El Concello de Viveiro atesora una buena cantidad de playas gallegas donde se puede disfrutar de la naturaleza y la historia. Estas playas no solo ofrecen paisajes impresionantes y tranquilidad, sino que también permiten conectar con la rica herencia cultural de la región. Viveiro es el destino ideal para quienes buscan una experiencia auténtica en Galicia.
1Un naufrago histórico en una playa Gallega
La terrible noche del 2 de noviembre de 1810, una fuerte galerna acabó con parte de la flota de la Expedición Cántabra. Tras combatir al todopoderoso Napoleón Bonaparte y reconquistar Gijón, la fragata Santa María Magdalena y el bergantín Palomo se dispersaron y naufragaron debido a los franceses y al mal tiempo. Los historiadores calculan que perecieron unos 550 hombres. A medida que el mar devolvía los cuerpos a tierra, fueron enterrados en la playa de Area y en sus alrededores para evitar la propagación de infecciones.
Restos del naufragio adornan algunos rincones de la ciudad gallega: cañones en el Parque de Pernas Peón, junto a la playa de Covas, y anclas en varias plazas del casco urbano y en el monumento de Os Castelos. El naufragio, que ocurrió durante una fuerte galerna en 1810, quedó fijado en la memoria colectiva a través de poemas y romanceros populares de la época. Estos elementos históricos no solo embellecen la ciudad, sino que también preservan el recuerdo de aquel trágico evento en la historia de Galicia.
Dime, bergantín Palomo,
¿dónde fue tu perdición?
En la ría de Viveiro
al toque de la oración.
Di fragata Magdalena,
¿qué mal viento te dio el mar?
Todos los vientos son buenos
si Dios no da tempestad.
De arenas blancas en la región Gallega, forma perfecta de concha y un kilómetro y medio de extensión, la playa de Covas se ubica en el fondo de la Ría de Viveiro, lo cual hace que en ella se pueda disfrutar de aguas muy tranquilas. Y si bien se trata de una playa urbana, con su paseo marítimo, sus jardines, sus áreas de picnic, sus instalaciones y su ambiente, la existencia de un complejo de dunas en sus aledaños le da cierto aspecto natural.
Desde la parte más occidental de la playa Gallega, no pasan desapercibidas una rocas puntiagudas que sobresalen del mar. Salpicadas por la vegetación y con gaviotas como asiduas visitantes, esos peñascos pizarrosos son los únicos testigos del episodio histórico del naufragio de cuyo recuerdo da fe un monumento de mármol blanco. Cuando baja la marea, los niños se aventuran hasta el primer roquedo, indiferentes a la tragedia que se vivió en aguas viveirenses. Es lo que tiene el verano, y la memoria.