martes, 24 septiembre 2024

Castlelake: los males de la inversión apalancada y sus consecuencias para las empresas y accionistas

En los últimos años, los fondos de inversión apalancados han ganado un protagonismo indiscutible en el ámbito financiero, debido a su enorme potencia de fuego. Entran en todas partes, compran participaciones de todo tipo, se hacen dueños de cualquier empresa (en España, el caso más llamativo es el de Naturgy) e intervienen de modo directo en la gestión, con un mandato primordial a la gerencia: urgencias, prisas y dividendo. No participan en las empresas para fortalecerlas financieramente y ayudarlas a crecer como prometen, solo buscan su interés, incluso a sabiendas de que este es contrario al del resto de los accionistas y que destruirá la empresa, y quieren conseguirlo en el menor tiempo posible: a sus inversores les prometen una rentabilidad desorbitada en un tiempo récord.

No participan en las empresas para fortalecerlas financieramente y ayudarlas a crecer como prometen, solo buscan su interés, incluso a sabiendas de que este es contrario al del resto de los accionistas

Las empresas en las que participan no son capaces de generar la rentabilidad que prometen, y lo saben, pero si invierten poco dinero y son capaces de recuperarlo rápido junto con los beneficios, los dígitos del retorno prometido se pueden cumplir, así que a endeudar y a correr. Mediante el dividendo que sacarán de la empresa en que invierten pagarán la deuda contraída para la inversión. Por ello, forzar a la gerencia es imperativo, porque al entrar a crédito, no con dinero propio o, en todo caso, muy poco, necesitan ese dividendo o no podrían hacer frente a su endeudamiento.

Si sus números no salen en el tiempo previsto, no dudan en sobreendeudar, malvender o liquidar la empresa, cambiar la gerencia y pisotear el interés del resto de los accionistas: es su especialidad y cualquier estrategia es buena con tal de obtener su objetivo. Actúan impunemente como si fueran los únicos propietarios, cuando nunca lo son. Participan en empresas que cuentan con multitud de pequeños inversores y familias que sí han puesto su dinero confiando en una empresa y una gerencia, que tras la entrada del fondo, deja de ser lo que era y de hacer lo que hacía.

RESUENA CASTLELAKE

Uno de los nombres más resonantes en este contexto es Castlelake, un fondo que ha extendido su presencia global con inversiones significativas. En España, en empresas del sector inmobiliario y hotelero, como Aedas y Milenium, como inversiones directas.

Castlelake irrumpió en España hace ya más de un lustro. Eran los enésimos chicos listos del mercado: Rory O’Neill y Evan Carruthers, fundadores de su fondo en 2005. Sin saber muy bien de dónde ni cómo llegaban, aparecían para comprar todo con unos modos agresivos y presumiendo de potencia de fuego. Era la época dorada del dinero al 0%. La historia financiera está plagada de inversores rutilantes que llegan, aparecen y se marchan con la misma velocidad, dejando un reguero de pérdidas a su estela. Ha ocurrido históricamente, y en casi todos los sectores.

El modelo de negocio de Castlelake, al igual que muchos otros fondos de inversión, se basa en la inversión a crédito, es decir, adquirir grandes participaciones en empresas utilizando principalmente deuda. Esto permite al fondo maximizar su exposición en un mercado determinado sin emplear grandes cantidades de capital propio. La garantía son las propias acciones adquiridas.

Sin embargo, las recientes polémicas que ha suscitado este fondo han puesto sobre la mesa con crudeza las serias dudas sobre el impacto que causan estos pseudo inversores en las empresas en las que entran, la falta de control y la impunidad con la que actúan. Y, sobre todo, el efecto en los accionistas de larga trayectoria, que estos sí han puesto su patrimonio de su bolsillo, no apalancado. Este tipo de estrategia no solo pone en riesgo la estabilidad de las empresas, sino que también erosiona el valor de los accionistas e inversores de largo plazo.

En el caso de Aedas Homes, una promotora inmobiliaria española, se ha denunciado que Castlelake ha perjudicado al resto de accionistas ejerciendo una influencia significativa en la orientación estratégica de la empresa, endeudando la empresa para maximizar ingresos a corto plazo. Esta táctica puede generar dividendo y aumentar temporalmente el valor de la empresa, pero a costa de sacrificar oportunidades de crecimiento a largo plazo. En el sector inmobiliario, donde el éxito a menudo depende de la capacidad de desarrollo a largo plazo y de una planificación estratégica sólida, este tipo de decisiones cortoplacistas puede ser particularmente destructivo.

David Martinez - CEO AEDAS HOMES
El CEO de Aedas Homes, David Martínez.

En cuanto a Milenium, una Socimi hotelera también española, la intervención de Castlelake ha introducido un enfoque aún más agresivo, ha destituido a su fundador y derogado las normas que regían la empresa, únicamente para satisfacer sus necesidades urgentes de liquidación de activos y de reducción de costes operativos, sin tener en cuenta las repercusiones a largo plazo en el valor de compañía y aún menos en el perjuicio creado al resto de accionistas y a la imagen de marca de la compañía. Esto pone de manifiesto una desconexión entre los intereses del fondo y los intereses de los accionistas de la empresa.

La acuciante presión de los fondos apalancados repercute de manera directa en la gestión de las empresas en las que invierte. Para satisfacer las demandas de sus acreedores y mantener su rentabilidad, tienden a tomar decisiones que pueden ser perjudiciales a largo plazo, tanto para la salud de la compañía como para los accionistas que ya formaban parte del capital social antes de la intervención del fondo.

Pero ahora, se enfrentan a un problema que suele ser definitivo para estos fondos especulativos: los tipos de interés, que han experimentado el pasado ejercicio su mayor subida de todos los tiempos. Al estar tan apalancados, los costes de financiación le han aumentado considerablemente, lo que presiona al fondo para obtener rentabilidades rápidas y mayores. Si no, no podrán hacer frente a sus covenants o garantías financieras con sus prestamistas.

En el caso de Castlelake, esto ha provocado que llegue Brookfield, un fondo de capital con una estructura financiera mucho más sólida, a intervenir para intentar rescatar la situación. Brookfield ha tenido que inyectar unos 1.500 millones de dólares (unos 1.400 millones de euros) a la gestora estadounidense Castlelake a cambio del 51% de sus ingresos por comisiones de gestión. Brookfield, un fondo de verdad, con más de 100 años de vida y cientos de miles de millones de dólares bajo gestión. Tendrá el control accionarial, aunque, de momento, mantendrá la estructura de Castlelake.

Los accionistas de Aedas o Milenium tienen que estar ‘encantados’ de que Brookfield tome el control y olvidarse del inversor que tantos cambalaches las ha causado, incluyendo cruce de demandas que han tenido que ser retiradas, está, a su vez, envuelto en un problema societario de vida o muerte.

Este tipo de problemas ya ha emergido antes, como en el caso de Global Infrastructure Partners (GIP) y su participación en Naturgy, que tuvo que ser parcialmente adquirida por BlackRock debido a las tensiones financieras derivadas del apalancamiento. GIP, un vehículo inversor que se autoproclamaba “Fondo de infraestructuras”, que en realidad era otro fondo a crédito.

Quizá el aspecto más preocupante de la operativa de fondos como Castlelake es el daño que causan a los accionistas ya presentes en las empresas donde invierten y que nunca son reparados. Para satisfacer sus propios compromisos financieros, los fondos apalancados priorizan su retorno urgente. Si para ello hay que acometer operaciones como la venta de activos sin optimizar su valor o la restructuración operativa, sin evaluar el impacto que estas decisiones tendrán sobre el valor de la empresa en el largo plazo, se hace. Lo primero es obtener dividendo para el pago de su deuda, o se ejecutarán sus covenants, ¿pero ¿dónde quedan los intereses de los verdaderos inversores y accionistas y quien los defiende?

Los accionistas de Aedas o Milenium tienen que estar ‘encantados’ de que Brookfield tome el control y olvidarse del inversor que tantos cambalaches las ha causado

En el caso de Aedas, por ejemplo, los accionistas han visto cómo los planes de desarrollo inmobiliario a largo plazo se han truncado por la presión del fondo, que busca una monetización más rápida. Esta estrategia sacrifica el valor que se habría generado si la compañía hubiera tenido la libertad de seguir su propia trayectoria de crecimiento.

¿Qué ocurre si un inversor de largo plazo en una compañía contempla cómo entra un inversor apalancado, desmantela la empresa y posteriormente, se ve obligado a vender toda su participación por no poder hacer frente a sus compromisos?

Las recientes subidas de tipos (tendencia que ha finalizado en los últimos meses, sin embargo), han convertido el entorno económico en un verdadero campo de minas para fondos apalancados. La resaca de los tipos no es inmediata: de la misma manera que están sufriendo ahora las subidas del año pasado, habrá que ver si tienen capacidad de aguante hasta que lleguen los efectos de las incipientes bajadas en el precio del dinero a ambos lados del Atlántico.

En definitiva, la inversión apalancada de fondos como Castlelake plantea serios interrogantes sobre la legalidad y sostenibilidad de su modelo de negocio y sobre su impacto en las empresas y los accionistas. Esto no es algo nuevo. Parecía que la crisis financiera de 2008 acabaría con las inversiones ficticias, pero las bajadas del precio del dinero hasta colocar los tipos de interés a corto en negativo, tanto por parte del Banco Central Europeo como de la FED, volvieron a disparar este tipo de instrumentos inversores y de operativas, toda vez que el acceso al crédito era más fácil que nunca, pero más de 15 años después la historia se repite sin control y con las distorsiones ya citadas y sufridas en el pasado.


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