El Banco Central Europeo (BCE) y la Reserva Federal de Estados Unidos (FED) se han pasado de frenada con su agresiva política monetaria. La inflación modera con fuerza, los inventarios de las empresas y petróleo están en una posición inmejorable ante el riesgo de que persistan los cuellos de botella y los cortes en la cadena de suministro, mientras que los depósitos de otras materias primas imprescindibles se han disparado.
Esta situación se ha trasladado especialmente a la industria, mientras que los productos destinados al consumidor mantienen las alzas. En el caso de España, no obstante, la inflación subyacente -el cálculo de la subida de precios sin los componentes energéticos y productos frescos– se ha disparado al 7%, un 34% superior al 5,7% de la Eurozona. En Estados Unidos, sin embargo, la situación es similar a la de la Eurozona, con una importante caída en el ritmo de subida de los precios del 9,1%, hasta situar el nivel en el 6,5% a cierre de diciembre desde el 7,1% registrado en noviembre. Todo ello, con unas subidas de tipos de interés muy agresivas.
la FED ha situado el precio del dólar en el 4,25%, mientras que el BCE ha incrementado el precio del euro al 2%
Con la subida de tipos de interés en EE UU, la FED ha situado el precio del dólar en el 4,25%, mientras que el BCE ha incrementado el precio del euro al 2% y aún podría incrementarlo a entre el 3,5% y el 4%. En las reuniones de febrero se despejarán las dudas, pero los denominados ‘halcones’ consideran que es el momento de continuar con la contención de la inflación y se decantan por una subida de entre el 0,5% y el 0,75%.
De esta forma, si la inflación continúa moderando la subida a este ritmo, mientras la demanda continúa su contracción, los bancos centrales se habrían pasado de frenada al situar los tipos de interés por encima del nivel de precios, una situación que genera fuertes desequilibrios en la economía.
DE LA ESTANFLACIÓN A LA TEMIDA DEFLACIÓN
Y es que, de una inflación galopante podría pasarse a una caída generalizada de precios, mientras la Eurozona y EE UU se encontrarían en recesión, un escenario que se espera para el mes de septiembre de este 2023. La temida llegada de la deflación tras una estanflación recuerda a la misma situación vivida durante el inicio de la pandemia, cuando los precios cayeron a tasas negativas mes tras mes en la primera economía Occidental y en la Eurozona.
No obstante, algunos economistas no descartan que los bancos centrales hayan traspasado las líneas rojas y tengan que reducir los tipos de interés antes de lo previsto. Se espera que la FED comience a bajar los tipos de interés a partir del próximo año.
La aparición de la deflación es un escenario indigesto y pone a la economía contra las cuerdas. Japón es uno de los claros ejemplos. Los consumidores posponían sus decisiones de compra día a día ante la bajada incesante de los precios. De hecho, las empresas niponas han asumido los costes de las subidas de materias primas a nivel mundial y su inflación es de apenas el 0,2%. Sin embargo, esta estrategia conlleva al mismo tiempo una paralización total en el crecimiento económico.
Tanto la FED como el BCE han optado por el camino opuesto, llevando a la economía a la recesión y retirando toda la liquidez acumulada durante una década de flexibilidad monetaria y tipos al 0%. Las consecuencias se están registrando a uno y otro lado del Atlántico, con decenas de miles de despidos en grandes compañías tecnológicas y bancos. El escenario de Japón no sería aceptado en la mentalidad europea y menos en la estadounidense, que necesitan al consumidor para poder generar riqueza.
¿SE ENCAMINAN EL BCE Y LA FED HACIA LA JAPONIZACIÓN?
La estrategia implantada en Japón dio como resultado una década pérdida en los 90. La deflación se mantuvo hasta bien entrado el 2000, y acto seguido irrumpió la crisis financiera mundial. En 2013 y con una deuda descomunal, más del 250% del PIB, la economía japonesa ha vuelto a entrar en un periodo de hibernación.
El ritmo de crecimiento se sitúa en niveles inferiores al 2% desde 2013, con una importante caída en 2020, del 4,5%. Pese a ello, se mantiene como la tercera economía del mundo. El Banco de Japón, de hecho, ha mantenido los tipos en los niveles más bajos y tan sólo ahora, con una inflación del 3,8%, es cuando ha comenzado a recular en la flexibilidad monetaria.
Esta esta flexibilidad monetaria ha contenido la inflación importada, pero no sólo se debe a la intervención de la máxima autoridad supervisora del país del Sol naciente. Las empresas no trasladan estos costes al consumidor. Todo ello, desde el estallido de la gran burbuja inmobiliaria de 1990 y el devastador terremoto de Kobe de 1995.
Los consumidores nipones son los más pacientes y únicamente compran cuando el producto muestra un precio competitivo. De esta forma, alargan, retrasan e incluso descartan comprar. Las empresas, a su vez, se adaptan a esta cultura. En caso contrario, será el propio consumidor el que lo expulse de la cesta de compra.
Tanto en Europa como en Estados Unidos, la demanda de bienes de consumo se ha frenado con fuerza. La estrategia de trasladar los costes a los consumidores ya no tiene el efecto y se mira el destino de cada euro con lupa. Todo ello, con beneficios elevados en este 2022.