El huracán ‘libertario’ Donald Trump reeditará su ascenso a la cúspide política de Estados Unidos después de imponerse a Kamala Harris en las elecciones presidenciales del 5 de noviembre, algo que atañe, y mucho, a las compañías españolas con intereses en la tierra del Tío Sam, encabezadas por las energéticas Iberdrola y Repsol. Como en su anterior mandato, el neoyorquino llega con las alforjas cargadas de proteccionismo, con lo que las inversiones foráneas penden de un hilo.
IBERDROLA TEME EL PROTECCIONISMO Y LA CONTRARREVOLUCIÓN ‘VERDE’ DE TRUMP
La inquietud ya se ha hecho sentir en el comportamiento de ambas empresas en Bolsa. En el caso de Iberdrola, el título ha caído un 1,60% en la semana escasa transcurrida desde las elecciones, situándose en los 13,21 euros por acción. No es de extrañar, ya que la apuesta de la eléctrica presidida por Ignacio Sánchez Galán en EEUU es máxima y pocas cosas podrían perjudicarle más que una Administración enrocada en la versión más intransigente del America first.
La empresa de renovables Avangrid es la punta de lanza de Iberdrola en el país. El gigante del Ibex ha superado un auténtico via crucis burocrático para integrar por completo esta filial en su estructura, y la victoria de Trump ha llegado en el momento más delicado posible, cuando la operación está a punto de alcanzar la orilla.
A finales de septiembre, la junta de accionistas de Avangrid dio el visto bueno a la fusión con su matriz española, con lo que el organismo regulador de Nueva York es ya la última barrera burocrática que se alza frente a la fusión.
Los inversores dieron el ‘sí quiero’ al plan por el cual Iberdrola adquirirá el 18,4% restante de las acciones emitidas y en circulación de Avangrid que actualmente no posee. En pos de ese objetivo, ambas compañías han emprendido una larga travesía a través de la administración de EEUU, que superó su penúltima aduana cuando la Comisión de Servicios Públicos del Estado de Maine dio el OK.
La fusión entre Iberdrola y Avangrid tiene el potencial de redefinir el panorama energético en varias regiones de Estados Unidos. Con más de 3,3 millones de clientes en Nueva York y Nueva Inglaterra, la empresa combinada se posicionará como un actor principal en el mercado de distribución de electricidad y gas natural. Esta escala permitirá a Iberdrola implementar estrategias más ambiciosas y eficientes en la modernización de la infraestructura energética.
LOS POSIBLES ‘TIJERETAZOS’ DE TRUMP A LAS RENOVABLES Y LA REEDICIÓN DE UNA GUERRA ARANCELARIA CON CHINA SON LOS PRINCIPALES PELIGROS PARA LOS ACTIVOS ‘VERDES’ DE IBERDROLA EN EEUU
Por otro lado, la fusión fortalecerá la posición de Iberdrola como uno de los líderes en generación limpia en Estados Unidos. Éste es el otro apartado en el que la postura de Donald Trump podría suponer un factor de inestabilidad: es de público conocimiento que próximo presidente no cree en las energías renovables, así que los ‘tijeretazos’ a las ayudas y subvenciones en este sector están casi asegurados.
Por si eso fuera poco, una eventual reedición de la guerra arancelaria que le enfrentó con China en su anterior mandato afectaría de forma dramática a las energías ‘verdes’, ya que China es con diferencia el mayor productor y exportador de productos asociados a las renovables.
En los mercados las energías ‘verdes’ ya han empezado a caer presa de los fondos bajistas que han olfateado su caída: esta semana, los inversores que han apostado en contra de las acciones de renovables han acumulado ganancias superiores a los 1.200 millones de dólares (algo más de 1.100 millones de euros).
REPSOL, PENDIENTE DE VENEZUELA
Las preocupaciones de Repsol son otras; de hecho, se encuentran muy lejos del territorio estadounidense. Sin embargo, siguen estando sometidas al arbitrio de la primera potencia mundial y, por tanto, al de Donald Trump; prueba de ello es la caída de casi el 4% en la acción de la energética en la semana transcurrida desde los comicios.
Repsol llegó a Venezuela en 1993. En estas tres décadas, ha acumulado una fuerte cartera de activos en el país, llegando a emplear a 131 personas y gestionando importantes yacimientos de hidrocarburos, como el Proyecto Perla, Quiriquire Gas, Petroquiriquire (participada por Repsol en un 40%) y Petrocarabobo.
A este bagaje hay que sumar el último gran avance de la energética dirigida por Josu Jon Imaz en la región: el mismo día de la reanudación de las sanciones llegó a un acuerdo con la empresa estatal venezolana Petróleos de Venezuela (PDVSA) para ampliar la área geográfica de la empresa mixta Petroquiriquire. Con este negocio, Repsol calcula que su producción en el país se duplicará, hasta llegar a los 20.000 barriles de crudo al día.
Desde el escándalo de las elecciones del pasado julio, en las que el chavismo de Nicolás Maduro se autoproclamó vencedor, EEUU ha redoblado las presiones políticas y económicas sobre el país norteamericano. Una situación que tiene en vilo a la petrolera dirigida por Josu Jon Imaz, que opera en Venezuela bajo licencia estadounidense.
A priori, un Trump ‘desatado’ debería ser el mayor de los peligros para la actividad de Repsol en la República Bolivariana. Sin embargo, en las últimas semanas se ha producido un inusual acercamiento dialéctico entre ambos líderes: el miércoles, Maduro afirmó que está abierto a un «nuevo comienzo» en las relaciones con Washington, a pesar de las fricciones del pasado; entretanto, en las proximidades del recién elegido presidente estadounidense cada vez se da más pábulo a un giro diplomático como el realizado con Corea del Norte en el primer mandato, inclinándose por el deshielo y la convivencia en lugar del enfrentamiento.
Otros rumores, sin embargo, apuntan al nombramiento como Secretario de Estado del senador cubano-estadounidense Marcos Rubio, conocido por su defensa de la mano dura frente a países díscolos como Irán, China o la propia Venezuela.