobre la idoneidad de premiar a según qué candidaturas?
Como expresidente, me debo a la actual presidenta, María Guerra, y a lo que ella estime oportuno decir o no decir sobre el particular. En todo caso, en tanto periodista diría que, como información de contexto, la discusión filtrada no tiene nada de noticioso.
Esos debates están presentes en todos los premios del ancho mundo cada vez que se conoce el palmarés, y los Feroz no han sido menos desde el mismo momento en que los creamos.
-¿Qué se van a encontrar los lectores que se asomen a tu último libro, ‘Verdades penúltimas’?
Una conversación amable y cordial entre un hombre sabio, Javier Gomá, y un diletante, yo, sobre el brete histórico, sobre el malestar de la gente en Occidente y el rebrote de pulsiones antidemocráticas.
Un librito muy breve y creo que ameno sobre los motivos que dos personas de formación y actividad muy diferente encuentran para mirar al futuro con esperanza sin caer en la ingenuidad ni en el cinismo. Me gustaría que los lectores disfrutaran de esas charlas, ante viandas y bebidas, tanto como nosotros disfrutamos de ellas.
-La última: ¿Qué fue de su agria polémica con Pablo Iglesias?
En realidad es una historia en la que algunos creen que hay algún misterio o secreto a pesar de que se desarrolló en público, en artículos e intervenciones que están ahí. Y es tan simple como aparenta: dejé de resultarle simpático cuando trató de convertir su partido, desde su retiro, en un ariete contra Yolanda Díaz porque esta no se plegó a su tutela política.
Y lo hizo defendiendo posiciones que no eran sinceras sino tácticas, como por ejemplo su intento solapado de sabotear la reforma laboral con ERC, su supuesto rechazo a la OTAN o su ambiguo posicionamiento sobre la invasión rusa de Ucrania. No pasó nada más que lo evidente.