El mes de agosto es propicio para leer, ver películas y series, escuchar música o echar un rato delante del televisor. Desde MERCA2 vamos a recomendar a los principales directivos de las empresas que operan en España algunas sugerencias para tener un verano más entretenido. En algunos casos, incluso, pueden extraer buenas ideas para el futuro…
Circunscribir las peripecias de Josep Maria Bartomeu a lo largo de sus años como máximo dirigente en Can Barça en una sola obra (sea libro, película, documental o si se prefiere sinfonía) es una hazaña que podría empequeñecer la del mismísimo Sísifo. El dirigente catalán evoca en su mandato una de las grandes escenas de la historia del cine que nos regaló ‘Los Hermanos Marx en el Oeste’, capaz de quemar su propio tren en una carrera absurda, también los grandes vicios contables que se relatan en la oscarizada ‘Inside Job‘ o en ‘La Gran Apuesta‘ (en versión papel o gran pantalla, eso al gusto de cada uno). Además, de no olvidar su más que afable relación con la prensa catalana, que trae a la mente ‘El Director’, o como culmen final (que llegará) el hundimiento, como si del Titanic se tratase.
Bartomeu llegó a la presidencia del Barcelona en un momento tan dulce como complicado, por lo que venía después. Era finales de enero de 2014, y el anterior equipo directivo había conformado una plantilla para aspirarlo a todo. De hecho, seis meses después los azulgranas se alzaban con el triplete (otro más) y uno más tarde era reelegido como máximo dirigente del club, los socios refrendaron unos éxitos que para ser justos no le correspondían a él y si a sus antecesores. Pero del pasado no se puede vivir eternamente y ahora le tocaba a él conformar su propia plantilla para seguir cosechando éxitos.
El plan inicial era sencillo, al igual que los Bulls de los 90 u otras grandes plantillas que han sobresalido en la historia, no hacía falta innovar demasiado. Se decidió, simplemente, implementar un par de piezas que reforzaran el grupo, lo que supuso la llegada de Arda Turán (el primer gran fiasco de la era Bartomeu), Aleix Vidal y algunos canteranos. La temporada se saldó satisfactoriamente para el club, firmó un doblete de Liga y Copa, salvo por el detalle de que el campeón de la Champions League fue el Real Madrid. El ascenso al Olimpo europeo del gran rival, la segunda vez en un par de años, provocó que un escalofrío recorriese la espalda del presidente, cuya respuesta fue: redoblar el esfuerzo económico, incluso si eso suponía cambiar los estatutos del club. Aunque sin ser consciente realmente de la espiral de locura en la que se vería envuelto.
El Barça pasa de gastar en la 2015/16 unos 50 millones euros a 125 millones en la siguiente, con ello, cierra la temporada con otro doblete que sabe de nuevo a poco o nada una vez el Real Madrid levanta su segunda orejona consecutiva. Además, si bien hacía un año se pensaba que se habían alineado los planetas, en la siguiente el club blanco mostró cierto poderío en fechas y lugares claves. Por último, las tensiones dentro de la plantilla eran insostenibles, la presencia de Xavi calmaba unos egos que tras su adiós se exacerbaron, que acabó con la salida ese verano de Neymar.
Si en dos temporadas anteriores se había gastado 175 millones, de cara a su tercer envite el Barça de Bartomeu invertiría hasta cerca de 370 millones de euros (150 más de los que recibiría por Neymar). El resultado volvió a ser el mismo («si buscas resultados distintos no hagas siempre lo mismo» que decía Einstein): un nuevo doblete de los azulgranas eclipsado por el tercer entorchado europeo del Real Madrid. Se habían cambiado piezas, se habían gastado más de 550 millones de euros y el resultado no había cambiado, aun así, se pensó que las nuevas estrellas Dembelé y Coutinho necesitaban más tiempo y por ello los fichajes fueron de un perfil más bajo (aunque se gastaron otros 130 millones de euros).
El plan parecía tener sentido a medida que el Barcelona se acercaba a su meta, con el Madrid hundido y un marcador de 3-0 rubricado por un golazo de libre directo de la que ha sido la gran esperanza de Bartomeu en sus años de mandato, Lionel Messi. Un momento de euforia que tumba el Liverpool en una machada que ya forma parte de la historia de la Champions y se suma a la lista de vergonzosas expulsiones del Barcelona de la máxima competición europea (Turís, Roma y Liverpool). Incluso iría a peor, ya que el Valencia es capaz de arrebatar la Copa del Rey a los azulgranas. Un fracaso sin paliativos en su cuarto año y tras una inversión de 700 millones de euros.
Bartomeu ha gastado 1.000 millones en fichajes ocasionando un agujero enorme en las cuentas del Barça que ha logrado tapar gracias a su contabilidad creativa y que la prensa regional deportiva lo ha tapado
En mitad del descalabro, la idea para la siguiente temporada ha vuelto a ser la misma: gastar ingentes cantidades de dinero de cara a lograr una Champions en sus años de mandato. En total, sin contar lo que se podría llegar a pagar por Neymar (el efectivo difícilmente bajará de 180 millones) los azulgranas ya han gastado 255 millones. Aunque en este caso el resultado está por ver, hay dos cosas claras de todo ello: por un lado, el portazo que se le ha dado a 300 millones de euros en Coutinho (cedido) y Dembelé (moneda de cambio). Por otro, el gigantesco agujero que ha dejado en las cuentas del club la política de gasto demente de Bartomeu.
UN AGUJERO QUE HUNDIRÁ EL TRANSATLÁNTICO LLAMADO BARÇA
Quién crea que un club como el Barcelona, el Real Madrid o el Manchester United puede gastarse 1.000 millones en cinco años sin sufrir un ingente deterioro en sus cuentas sobrepasa, con mucho margen, el sobrenombre de optimista. En verdad, las cuentas que ha ido presentando Bartomeu a lo largo de su mandato se han ido complicando hasta un punto realmente traumático: el Barça prácticamente no puede realizar ningún fichaje sin financiación externa y, lo peor, es que ésta no llega por las vías normales (más baratas) que son los bancos, ya que ninguno y se opta por salvavidas más caros.
Para sustituirlo, el presidente está recurriendo a adelantar facturas (caso de Griezmann) y pedir préstamos a fondos buitres (sumó 175 millones en tres meses) los cuales tienen unas condiciones muy duras. De hecho, el coste del préstamo por 170 millones para el posible fichaje de Neymar (según adelanta el periodista Guillem Balague) sería de 35 millones, una auténtica locura. Además, las cifras operativas están ya desfasadas hasta el punto de llevar a la quiebra a cualquier empresa: dada una deuda insalvable, con unos intereses muy altos y unos plazos muy cortos de tiempo, la masa salarial desbocada y un fondo de comercio entre 3 y 4 veces más negativo que cualquiera de sus rivales.
Pero, y si esa es la situación real del Barça (se debe recordar que hasta 4 vicepresidentes ya han dimitido) ¿por qué apenas se escucha nada sobre ello? La explicación es sencilla y construye sobre dos bases: en primer lugar, Bartomeu ha implantado una contabilidad creativa en la que todo vale para cuadrar las cifras a conveniencia. Así, la deuda que aparece solo es la contraída en los dos últimos años (bajo permiso de la Liga), en el ebitda se juega con las cifras de los traspasos (algo inconcebible en cualquier otra empresa) y se hacen apaños contables con las ventas de jugadores a un par de días de que se cierre el mercado.
Por otro lado, la conveniencia de la prensa, en especial la deportiva regional, en la que se podía leer recientemente: “Con la cesión de Coutinho, el Barça se quita un problema de encima y se ahorra hasta 46 millones” o “Coutinho: una cesión que no se le podía escapar al Barça”. Aunque la realidad es bien distinta, más allá de su nulo rendimiento deportivo no hay nada de ahorro, ya que la cesión se salda por 8,5 millones mientras que el club debe amortizar 30 por año más o menos, lo que deja un agujero contable de 21,5 millones que debería ir directo al resultado del ejercicio. Además, el ahorro en salario para la llegada de Griezmann no se soluciona, puesto que en junio vuelve (para entonces se espera que se haya revalorizado y venderle una vez su precio amortizado ronde los 80 millones).
En definitiva, la locura de Bartomeu ha tensado tanto la cuerda de las finanzas culés que ya se atisban distintos Icebergs en el horizonte. Por cierto, los restos del Titanic recuerdan que al contrario de lo que se publicaba sí se podía hundir, aunque en este caso es seguro que el capitán que lo ha llevado al fondo del océano no seguirá a bordo cuando eso ocurra.