Parece que volvemos a las andadas con el ¡y tu más! Recientemente, el Ministro de Economía ha sugerido que se investigue la época de Zapatero en relación con los errores económicos y financieros, y en particular los que provocaron el agujero de las cajas de ahorros. A lo cual, los socialistas han dicho que sí, pero que también se investigue la segunda legislatura de Aznar, vamos desde el año 2000. El portavoz popular, Sr. Hernando, con su tradicional gracejo, ha dicho que a este paso habría que llevar la investigación hasta el siglo XIX.
A lo mejor, es que hay cosas que ocultar de la legislatura de Aznar que no le interesa al Partido Popular que se pongan en evidencia. Y es que, en este caso, los socialistas tienen razón. La burbuja inmobiliaria se generó en la legislatura de Aznar, y el escándalo de las preferentes también, y resulta que entonces Luis de Guindos era Secretario de Estado de Economía y Rodrigo Rato Ministro de Economía y Hacienda.
La ofensa de FG al confundir bancos y cajas
Rato ya había puesto las bases de la burbuja con la denominada “Ley Rato” de 1998, que abrió la espita a las recalificaciones de suelo en toda España, y que convirtió a los concejales de urbanismo de los pueblos de España en semidioses, capaces de obtener recursos infinitos para los ayuntamientos, amén de, en algunos casos, para ellos mismos y sus familias. A partir del año 2000 comenzó a subir el precio del suelo y de los pisos en una espiral que parecía no tener fin, y que una alianza tácita entre inmobiliarios y banqueros hizo que, de golpe, las hipotecas pasaran de concederse a quince años, a hacerlo a 30, 40 e incluso 50 años, a fin de que el incremento del precio de los pisos pareciera que no se notaba puesto que la cuota que tenían que pagar los adquirentes no subía. Evidentemente, había que pagar cuotas el doble de años, pero a eso parecía que no eran sensibles los compradores.
Los directivos de las cajas de ahorros enloquecieron (los de los bancos también, pero menos), y se pusieron a dar hipotecas por doquier a cualquiera, dando valoraciones de vértigo a los inmuebles y a los eriales. Tal era el incremento de la asunción de riesgos, que los inspectores del Banco de España, cansados de decirles a sus jefes lo que había pasado en el período 2000-2005, enviaron el 26 de mayo de 2006 una carta de cuatro páginas al entonces Gobernador, Sr. Caruana, la cual se registró oficialmente en el Registro del Banco de España, indicándole que se estaba llegando a un punto de no retorno en materia de asunción de riesgos por parte de las entidades financieras en el mercado hipotecario, y que se podrían producir consecuencias nefastas que cuestionaban el futuro de muchas de las cajas de ahorros de nuestro país. Repito, mayo de 2006.
Pero, ¿cómo financiaban las cajas esté incremento desaforado de los préstamos hipotecarios? Muy sencillo, llamando a la puerta de los señores Rato y De Guindos. En el año 2003 se promulgó una nueva legislación que permitía a las cajas de ahorros que emitieran unos títulos que se denominaron “participaciones preferentes”, y que no existían en ningún otro lugar, ya que no eran otra cosa que un engendro hecho a medida de los directivos de las cajas de ahorros.
Para los que no saben lo que son las acciones preferentes, decir que son títulos que llevan casi doscientos años emitiéndose y comercializándose tanto en el mundo anglosajón como en el mundo germánico, y que han financiado, y siguen financiando, a muchas empresas. Una acción preferente es un título sencillo, ya que simplemente sustituye el derecho de voto por el derecho a recibir un dividendo concreto, cuando la empresa tiene beneficio distribuible para poder hacerlo. En caso de que no se pague el dividendo durante cuatro trimestres, automáticamente se les devuelve el derecho de voto a los preferentistas.
Rato y De Guindos fueron responsables del aumento desmedido del precio de la vivienda
Por tanto, las preferentes no son otra cosa que acciones, y cuando alguien invierte en bolsa, ya sabe qué riesgos está asumiendo. Pero, claro, las cajas de ahorros no eran empresas; de hecho, no tenían capital, ni acciones, ni propietario, y encima eran un cementerio de políticos sin experiencia financiera. ¿Cómo iban a emitir acciones preferentes? Pues tocando las teclas adecuadas, para que se les hiciera una ley a medida. Y se les hizo.
Recapitulando, la burbuja inmobiliaria y el escándalo de las preferentes se gestaron en la Segunda Legislatura de Aznar, no en el período socialista. Pero estos no se pueden ir de rositas, puesto que cuando Caruana dejó el puesto, le pasó los papeles a Fernández Ordóñez, y este ignoró lo que ya todos sabíamos, y se puso a poner parches tratando de remediar con tiritas las enormes grietas que se estaban abriendo en la deteriorada presa que contenía la orgía financiero-inmobiliaria de la década pasada. Y al equipo económico socialista no se le ocurrió otra cosa que dar una línea de avales de 100.000 millones de euros para que las cajas y los bancos emitieran deuda ¡con aval del Estado!, es decir, haciendo que todos los españoles avaláramos a entidades privadas con nuestro patrimonio (pregunta para los juristas, ¿eso no es prevaricación?); y además, se inventaron algo que se llamaron “fusiones frías”, y que no eran otra cosa que una amalgama de cajas de ahorros y algunos bancos, todos ellos en dificultad, cuando no quebrados, y pensar que la solución era que esas nuevas entidades fusionadas siguieran su andadura.
Lo demás ya es historia conocida. La nefasta gestión de la crisis de la Segunda Legislatura de Zapatero, y el rescate del año 2012 de nuestro sector financiero, que todavía está coleando, porque se cerró en falso en algunos aspectos. Señores políticos, no hay nadie libre de culpa en esta triste historia, y si hay que abrir la Caja de Pandora, que se abra, pero que se analice lo ocurrido con luz y taquígrafos y por técnicos independientes. Si no, las conclusiones de la Comisión de Investigación, entre otras, indicarán que la contratación del Sr. Rato para el Consejo de Caja Madrid, y la del Sr. De Guindos para el de BMN (fusión fría de Caja Murcia, Caja Penedés, Caja Granada y Sa Nostra) fueron una mera coincidencia.