El aumento de la prevalencia de la obesidad en todo el mundo, debido al aumento en la ingesta de comida y al sedentarismo, ha impulsado una amplia investigación para mejorar la comprensión de este fenómeno. Un foco principal de esta investigación es la contribución de comer en exceso, que puede producir un balance energético positivo y resultar en aumento de peso corporal. Se han estudiado mecanismos homeostáticos involucrados en la promoción e inhibición del comportamiento alimenticio, incluyendo aquellos relacionados con hormonas intestinales (por ejemplo, grelina, colecistoquinina, insulina y leptina) y la actividad neuronal en las regiones cerebrales relevantes. Además, los investigadores han observado cómo el comer hedónico, que es comer basado en el placer más que en las necesidades energéticas, afecta los mecanismos neuronales asociados con la recompensa y tal vez perpetúa este tipo de conducta alimentaria. Esta línea de investigación ha arrojado hallazgos algo sorprendentes. La superposición neuroquímica entre los efectos de comer en exceso alimentos altamente palatables y la adicción a las drogas, como el alcohol y la cocaína. La evidencia de estudios clínicos apoya el concepto de adicción alimentaria, lo cual podría tener implicaciones importantes para entender los patrones de comer en exceso. Aunque los sistemas fisiológicos homeostáticos y hedónicos se describen a menudo como contrastantes, uno de los propósitos principales de la revisión actual es discutir los datos emergentes que sugieren fuertes interacciones entre los dos sistemas. Además, proporcionamos datos de estudios preclínicos y clínicos para evaluar la posible evolución de la recompensa de los alimentos a signos de inocuidad de los alimentos.
Este ha sido el objetivo del estudio del Centro Mente, Cerebro y Comportamiento (CIMCYC) de la Universidad de Granada (UGR), que ha constatado en un estudio que el sistema de recompensa cerebral de las personas obesas muestra una mayor activación ante un estímulo de comida que ante una recompensa económica.
En un trabajo publicado en la revista Human Brain Mapping, los investigadores emplearon la técnica de resonancia magnética funcional para evaluar el comportamiento del circuito de recompensa cerebral (unas regiones del cerebro relacionadas, entre otras cosas, con la motivación, el deseo y el placer) en personas con obesidad, sobrepeso y peso normal, mientras realizaban tareas relacionadas con alimentos y dinero.
Es bien conocido que cuando las personas con exceso de peso observan imágenes de alimentos con altos contenidos en grasas y azúcar, presentan una mayor activación del circuito de recompensa cerebral. Pero hasta ahora, poco se sabía sobre si otro tipo de estímulos más genéricos, como puede ser el dinero, también provocaba el mismo efecto en este tipo de población.
Para llevar a cabo esta investigación, sus autores trabajaron con una muestra formada por 21 adultos con obesidad, 21 con sobrepeso y 39 con un peso normal. A todos ellos se les presentaron una serie de imágenes de comida, algunas más apetitosas que otras (ej: hamburguesa y fruta), y se les preguntaba cuánto dinero estarían dispuestos a pagar por ella.
También se les realizó una prueba en la que debían apretar un botón cuando vieran aparecer una estrella en la pantalla, y se les avisaba de que si acertaban recibirían una recompensa de 2, 5 o 10 euros.
Azúcares y grasas
Los resultados obtenidos han replicado otros estudios previos, y muestran que un mayor índice de masa corporal (IMC) se relaciona con una mayor actividad del circuito de recompensa cerebral al observar imágenes de comida con altas cantidades de azúcares o grasas.
Por el contrario, durante la realización de la tarea donde se podía obtener dinero, las personas con sobrepeso, y no con obesidad, son las que presentan una mayor activación del circuito de recompensa. Cuando se alcanza un determinado umbral, entre valores de IMC de 27 y 32, se produce una disminución en la reactividad evocada por la expectativa de obtener el dinero, mostrando las personas con obesidad patrones neuronales similares a las personas con peso normal.
“Estos resultados apuntan hacia la necesidad de ampliar el objetivo de las intervenciones más allá de la reacción cerebral que puede provocar la comida, incluyendo otro tipo de estímulos. Además, sería adecuado realizar intervenciones específicas diferenciando entre personas con obesidad y sobrepeso, puesto que muestran patrones cerebrales distintos”, explican dos de los autores de este trabajo, Raquel Vilar y Juan Verdejo.
A la luz de los resultados de este trabajo, el objetivo de las intervenciones con las personas con sobrepeso, que muestran una alta motivación ante cualquier tipo de estímulo, podría ir encaminado a disminuir esta reactividad general, según explican los investigadores.
“Sin embargo, con las personas con obesidad que sólo muestran una mayor reacción cerebral ante los alimentos, un posible enfoque terapéutico puede ser el de estimular su sistema de recompensa cerebral con otro tipo de reforzadores, para lograr con éstos una reacción cerebral similar a la que provoca la visualización de comida, de modo que no sea el estímulo dominante”, apuntan Vilar y Verdejo.