Que los resultados de una petrolera sigan siendo espectaculares cuando se han registrado pérdidas de casi el 25% interanual sería una rara avis en la mayor parte del mundo. Si esa petrolera está controlada por la monarquía de Arabia Saudí, no tanto. Especialmente si los beneficios de la compañía son canalizados directamente a la ‘hucha’ que está llenando la corona para hacer del país una potencia en otros sectores energéticos y dejar de depender de un crudo cada vez más arrinconado. Los dividendos de ensueño repartidos, que pondrían los dientes largos a cualquier inversor, obedecen al mismo fin, según los análisis del mercado.
Saudí Aramco, la mayor compañía petrolera del mundo y propiedad en más de un 90% de la monarquía con sede en Riad, registró un beneficio neto de 121.300 millones de dólares (110.879 millones de euros) en 2023, un 24,7% menos que el año anterior y aún así la segunda mayor ganancia anual para la compañía en toda su historia. Con todo, las cuentas han caído, por lo que la remuneración a los accionistas debería ser menor. Debería.
UNOS DIVIDENDOS QUE ‘NO PODRÁ RECHAZAR’
La compañía aumentó un 30% los dividendos totales abonados en 2023, hasta 97.800 millones de dólares (89.398 millones de euros), declarando un dividendo base de 20.300 millones de dólares (18.556 millones de euros) para el cuarto trimestre, que se pagará en el primer trimestre de 2024. Una recompensa vertiginosa para quienes han puesto su confianza en la energética de Oriente Medio, que encaja a la perfección con la estrategia de captación puesta en marcha por el Reino hace un mes.
A principios de febrero, Arabia Saudí confirmó su intención de vender un paquete de acciones de Aramco por valor de 20.000 millones de dólares (18.550 millones de euros). El mando de la operación fue confiado nada menos que a Citigroup, Goldman Sachs y HSBC, un equipo de ensueño, lo que era toda una declaración de intenciones: los mejores chefs para cocinar y servir la petrolera a la mesa.
Y es que el príncipe Mohamed bin Salman no está dispuesto a que sus reales finanzas sufran la misma humillación que hace cinco años. En 2019, los inversores extranjeros rechazaron en gran medida la oferta pública inicial de Aramco, ya que las elevadas expectativas de valoración del gobierno ofrecieron rendimientos más bajos en comparación con sus pares en la industria petrolera.
LA PETROLERA ESTATAL ES ‘CARNE DE CAÑÓN’
Eso no puede volver a ocurrir; sería demasiado peligroso para los planes de diversificación del príncipe. Unos planes que pasan por desligar del petróleo la prosperidad del Reino, lo cual, paradójicamente, depende de que el petróleo siga dando dinero. De ahí la negativa de Arabia Saudí, líder de facto de la OPEP, a permitir que los países exportadores de crudo abran el grifo de la producción; y de ahí que Riad corteje a los inversores de Aramco con dividendos de lujo.
Arabia Saudí, Aramco y la OPEP han formado un triángulo amoroso, y en todo matrimonio tres son multitud; también en los de conveniencia. La petrolera podría tener ya colgado el cartel de ‘daño colateral’ en el proceso evolutivo que bin Salman quiere para su patria.
Los analistas de Bloomberg Rakteem Katakey y Matthew Martin, expertos en el mercado de Oriente Medio, tienen serias reservas respecto a los dividendos de Aramco, que podrían poner en serios aprietos a la compañía en un futuro no tan lejano. Si bien admiten que las acciones siguen siendo «caras», con una relación precio-beneficio en el extremo inferior del margen en que se mueven las supermajors -Shell, BP, Exxon, etc.- la situación podría cambiar si la dirección continúa con sus planes de repartir 124.000 millones de dólares (113.400 millones de euros) en el conjunto de este año.
ARAMCO PUEDE ‘MORIR DE ÉXITO’
«Entre 2024 y 2028, la compañía tendrá 40.000 millones de dólares más en efectivo disponible, después de detener los planes de expansión de la capacidad petrolera» -sí, Aramco también sigue esta política– «Parte de eso podría usarse presumiblemente para el dividendo, pero Aramco ha dicho que quiere dirigirlo hacia otras empresas como el gas natural, los productos químicos y las energías renovables», explican los especialistas.
Es probable, exponen, que esta posición atraiga la atención de los inversores, «pero, aún así, algunos podrían desconfiar de la dependencia del gobierno saudí de Aramco para ayudar a financiar los esfuerzos del Príncipe Heredero para cambiar la economía. Y es que la apuesta es de órdago: aunque Aramco nada en cash y tiene poca deuda, «su flujo de caja libre de 101.000 millones el año pasado solo cubrió el dividendo», señalan los expertos de Bloomberg.
«Si los saudíes continúan restringiendo la producción de petróleo crudo y los precios del petróleo no aumentan mucho más, las finanzas de Aramco estarán bajo presión» -concluyen- «Aquellos que desean mayores retornos financieros podrían sentirse un poco mejor, pero los inversores preocupados por el control gubernamental y la incertidumbre en la toma de decisiones de la petrolera pueden sentirse incómodos».