Como si la empresa no tuviese que enfrentar más dificultades por estas fechas, Renfe ha revelado que uno de sus grandes gastos es uno que quizás pueda ser una sorpresa, retirar y cubrir el trabajo de los grafiteros. Según datos de la estatal ferroviaria se trata de unos 25,2 millones de euros anuales, esto nace de la suma de los gastos de mantenimiento y de seguridad relacionados con el problema. Es uno de esos problemas del día a día que no hay demasiadas formas de resolver.
El dato es un tanto alarmante, que muestra el tipo de problemas que pueden representar un sagrado constante en las ganancias de este tipo de empresas. Lo peor para Renfe es que es un problema específico de ellos, que se concentra en servicios como el de cercanías y que no ha tenido el mismo peso para sus competidores. Aun así la empresa está dispuesta a asumir la pelea a largo plazo, aunque lo esperado es que puedan reducirlo para que sus costos no resulten tan excesivo.
Planes como videovigilancia, drones y formas más fáciles de mantenimiento está en los planes de la empresa. Sin embargo, parece inevitable que aparezcan nuevas «pintas» en las paredes y trenes siempre y cuando haya algún joven que piense primero en el «prestigio» que puede generarles en su mundillo un blanco como son las paredes de un tren o de la estación.
Pero desde Renfe aseguran que el problema va más allá de la fealdad. Los procesos de mantenimiento y limpieza de los trenes rayados. Su ausencia temporal de las vías, cuando deben ser llevados a sus centros de limpieza.
«Las personas usuarias sufren directamente las consecuencias de los trenes vandalizados con pintadas: retrasos y trenes suprimidos por carencia de visibilidad o grafitis en los elementos de seguridad que impiden la circulación, frenazos de emergencia para pintar en medio de un trayecto o el olor de este producto químico que resulta muy molesto a los viajeros, entre otros», escriben desde la empresa.
UN PROBLEMA RECURRENTE
Viendo los números de 2022 parece complicado reducir de forma importante, los «ataques» de los grafiteros. Durante el año se denunciaron 3.559 intrusiones de grafiteros, pero solo se realizaron 33 detenciones por parte de los equipos de seguridad de la estatal ferroviaria y otras 150 por parte de la policía y fuerzas del orden. Una diferencia de números que prueba lo complicado que puede ser cubrir este tipo de instalaciones en las horas de la noche que suelen ser usada por los grafiteros.
Lo peor es que no hay una solución fácil, por el tema de lo costoso que puede llegar a ser para cualquier empresa pagar por empleados de turnos nocturnos. Pareciera que es un problema que se mantendrá como otra larga lista de dificultades que pueden disminuirse pero no resolverse, desde los problemas de puntualidad en los servicios de cercanías hasta las fallas normales en los servicios ferroviarios del día a día.
Pero los grafitis son un problema que no solo afecta el funcionamiento de la empresa, sino que además golpean su imagen. Si bien una parte del arte callejero tiene un mensaje importante, vale recordar como iniciaron su trabajo figuras como Banksy o Basquiat, pero al no tener un filtro pueden incluir cualquier cosa, incluyendo mensajes incómodos para algunos de los pasajeros. Es que en la práctica, no es difícil ver grafitis con insultos como mena o sudaca.
OTRO COSTO ECONÓMICO Y ENERGÉTICO PARA RENFE
Además de los 25,2 millones de euros del mantenimiento Renfe señala que la empresa sufre también en una de las áreas que defienden como uno de sus puntos fuertes, el uso de energía y, por tanto, afecta también la sostenibilidad del sistema. La retirada de grafitis obliga a movilizar los trenes hacia los centros de limpieza. El consumo eléctrico de estos desplazamientos equivale al consumo de 400.000 Kwh o lo que es lo mismo, 36 millones de bombillas encendidas durante una hora o abastecer el consumo de más de 44.000 hogares durante un día.
Es un motivo más para darle prioridad a la resolución de este problema. Si bien hay quienes, incluso con buen motivo, defienden el grafiti como una importante expresión artística es complicado imaginar que los trenes de la estatal ferroviaria puedan funcionar llenos de pintura e imagines que pueden ser interesantes para la ciudad o no.
Tocará ver como funcionan las nuevas medidas. Aunque un mejor sistema de videovigilancia y drones no sirvan para frenar a los culpables al momento sí que pueden funcionar para multas o detenciones posteriores. Son pequeñas medidas, pero como cualquiera de este tipo de problemas parece que las soluciones son mejores si pueden ser tomadas de forma preventiva y no sobre la marcha. De momento es un problema más para la empresa estatal que debe enfrentar la crisis de reputación causada por Cantabria y el caos natural de la transformación pospandémica.