¿Recuerdan la surrealista estampa de la cumbre del clima de la ONU (COP) del año pasado, celebrada en un petroestado (Emiratos Árabes Unidos) y presidida por el Sultán Ahmed Al Jaber, un supermagnate del crudo? La edición del presente año (COP29), sin llegar a esos niveles de incongruencia, no le va muy a la zaga: la sede, Bakú, es la capital de Azerbaiyán, un país que debe cuarto y mitad de su PIB a la extracción de hidrocarburos; y el elegido para liderar el encuentro tiene un currículum escrito con petróleo.
Se trata de Mukhtar Babayev, que el pasado viernes recibió del Estado azerí la silla presidencial de la COP29, que comenzó el pasado lunes y concluirá el 22 de noviembre. Babayev ocupa actualmente el cargo de Ministro de Ecología y Recursos Naturales del país, al que llegó después de 16 años de servicio en la compañía nacional de petróleo y gas, Socar.
Este bagaje profesional le sitúa en las antípodas de los objetivos de la comunidad internacional respecto a la lucha contra el cambio climático, que pasan por reducir al mínimo las emisiones de gases de efecto invernadero a través de la transición energética hacia formas de generación descarbonizadas. A pesar de todo, tiene la responsabilidad de supervisar las negociaciones y facilitar el consenso entre las partes, además de coordinar la agenda de la COP y dirigir las sesiones plenarias.
UNA COP EN LA ENCRUCIJADA
Lo hace, además, en una edición que debe marcar un punto de inflexión en la lucha climática, con los objetivos de reducción de emisiones establecidos en el Acuerdo de París reducidos a poco más que una utopía.
El propósito principal de las conversaciones climáticas de este año es establecer una «Nueva Meta Colectiva Cuantificada» de financiamiento climático. Esta fórmula está diseñada para reemplazar el objetivo existente de los países ricos de proporcionar 100.000 millones de dólares anuales a los países pobres para apoyar su transición verde y su resiliencia ante eventos climáticos cada vez más extremos.
No es de extrañar, por tanto, que el nombramiento de Babayev como presidente de la COP29 haya arqueado muchas cejas. Éste, sin embargo, recurre a un discurso conciliador, afirmando que las negociaciones climáticas también pueden abrir la puerta para poner fin a los conflictos. «Por favor, no olviden que de la guerra, de los conflictos, proviene una enorme cantidad de emisiones», ha dicho.
UN MERCADO DE CARBONO GESTIONADO POR LA ONU
Con todo, la COP de este año ha madrugado y ya se ha apuntado un avance diplomático: Bloomberg informa que ya se han acordado reglas para un mercado global de carbono administrado por las Naciones Unidas. Los defensores de este mercado argumentan que establecerá un estándar de oro para el comercio de emisiones, desbloqueando miles de millones en financiamiento para proyectos de mitigación de emisiones en el mundo en desarrollo. Los compradores, en su mayoría de países más ricos, podrían cumplir sus objetivos climáticos comprando créditos de proyectos que reduzcan la contaminación.
Las reglas, denominadas ‘Artículo 6.4’ en referencia a las propuestas originales del histórico Acuerdo de París de 2015, estipulan cómo los países deben intercambiar créditos de carbono a través de un mercado operado por la ONU. Estas reglas se habían estancado en años recientes debido a desacuerdos sobre su integridad, es decir, cómo asegurar que las reducciones de emisiones prometidas sean adicionales y fácilmente verificables.
En la sesión de apertura del martes, Babayev ha afirmado que un acuerdo final sobre el Artículo 6 «hace mucho tiempo que debía lograrse», calificando el compromiso como fundamental para «garantizar que proteger el planeta sea rentable». Los negociadores aún deben acordar las reglas del Artículo 6.2, que establece el marco para intercambios bilaterales.
«Al conectar de manera eficiente a compradores y vendedores, estos mercados podrían reducir el costo de implementar las NDC en 250.000 millones de dólares al año», ha declarado Babayev. «En un mundo donde cada dólar cuenta, eso es esencial».
Las NDC, o Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional, son los planes que cada país presenta para cumplir su parte en los objetivos globales establecidos en el Acuerdo de París.
Los grupos climáticos fueron cautelosos al recibir las nuevas reglas, afirmando que aún presentan «problemas significativos». Carbon Market Watch señaló que una cuestión clave es cómo los proyectos abordarían los llamados riesgos de reversión, cuando el carbono almacenado vuelve a liberarse a la atmósfera, como sucede en los incendios.
Iniciar la COP29 con un «acuerdo a puerta cerrada» establece un mal precedente para la transparencia y la buena gobernanza, ha criticado Isa Mulder, experta en políticas sobre mercados de carbono globales para Carbon Market Watch. «Si estos textos pueden adoptarse de esta manera, ¿dónde trazamos la línea?»