Pocas palabras han quedado más grabadas a fuego en el subconsciente español que el término recesión. Podría ser por los estragos y sufrimientos que causó la última, pero en realidad es porque supone la antesala a otra mucho más temida: crisis económica o como José Luís Rodríguez Zapatero diría (en un alarde de honestidad intelectual, entiéndase la ironía, para con los españoles) «desaceleración transitoria ahora más intensa». Sea como fuere, con Alemania dando tumbos (lleva así todo el 2019) y la curva de bonos estadounidense cerca de darse la vuelta la dichosa palabrita ha vuelto a la mente de los españoles disparando su búsqueda en Google hasta el nivel más alto en los últimos cinco años y en un peldaño similar a enero de 2008, febrero de 2009 y diciembre de 2011.
La anécdota del expresidente socialista, en pleno 2008, es tan divertida como explicativa de lo que subyace detrás de ambos términos. No, no hay que ser mal pensados, no es esclarecedora de la poca materia gris en términos económicos que tenía nuestro gobernante, para eso solo basta seguir vagamente las medidas adoptadas y su abrupto final unos años después. La controvertida frase de Zapatero es aclaratoria porque muestra el poderoso efecto que tiene el lenguaje sobre las personas y, más en concreto, sobre sus actos en materia de economía.
La palabra, entiéndase también la información, en la economía es una de las fuerzas más poderosas que existen. Si bien por mucho que repitas que puedes volar y te lo diga el mismísimo presidente del Gobierno, siento decir que no podrás (aunque él si puede, eso sí, con avión). En cambio, si la gente cree que un banco es insolvente muy probablemente terminará por serlo y, si los ciudadanos creen que se avecina una crisis (precedida de su correspondiente recesión) es casi seguro que así ocurrirá. La razón es que las palabras, la información, mueven lo que se denomina expectativas y estas a su vez mueven la maquinaria de la economía a través del consumo y la inversión.
La cadena de sucesos parece bastante clara y evidente si se mira desde arriba, aunque cuando luego se estudia más detenidamente no lo es para nada. Cualquier trabajador que crea que su empleo está en peligro, busca desesperadamente en Google si se acerca o no la recesión, decidirá gastar menos y ahorrar más, esto es que consumirá menos. Ahora esa decisión hay que multiplicarla muchas veces, puesto que hay mucha gente que teme por su empleo, y lleva todo ello a que los ingresos de las empresas caigan porque se compra menos. Obviamente, una menor producción necesita menos manos de obra y menos inversión el círculo vicioso se retroalimenta. Sobre las causas que llevan a lo anterior es preferible no entrar, puesto cada escuela tiene su visión. Lo anterior se debe entender como un minúsculo resumen del proceso, incluso se podrá achacar que falta muchísimos detalles, es lo que se pretendía, ya que es una síntesis de volúmenes con miles de hojas de teoría.
En este caso, el problema es intentar entender a qué tipo de recesión nos estamos encaminando. Nunca hay dos recesiones iguales, al igual que nunca hay dos crisis iguales, ya que «la historia no se repite» que diría Mark Twain. Aunque sí «rima» que diría el mismo Twain, por lo que habrá elementos comunes, pero con otros factores nuevos. Los expertos se decantan porque la suma de la guerra comercial entre Estados Unidos y China, junto con una caída fuerte del precio del petróleo (de la energía en general) provocaría sobre la economía la que se conoce como estanflación, esto es que la economía no crece, algo que ocurre, mientras los costes se disparan.
Esos mismos expertos que hablan de dicho efecto son benevolentes con el hecho de que el volumen de dinero en el sistema se ha disparado, los bancos centrales han expandido su balance, distorsionando todo tipo de inversiones. Pero otros no lo son tanto, de hecho sus explicaciones sobre las anteriores crisis es que una expansión artificial del crédito (por ejemplo el BCE inyectando 80.000 millones de euros cada mes a los mercados), no respaldada por ahorro voluntario (¿quién es capaz de ahorrar en España?, en Europa tampoco van tan sobrados) y mediante la manipulación a la baja de los tipos de interés (el Euríbor marcará mínimos históricos en agosto), tiende a aumentar la inversión de manera desorbitada y poco prudentes, en proyectos no rentables, lo que termina creando una burbuja en algún punto del sistema. El punto siguiente, se conoce perfectamente.
Sea como fuere, el término cada vez está más en nuestras cabezas y eso no es bueno. El problema es que cuando Zapatero se inventó su “desaceleración transitoria ahora más intensa” el paro estaba en el 8% no en el 14%, la deuda rondaba el 40% del PIB no el 100% y el montante comprometido para pagar las pensiones ha pasado de poco más de 60.000 millones a superar ampliamente los 150.000 millones.