Una startup es una empresa de reciente creación, basada en las nuevas tecnologías y con un concepto innovador o disruptivo dentro del mercado en el que actúa. Estas características facilitan un rápido crecimiento. En primer lugar, por ese carácter rompedor que aporta una solución novedosa a un problema. En segundo lugar, por ser corporaciones de base tecnológica, lo que permite repicar el modelo a otros países con cierta facilidad, favoreciendo una rápida expansión internacional. Características, en definitiva, que enamoran a los inversores, que ven en este tipo de compañías al próximo Facebook. Pero, en la mayoría de las ocasiones, el nuevo Facebook no llega.
Según un informe elaborado por Spain Startup tan sólo una de cada diez corporaciones de este tipo prolonga su vida más allá de los tres años. Las razones del fracaso pueden ser infinitas: desde un plan de marketing mal ejecutado, hasta la aparición de otro player que resta cuota de mercado. O, incluso, planes de negocio mal planteados desde el inicio. Premisas básicas sobre las que calculaban unos retornos de inversión, cuando dichas premisas eran erróneas desde el inicio.
Aquí van algunos ejemplos que certifican que el crecimiento de una startup puede ser tan exponencial como su caída. Empresas que hace unos años estuvieron en boca de todos, y que hoy por hoy ni existen.
Startups que lo tuvieron todo. Y hoy no son nada.
La moneda virtual BitCoin está en boca de todos. Sin embargo la falta de regulación está acabando con muchas propuestas que levantaron el interés de inversores y medios. BitLendingClub es una startup búlgara que, en el año 2014, era capaz de cerrar una ronda de financiación de capital semilla de más de 200.000€. Hace unos meses anunciaba su cierre, ante la mencionada falta de regulación.
Existen casos mucho más sorprendentes, como el del marketplace Buildzar. Un ecommerce cuya actividad principal era la venta de material de construcciones desde empresas a particulares. En menos de un año ha conseguido recaudar cuatro millones de dólares, y anunciar su cierre. Todo un récord (negativo).
En España también hay sonoros fracasos. Uno de los casos más conocidos es el del gurú del emprendimiento Pau García-Milà. En el año 2014, Telefónica adquiría la plataforma de escritorio virtual eyeOS, fundada por García-Milà. El objetivo era reforzar los servicios cloud basados en software libre. Concepto que, como tendencia, nadie discute. Sin embargo, no supieron rentabilizarlo, como reconocía a Europa Press el director de innovación de Telefónica, Gonzalo Martín Vila.
La empresa se mediatizó, entre otras cuestiones, por la precocidad de sus fundadores. Marc Cercós y el propio García-Milá fueron capaces de vislumbrar, con 17 años, tendencias tecnológicas que hoy día son incuestionables. Con el mérito de hacerlo en el año 2006.
Varios premios internacionales y acuerdos con IBM acrecentaron la fama de una empresa que hoy no existe. En el año 2012 Cercós reconoce en unas declaraciones al blog especializado Tecnolomía que no está de acuerdo con el rumbo tomado por la compañía.
También muestra sus desavenencias con la otra mitad de eyeOS (García-Milá), llegando a reconocer que influyeron «bastante» en su decisión. Me cabrea que la gente piense que tiene que ver con que él era la cara pública y yo no. Incluso en eyeOS se han quedado con esa imagen. No es cierto. Nunca me interesó dar conferencias ni salir en la tele, soy una persona de producto, me interesa crear cosas. La relación con Pau se complicó, fue un tema de pérdida de confianza», reconocía.
Recaudar 35 millones y desaparecer
Otro caso muy mediático es el de la red social Secret. Un entorno en donde el usuario era completamente anónimo. ¿Es posible recaudar 35 millones de dólares y cerrar en menos de un año? Su propio CEO y cofundador David Byttow lo confirmaba en sus perfiles sociales a mediados de abril del año pasado. Anunciando también que devolvería el dinero recaudado.
Este tipo de sucesos también han sido protagonizados por las multinacionales más importantes del planeta. El caso más llamativo es el de Coca-Cola, que hace cuatro meses anunciaba el cierre de su aceleradora de startups. Sus planes de negocio pasaban por expandirse desde EE.UU. a Berlín y Estambul.
Sin embargo, apenas logró financiar a unos doce proyectos, a lo largo de sus tres años de vida. Reconociendo posteriormente su incapacidad para dar continuidad a las ideas, tras el empujón inicial. Según fuentes cercanas a la organización, las startups planteaban un ritmo de crecimiento y una flexibilidad organizativa que Coca Cola no podía asumir, ni sabía gestionar.
La marca de bebidas cuenta con una serie de procesos internos que se alejan bastante del ámbito tecnológico. Siendo este otro de las claves del fracaso. Muchos analistas norteamericanos se han preguntado por qué la marca no se ha centrado en lo que sabe hacer (bebidas), en lugar de dejarse llevar por la moda de las tech-startups, con las que, en realidad, no tenía ninguna experiencia.
Más casos españoles
EsLife reunía a particulares sin tiempo de buscar profesionales de la limpieza. Una startup que llamó la atención de Lanzadera, el famoso programa de aceleración promovido por el Presidente de Mercadona. En este caso, faltó previsión a la hora de dar de alta en la Seguridad Social a los trabajadores que se apuntaban al portal. Logró financiación pública y privada cercana a los 800.000 €. Hoy, no existe.
Y un último ejemplo español. Sin duda disruptivo, pero ¿quizás demasiado? Apparcando nacía con el objetivo de que los propietarios de un garaje rentabilizaran las horas en las que no estaban utilizando sus plazas. En la aplicación aparecían esas plazas privadas que se encontraban disponibles, de manera que un usuario podía aparcar ahí con precios mucho más bajos que acudir a un parking público.
El modelo, simplemente, no ha sido capaz de captar la atención de los usuarios, de manera que a finales de 2016 dejaba de operar. La web está ya inhabilitada, y no hay rastro de Apparcando.