miércoles, 11 diciembre 2024

El padre de la web avisa: Hay tres tendencias que pueden acabar con la Red

Estos días se cumplen 28 años desde que Tim Berners Lee (el padre de Internet) presentara su propuesta para la world wide web. Un escenario en el que imaginaba una plataforma abierta que permitiera a todo el mundo, en cualquier parte, compartir información y acceder a oportunidades. También un proyecto colaborativo, a través de fronteras geográficas y culturales. Ahora, el padre de la web hace balance en una carta publicada en el Foro Económico Mundial, en la que avisa de que existen varias amenazas que pueden poner en riesgo todo lo conseguido hasta el momento.

De este modo, Berners Lee avisa de una serie de tendencia a tener en cuenta y sobre las que, avisa, debe tenerse sumo cuidado. Las reproducimos a continuación:

1.- Se ha perdido el control de los datos personales 

El actual modelo de negocio de muchas web ofrece contenido gratuito a cambio de datos personales. Muchos de nosotros estamos de acuerdo en ello, aunque muchas veces lo hacemos aceptando largos y confusos términos y condiciones. Al final, todo se resume en que no nos importa que se recoja cierta información a cambio de la gratuidad del servicio. Pero, estamos olvidando dónde está el truco. Dado que nuestros datos quedan almacenados fuera de nuestro control, perdemos los beneficios que obtendríamos si pudiéramos controlarlos y decidir cuándo, cómo y con quién hay que compartirlo. Es más, a menudo no hay forma de contactar con las empresas para decirle qué datos no queremos que se compartan, especialmente con terceros. Al final, los términos y condiciones son un todo o nada.

Pero es que, además, todos esos datos que las empresas almacenan sobre nosotros, tiene otras consecuencias. A través de la colaboración -o coacción- a las compañías, los gobiernos tienen cada vez más acceso a nuestros movimientos on-line. Cada vez existen más leyes que pisotean nuestro derecho a la privacidad. En los regímenes dictatoriales y represivos es fácil ver el daño que se puede provocar. Pero hasta en los países que pensamos que quieren defender a sus ciudadanos, si nos fijamos en profundidad, todos van demasiado lejos. Esto genera un efecto escalofriante en la libertad de expresión, y evita que la web se utilice como un espacio para explorar temas tan importantes como la salud, la sexualidad o la religión.

2.- Es demasiado fácil publicar intoxicaciones en la Red 

Las redes sociales y los motores de búsqueda se han convertido en la principal fuente de información de la población. Estos sitios hacen más dinero cuando hacemos clic en los enlaces. Una información que muestran basándose en unos algoritmos que aprenden de nuestros datos personales que recogen de forma permanente. El resultado: sólo nos muestran aquella información en la que saben que vamos a clicar, lo que significa un aumento de la desinformación. Sobre todo, porque esto ha permitido que las falsas informaciones hayan crecido como la pólvora a través de ellos. De hecho, esas noticias -gracias al uso del Big Data- y a los bots, pueden facilitar que aquellos que tienen malas intenciones intenten utilizar el sistema para obtener beneficios políticos, económicos o de cualquier otro tipo.

3.- La publicidad política necesita transparencia y comprensión

La acumulación de datos personales está haciendo que la publicidad política se convierta en una industria sofisticada. El hecho de que la información se obtenga de las redes sociales, unido a la sofisticación de los algoritmos, hace que los anuncios sean cada vez más individualizados. Es decir, que se dirigen directamente a los usuarios. Según algunas fuentes, en las elecciones de Estados Unidos de 2016 hubo hasta 50.000 anuncios distintos servidos a diario en Facebook. Algo que es imposible de controlar. Además, hay sospechas de que los partidos utilizan los datos personales para apuntar a los votantes a falsos sitios de noticias para, por ejemplo, ofrecerles los datos de las encuestas que les interesan. La publicidad dirigida permita que una campaña diga cosas distintas, posiblemente conflictivas, a distintos grupos. ¿Eso es democrático?

Todos estos problemas son complejos y sus soluciones también. Pero algunos caminos ya están claros. Hay que trabajar para conseguir un equilibrio justo en el control de los datos de la gente, incluyendo nuevas tecnologías como «cajas de datos» que permitan blindarlos. Además, hay que tratar de buscar nuevos modelos de negocio como micropagos o suscripciones. Hay que luchar contra el alcance excesivo del Gobierno en sus leyes de vigilancia. Incluso a través de los tribunales.

Los gobiernos presionan a las compañías para que les permitan acceder a los datos que recopilan de sus usuarios

Hay que presionar contra la desinformación. Para ello hay que apretar a Google y Facebook para que sigan con sus esfuerzos para acabar con la posverdad, evitando la creación de organismos que decidan qué es y qué no es cierto. Se necesita más transparencia algorítmica para entender cuán importantes son las decisiones que afectan a nuestras vidas. Y, por último, hay que cerrar un punto ciego de Internet en la regulación de las campañas políticas.

Para lograrlo es necesario que se involucre toda la población. Entre todos hemos construido la web que tenemos, y entre todos debemos construir la web que queremos.


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