La piel es el órgano más grande del cuerpo, y probablemente el que refleja en mayor medida lo que ocurre en nuestro interior. Las arrugas, por ejemplo, son una manifestación inevitable del paso del tiempo, aunque también pueden reflejar otras muchas cosas.
Sin ir más lejos, nuestra alimentación también puede salir a la luz a través de la piel. Y es que una dieta baja sana, baja en grasas y rica en antioxidantes, nos ayuda a mantener un aspecto joven.
1Somos lo que comemos
Una alimentación adecuada es una de las grandes bases para mantener en buen estado nuestro organismo, y desde luego, también contribuye a la salud de nuestra piel. Y la manera en la que “se obra el milagro”, es llevar una dieta rica en nutrientes esenciales y antioxidantes.
La piel, el cabello y las uñas suelen ser las primeras en dar la señal de alarma de que algo no va bien en nuestro cuerpo. Por ejemplo, la falta de hierro puede provocar debilidad en el cabello y las uñas, así como una destacable palidez. Para evitarlo es imprescindible cuidar lo que comemos.
En primero lugar, es importante eliminar los azúcares y harinas refinados, las grasas trans y los alimentos procesados, grandes propulsores de la aparición de arrugas. También es fundamental la ingesta de proteínas, ya que favorecen la regeneración de los tejidos; además, no hay que olvidar que el colágeno y la elastina son dos proteínas naturalmente presentes en la piel.
Por otro lado, los alimentos ricos en Omega 3 pueden ser nuestros grandes aliados, ya que combaten la piel seca y, con ello, ayudan a atrasar la aparición de arrugas. Además, también cumplen la función de favorecer la absorción de nutrientes y expulsar las toxinas.
La vitamina C no es menos importante, pues impulsa la creación de colágeno en nuestro organismo. A su vez, el colágeno es uno de los principales encargados de mantener la piel elástica e hidratada. De hecho, a medida que envejecemos, nuestro organismo reduce su producción.