Los gazpachos manchegos son una de las recetas tradicionales más queridas de la región de Castilla. Aunque cuando pensamos en gazpacho, generalmente nos viene a la mente la versión andaluza con tomate, pimiento, ajo y pepino, la variante manchega es una deliciosa sorpresa.
Se trata de una sopa reconfortante y sustanciosa, con una base de pan de pueblo remojado en caldo de carne. Las carnes que se utilizan varían, pero comúnmente se incluyen trozos de pollo, conejo, cordero o incluso perdiz, lo que le aporta un sabor único y lleno de matices.
Además de las carnes, se suelen añadir otros ingredientes como chorizo, jamón, huevo duro y, en ocasiones, champiñones o setas, que contribuyen a enriquecer aún más su sabor y textura. Todo esto se cocina a fuego lento para que los sabores se integren a la perfección.
1UN GUISO TAN TRADICIONAL COMO LA PAELLA
Una vez lista, se sirve bien caliente, espolvoreada con un poco de pimentón y acompañada de rodajas de huevo duro. Es un plato perfecto para los días fríos de invierno, que reconforta el alma y el cuerpo con cada cucharada. El gazpacho manchego es una receta tradicional arraigada en la historia de los pastores y cazadores que habitaban antiguamente en la región. Originalmente preparado con perdices y conejos de campo, hoy en día se utiliza carne de pollo y conejo de granja.
Este plato tiene sus raíces en la época romana, siendo un guiso caliente cocinado en un caldero con una base de pan de torta, similar al que se usa en la actualidad. Con el paso de los siglos, el término «gazpacho» se asoció a la sopa fría con pan, dando origen al gazpacho andaluz que todos conocemos hoy en día.
Un ingrediente distintivo de los gazpachos manchegos son las cenceñas, unas tortas finas de pan ácimo. Para evitar que se deshagan al mezclarlas con el caldo del guiso, se añaden al final de la cocción, garantizando así su textura y sabor característicos.