No es ningún secreto que entre Albert Rivera y Mariano Rajoy jamás ha existido una química extraordinaria. Tampoco es que su conexión fuera especialmente desagradable. La realidad es que, a día de hoy, ambos mantienen simplemente una relación correcta, como debe ser la que se espera entre un jefe de Gobierno y el líder de la principal minoría parlamentaria -y de momento la única- dispuesta a apoyarle.
«Pertenecen a dos generaciones diferentes, con el ‘gap’ que ello conlleva, y lo que es más importante, a dos culturas políticas diametralmente opuestas», reconoce uno de los miembros de la Ejecutiva ‘naranja’ más cercano al político catalán. Pero al menos, políticamente, su relación es fluida. Con el ya exsecretario General del PSOE las cosas rayaban, prácticamente, el insulto personal. El propio Rajoy lo ha reconocido en varias ocasiones, tanto en privado como en sede parlamentaria: «Con Rivera al menos se puede hablar». Con Sánchez era imposible. Y eso que los comienzos entre ambos políticos, hoy aliados, no fueron buenos.
Algunas agrupaciones del PP están ‘opando’ a dirigentes de Ciudadanos para que se incorporen a sus filas
No quedan tan lejos aquellos tiempos en los que el recién reelegido presidente del Gobierno despreciaba a Rivera, negándole las entrevistas que el entonces líder de ‘Ciutadans’ le pedía en Moncloa y remitiéndole a Alicia Sánchez-Camacho, responsable del PP de Cataluña. En palabras de un fontanero presidencial, «le trataba como un dirigente político regional, de segunda división».
Pero el cuento, como se sabe, ha cambiado. Mucho. Tras un año de interinidad política en España, con intentos de acuerdos a varias bandas y combinaciones múltiples, algunas más verosímiles que otras, y solventado ya por fin el ‘sudoku’ parlamentario, lo cierto es que, le guste o no al Partido Popular, legislativamente, está en manos de los hombres de Rivera. 32 diputados vitales para sacar adelante cualquier proyecto de ley, comenzando por los propios Presupuestos Generales del Estado para 2017 y que harán sudar tinta a los de Rajoy.
Para Ciudadanos ‘lo mollar’ es ayudar al Gobierno a cumplir sus compromisos con Bruselas y evitar las posibles sanciones, pero sin comprometer los cinco mil millones en los que se estima el coste de las reformas ‘sociales’ que exigen los centristas. Cuestiones como la lucha contra la corrupción, comisión de investigación sobre la financiación del PP incluida o la reforma de la Ley de Contratos del Estado, además de la exigencia a los beneficiarios de la ‘amnistía fiscal’ de Cristóbal Montoro de que hagan efectiva la diferencia entre el 3 por ciento ingresado y el 10 por ciento exigido tras la firma del acuerdo PP-C’s, harán saltar chispas entre las dos bancadas.
La reforma del Impuesto de Sociedades en el sentido impuesto por los dos gurús económicos y fiscales de Rivera, Luis Garicano y Francisco De la Torre o cuestiones ‘menores’ pero que igualmente suman, como un plan de lucha contra la pobreza infantil irán también al ‘debe’ del balance de la relación entre ambas formaciones. No parece fácil, en suma, el día a día parlamentario de esta nueva legislatura. “Será una tortura”, reconoce un miembro de la dirección del grupo popular.
La relación entre rajoy y Rivera es cordial. Asumen que, por ahora, están condenados a entenderse
Esto es lo particular; lo urgente. Con carácter más general, el PP y Ciudadanos están condenados a llevarse mal porque compiten por el mismo público. Así de simple. Las próximas y sucesivas convocatorias electorales -las que vayan tocando- servirán como ‘prueba del nueve’ de si el PP recupera el apoyo social -a costa de Ciudadanos básicamente- que parte de las clases medias, auténticas paganas de la crisis, le retiraron en diciembre de 2015 o el partido naranja sigue arañando espacio electoral. Si la recuperación económica se consolida, parece más probable lo primero que lo segundo.
A ello hay que añadir que en algunas provincias, sobre todo castellanas, dirigentes provinciales de Ciudadanos empiezan a percibir ofertas, ‘tentaciones’, ‘cortejos’, de los responsables del PP en aquellos predios para que los ‘cuadros’ locales naranjas se pasen con armas y bagajes al partido ganador. O vuelvan a él, en algunos casos, porque de él provenían. “Son auténticas ‘opas hostiles’ que buscan descapitalizarnos humanamente en circunscripciones en las que la Ley D’Hont nos podía dar escaño y quitárselo a ellos”, resume un dirigente madrileño cercano a Rivera. Otro motivo para que ambos partidos no lleguen nunca a alcanzar un trato especialmente idílico.
La caótica situación en la que se encuentra el PSOE y la especial virulencia con la que Podemos ha arrancado su labor de oposición –que algunos califican ya de ‘gamberra’- en esta nueva legislatura, hace prever un incremento del miedo -puro y duro- entre un sector no desdeñable de la sociedad española que preferirá seguir otorgando un voto útil e ‘institucional’ al partido de Mariano Rajoy, lo que dejaría a Ciudadanos cada vez más arrinconado y con menos espacio.