El Tribunal Supremo dictaminó anteayer su sentencia sobre el procés. El fallo, filtrado a la prensa antes de tiempo, recoge condenas entre 9 y 13 de cárcel contra los líderes independentistas catalanes.
Pedro Sánchez, en modo electoral, aseguraba que no habrá indultos. Pero el independentismo más sosegado recuerda que la Generalitat tiene trasferidas las competencias de prisiones (y por lo tanto podrá fijar el grado del cumplimiento de las penas).
Oriol Junqueras y compañía también cuentan bajo la manga con la vía Estrasburgo, ya que su defensa acudirá al Tribunal Europeo de Derechos Humanos (que ha condenado en más de un centenar de ocasiones a la justicia española entre 1957 y 2017). Pablo Iglesias por su parte recordó que un Gobierno del PSOE indultó a Alfonso Armada por el 23-F.
LA MAYOR PARTE DE LA PRENSA ESPAÑOLA APRUEBA EL ‘DÍA D’
España amaneció el lunes con varias tendencias incendiando Twitter (#SpainIsAFascistState o #NoEsJusticiaEsVenganza) y el líder radiofónico catalán Jordi Basté no desayunaba mesura («la sentencia es una flatulencia suprema»).
En la derecha del dial madrileño Federico Jiménez Losantos no decepcionaba: «Es tomarnos por imbéciles, es tormanos por idiotas. ¡Qué vergüenza! No sé qué es peor, si el fondo o la forma. Qué cosa tan cochambrosa. Qué basura conceptual».
La estrella de Es Radio derrochaba una vez más humanidad y respeto: «ERC va a decidir si el gordo Junqueras adelgaza o engorda. Si le prueba el colesterol o no le prueba. En Navidad todos en casa. Y el gran caganer de este Belén, que organizará el conde de Godó en la plaza de Catalunya, será Junqueras».
EDITORIALES PACÍFICOS
Las teles, radios y diarios onlines cubrían las protestas ciudadanas que colapsaban El Prat, donde se cancelaron más de un centenar de vuelos, con vibrantes coberturas en TV3, Televisión Española y La Sexta (y ecos en la BBC, la RAI o la CNN).
La mayoría de versiones digitales del papel pedían tranquilidad. Es el caso de El País, que le pedía al soberanismo una demostración de serenidad y deseaba que «la sentencia represente contra todo pronóstico el punto de inflexión necesario para el más urgente de los acuerdos posibles: fijar la agenda política en la que esa solución deberá ir a buscarse».
El Periódico de Catalunya admitía «la consternación de una parte significativa de la sociedad catalana, no solo la independentista» y sostenía que que «el fallo no zanjará el conflicto político catalán».
«Mal harían las instituciones del Estado en pensar que la derrota de la vía unilateral y el duro castigo penal por los hechos de otoño del 2017 supone el fin del problema. Las protestas en la calle –legítimas mientras no pongan en riesgo el orden público– son el recordatorio inmediato de que los independentistas ven en las condenas otro ataque a las libertades e ideas que defienden», explican.
EL ARTISTEO SE SOLIDARIZA CON LOS CONDENADOS
Se nota que España ha cambiado en estos dos últimos años al alimón con el color del Gobierno: del sonoro silencio de la intelectualidad estatal ante los palos del 1-O a varios guiños en favor de los condenados.
José Corbacho mostraba sus sentimientos: «Muchos días tristes llevamos ya y muchos otros vendrán. Hoy es uno de esos días. La tristeza es algo individual. Puedes sentirla o no. Yo hoy la siento. Y no pienso como ellos. Ni los conozco personalmente. Pero me siento triste. Por ellos, por sus familias y por sus amigos. Y lo peor de todo, es que las cosas no van a mejorar con esta decisión«.
Bob Pop tampoco se quedaba atrás: «Actos simbólicos condenados con cárcel. No es que la realidad supere a la ficción; es que la realidad castiga la ficción». Pep Guardiola se arrimaba al toro: «España está viviendo una deriva autoritaria bajo la cual se utiliza la ley antiterrorista para perseguir a disidentes e incluso a artistas por ejercer su libertad de expresión».
Y Juan Carlos Monedero apuntaba alto: «Cuando el rey salió el 3 de octubre a marcar línea, estaba claro que el Estado iba a ir con todo. No porque fuera necesario ni tampoco democrático, sino porque convenía al bipartidismo y a la monarquía. Y con ellos, al capitalismo de amiguetes que necesita tener a los trabajadores obedientes».
CALIENTE, CALIENTE
José Antich denuncia en El Nacional «la infamia» que ha supuesto la sentencia y explica con enfado que «las movilizaciones anunciadas de los próximos días y semanas marcarán el nivel irritación y de respuesta de la sociedad catalana al atropello».
Rubén Amón en El Confidencial se hace varias preguntas sin respuesta: «¿Cuánto rechazo puede crear en el PSC un giro patriotero-autoritario? ¿Cuántos votantes pueden marcharse a los partidos de la ambigüedad (comunes, errejonismo, pablismo?) ¿Cuántos votantes de Ciudadanos, en cambio, regresarían ahora al social(posibil)ismo de Sánchez, tanto en Cataluña como fuera de Cataluña?».
Nacho Escolar dice en El Diario que la sentencia es «una condena enorme (…) Al menos el punto final de la sentencia deja sin excusas a la política para arreglar esta situación. Porque la crisis con Catalunya siempre fue política. Y política debe ser su solución».
No piensa lo mismo el exsenador socialista Jaume Sobrequés, que caldeó los ánimos días antes de la sentencia en El Punt: «Sin una determinada acción violenta, jamás Cataluña alcanzará su liberación» porque «las acciones de masas realizadas hasta hoy, siendo necesarias y modélicas, se han demostrado poco útiles».
DE PERFIL
El Español es uno de los pocos medios que no muestra ni alegría ni enfado: «Estamos ante una sentencia que hace compatible unas condenas severas -acordes a la gravedad de los hechos juzgados- con un relato de los hechos reconocible por amplios sectores de la sociedad catalana y española».
Màrius Carol se desmarcaba del periódico que dirige (La Vanguardia, que denunciaba ayer «las altas penas») y escogía recordar una frase de Montaigne: «El signo más cierto de la sabiduría es la serenidad constante».
José Crehueras, presidente del Grupo Planeta, aseguraba por su parte que «afortunadamente España es un país democrático, con separación de poderes, mi máximo respeto a las decisiones judiciales» y dejaba claro que no se plantea que su multimedia regrese a su tierra: «Desde que tomamos la decisión hasta hoy no han cambiado las condiciones, por eso no contemplamos volvernos a Barcelona».
ENFADOS
El Mundo exige firmeza al Estado: «España debe ser capaz de desmentir las falacias del independentismo que intentará colar el mensaje de que se condena a unos políticos por sus ideas y no por unos gravísimos hechos tipificados en el Código Penal».
Isabel San Sebastián en ABC admite que es lega en leyes y lamenta que «en la duda entre la firmeza democrática y el apaciguamiento, el Estado opta por esta segunda vía, como si la experiencia no demostrara sobradamente su total y absoluta inutilidad. El victimismo del separatismo será el mismo (…) No aprendemos».
La prensa deportiva demostraba que está dominada por el nacionalismo español: oigan a Manu Carreño o vean a Josep Pedrerol, dos comunicadores que aplauden cuando los deportistas sacan la rojigualda y se enfadan cuando Guardiola ejerce su legítimo derecho de utilizar la libertad de expresión.
Ana Pastor, enviada a Barcelona por La Sexta, tampoco parecía muy feliz con el vicepresident Pere Aragonès, al que le preguntó alarmada si las legítimas protestas, democracia, podía dañar al turismo, dinero. Bonita metáfora.
HECHOS LAMENTABLES
En las últimas horas hemos visto varias cafradas policiales y lamentables agresión contra una señora mayor convertida en la estrella del día por Antonio García Ferreras.
También fue lamentable la agresión que sufrió hace unos días una reportera de Telecinco, Laila Jiménez, y el desafortunado reportaje de Leyre Iglesias en El Mundo (El ‘hotel de lujo’ de los siete privilegiados de Lledoners).
Y por último hay que condenar las agresiones policiales que han sufrido Elise Gazengel (CTXT), Pol Pareja (El Diario), Jordi Mumbrú (ARA), Albert Salamé (Vilaweb) y Eudalad Martínez (RAC1) por parte de los Mossos d’Esquadra y la Policía Nacional.