A medida que se acerca la final de MasterChef Celebrity, las expectativas sobre los participantes son cada vez más altas, y los jueces, que anteriormente se mostraban comprensivos y con ánimo de ver una evolución en los aspirantes, han comenzado a expresar abiertamente su frustración y decepción. Tras nueve programas, la emoción que rodeaba a la competencia ha ido decayendo, sobre todo después de una prueba que marcó un punto de inflexión en el concurso. La sensación de que los concursantes no han logrado aprender de sus errores y que la calidad de los platos no ha mejorado como se esperaba ha calado hondo entre los miembros del jurado.
1Samantha Vallejo-Nájera también se ha pronunciado
La última prueba, una de las más emblemáticas del programa, la clásica prueba de la cinta transportadora, fue la que encendió las alarmas. Este reto pone a los concursantes bajo presión, ya que deben preparar platos rápidamente mientras los ingredientes pasan por una cinta. Se espera que los concursantes no solo dominen la técnica, sino que también muestren creatividad y capacidad para adaptarse a los ingredientes que tienen disponibles. Sin embargo, la ejecución de los participantes dejó mucho que desear. Los ingredientes pasaban de un lado a otro, pero la sensación general era que los concursantes no estaban a la altura de las exigencias del programa.
La chef Samantha Vallejo-Nájera, conocida por su sinceridad y su carácter enérgico, no dudó en calificar esta prueba como “una de las catas más decepcionantes” de la edición. Su tono de voz reflejaba claramente el desencanto ante lo que consideraba una falta de esfuerzo y de aprendizaje por parte de los aspirantes. «No puedo creer lo que estoy viendo», dijo Samantha, mientras evaluaba los platos con una expresión de incredulidad. Sin embargo, no fue la única en mostrar su desilusión. Pepe Rodríguez, otro de los miembros del jurado, también dejó claro que no se guardaría sus opiniones. «He agotado todos los calificativos despectivos posibles para describir lo que he probado», afirmó con tono serio, sin ocultar su malestar por la baja calidad de los platos.
La mayor sorpresa de la noche llegó cuando Jordi Cruz, el chef más estricto y conocido por su impasibilidad, rompió su habitual compostura. Visiblemente molesto, el chef catalán no se contuvo y expresó su enfado de forma contundente. “A este ritmo, tendríamos que plantearnos dejarlo desierto. Que no gane nadie”, dijo, lanzando un mensaje directo a los concursantes, pero también a los productores y al público. Cruz dejó claro que no estaba dispuesto a seguir tolerando un nivel bajo de calidad y que, si los concursantes no demostraban un nivel más alto, no merecerían el premio. “O demostramos más nivel, o nadie se merece ganar”, agregó, subrayando la gravedad de la situación y la falta de progreso evidente.
Este arrebato de frustración de Jordi Cruz se convirtió en el punto culminante de una serie de críticas que los jueces habían lanzado durante toda la edición, en la que los concursantes, lejos de mejorar, parecían estancados en su evolución. Lo que se suponía debía ser un proceso de aprendizaje continuo y una mejora evidente en las habilidades culinarias de los participantes no se estaba cumpliendo, y esto estaba afectando no solo a los jueces, sino también al ánimo del público y a la dinámica del programa.