Tanto el barril Brent europeo como el WTI estadounidense orillan los 100 dólares y las proyecciones los mantienen en esa zona, al menos, hasta fin de año. El petróleo vuelve a ensombrecer los mercados, activando la cadena de eventos tantas veces padecida: la ficha del crudo derriba a la de los combustibles, ésta la de la producción y los transportes y, finalmente, la del consumo. La lluvia de cifras y porcentajes que deja septiembre confluye en una sola conclusión: hay pocos ganadores y muchos perdedores, especialmente los consumidores y las líneas aéreas que no hayan ‘hecho los deberes’ en la provisión de carburante. Iberia, del Grupo IAG, es de las que se ha pertrechado para los tiempos de turbulencias.
Esta historia se cuenta mejor empezando por la última página, la que cuenta qué ocurre en los bolsillos del consumidor final. El Instituto Nacional de Estadística (INE) acaba de publicar el informe mensual del Índice de Precios al Consumo (IPC), que evidencia un repunte del 3,5% en la inflación, nueve décimas superior al de agosto. Esto se traduce en un puntual encarecimiento de los transportes, los productos básicos, los suministros, etcétera; en otras palabras, el coste de la vida crece.
Llevamos ya más de un año de espiral inflacionaria, y el objetivo de reducirla al 2% marcado por el Banco Central Europeo es aún una meta lejana. Esto no tendría mayores consecuencias para la ciudadanía si los salarios crecieran en la misma proporción, pero no es así, a pesar de que en los últimos meses se haya equilibrado un poco la balanza. El resultado no es otro que más estrecheces económicas para trabajadores y pensionistas.
EL PETRÓLEO ACABA DE SUPERAR LOS 97 DÓLARES, EN LA CULMINACIÓN DE UN ‘RALLY’ VERANIEGO QUE SE HA SALDADO CON UN ENCARECIMIENTO DE CASI EL 30%
En su análisis, el INE achaca la enésima subida mensual de precios a la carestía eléctrica, en primer lugar; y después a unos carburantes que no dan tregua. Ambas variables están íntimamente relacionadas; pero, centrándonos en los carburantes, el Boletín Petrolero de la UE sitúa el precio de la gasolina en 1,760 euros por litro, su valor máximo del año; mientras que el petróleo le sigue de cerca con 1,685 euros por litro. El encarecimiento es del 10,6% y del 17,3%, respectivamente, respecto a la primera semana de julio.
Y después de la gasolina solo queda por abordar un eslabón de la cadena: el de la materia prima, el petróleo, cuyos problemas son causa y raíz de todos los males mencionados. El pasado 27 de septiembre el barril Brent subió un 3%, alcanzando los 97,06 dólares, un techo que no se tocaba desde hace casi un año. Culminaba así un ‘rally’ veraniego que empezó en los 70 dólares, lo que significa que la canícula se ha saldado con un encarecimiento de casi el 30%.
AEROLÍNEAS Y PETRÓLEO, UN VÍNCULO INSEPARABLE
Bajo esta sopa de cifras, decimales y porcentajes subyace un hecho incuestionable: el devenir económico está supeditado, en gran parte, a las fluctuaciones del ‘oro negro’. El embudo en su suministro no sólo quiebra el poder adquisitivo de la población, sino también el tejido productivo. En este aspecto, hay pocos sectores más afectados que el de las aerolíneas.
IAG, el ‘holding’ que engloba a marcas aéreas tan relevantes como engloba a Iberia, British Airways, Vueling y Air Lingus, perdió 654 millones de euros durante el primer semestre del año pasado; un 2022 marcado por la invasión rusa a Ucrania a fines de febrero, que desató un salvaje incremento de los precios energéticos.
GRACIAS A SU POLÍTICA DE COMPRAR EL COMBUSTIBLE CON ANTELACIÓN, IBERIA ESTÁ MÁS SEGURA FRENTE A GRANDES PÉRDIDAS
Durante los primeros meses del presente ejercicio, sin embargo, la debacle se transmutó en bonanza: El conglomerado ha registrado un beneficio neto de 921 millones de euros de enero a junio, en brutal contraste con los ‘números rojos’ del mismo período del año pasado. Hay muchos factores implicados, pero uno sobresale: entre enero y junio de este año, la cotización del crudo Brent, de referencia en Europa, cayó un 26%, hasta situarse en los 70 dólares por barril. Para un sector tan dependiente de los combustibles como el transporte aéreo, esa coyuntura era un balón de oxígeno.
La botella de aire se quedó seca cuando saudíes y rusos anunciaron que mantendrían la tenaza en el suministro de petróleo al menos durante lo que resta de año. Los mecanismos del mercado no tardaron en reaccionar y el Brent ya camina al norte de los 97 dólares, un 30% más que a comienzos de verano. En el horizonte, un promedio de entre 96 y 105 euros por barril durante los próximos meses, según los vaticinios de entidades como Bank of America y Goldman Sachs.
Hay, sin embargo, un paracaídas de emergencia en la mochila de IAG: el coloso aéreo compra su carburante con anticipación, una política que le permite contar con reservas hasta que pase la tormenta de precios. Fuentes internas consultadas por MERCA2 explican que «IAG cuenta con una política de coberturas de combustible diseñada para disponer de flexibilidad y poder responder ante reducciones importantes e inesperadas en la demanda de viajes o la capacidad; o cambios sustanciales o repentinos en los precios del combustible de aviación».
«A fecha de 28 de julio el grupo contaba con una cobertura del 67% hasta final de año» -afirman- «Esta cifra se actualizará en la próxima presentación de resultados a finales del mes de octubre», dijeron.