Pedro Sánchez se ha vuelto a meter en el papel de renacido y ha conseguido que el PSOE gane las elecciones generales con un gran resultado al conseguir 123 diputados. El problema para el líder socialista es que sus socios de Unidas Podemos han recibido un importante revés en las urnas y ahora la formación de Gobierno queda a expensas de pactos (o abstenciones en la votación) con los partidos regionalistas.
Todo esto emerge con la derecha como gran derrotada, puesto que Partido Popular, Ciudadanos y VOX se han quedado con 147 escaños, muy lejos de la mayoría absoluta necesaria para formar un Ejecutivo, o, incluso, para intentar en segunda vuelta investir a un candidato por consenso.
Aunque esto no es consuelo para Sánchez que, desde este mismo lunes, vuelve a poner en funcionamiento el mismo rompecabezas que le llevó a tirar por la borda sus Presupuestos Generales (PGE) y tener que convocar elecciones.
Se avecinan importantes días de negociaciones, porque el denominado bloque de izquierdas no suma lo suficiente para investir a Sánchez como presidente sin la ayuda de los partidos regionalistas. Y aquí es donde la situación se enfanga en un complicado puzle complejo de resolver. Incluso contando con la ayuda del PNV, todavía necesitaría de la pléyade se partidos regionales que han sacado algún escaño como es el caso de Coalición Canaria o los cántabros de PRC. En ese caso tampoco hay un resultado cierto.
¿Y QUÉ PASA CON CIUDADANOS?
Otra alternativa que rápidamente ha surgido en la noche electoral es un posible pacto de gobierno con la formación naranja, básicamente porque la suma de ambos partidos sí daría una mayoría holgada para formar un Ejecutivo. Pero Sánchez se ha encontrado con un problema: según asomó su cara por la sede del PSOE cientos de personas empezaron a gritar «con Rivera, no«.
Eso, sumado a la actitud que ha tenido el líder de Ciudadanos durante la campaña con respecto a la posibilidad de un pacto con el PSOE, parece dejar todas las puertas cerras. Ahora bien, en todos los círculos económicos asumen que para la estabilidad social y empresarial del país se necesita un Gobierno sólido, y esta unión podría ser parte de la solución. Aunque ahora mismo parece estar bastante alejada.
¿TAL VEZ CON LOS CATALANES?
ERC, con su líder entre rejas; y JxCat, también con su líder entre rejas, suman 22 escaños que tienen muchos valor para cualquier movimiento. No obstante, parece del todo imposible que Pedro Sánchez use la baza de los nacionalistas catalanes para nada. Tanto para pedir su apoyo a favor en una primera ronda de investidura, o para que se abstengan en una hipotética segunda ronda donde solo se necesita, en ese caso, una mayoría simple de votos favorables.
Se sobreentiende que las exigencias irían por los derroteros de la independencia y eso es algo que Sánchez no se puede permitir si no quiere que su estancia en La Moncloa sea más breve que la anterior.
Por lo tanto, en una segunda ronda de votación en la investidura del presidente, habría un bloque de «noes» con PP, Cs, VOX, ERC y JxCat que sumaría más que los «síes» de PSOE y Unidas Podemos. En este punto, los vacos de PNV y Bildu, así como CC y PRC (13 escaños en total), se convierten en la llave de todo.
LA LLEGADA DE VOX
Al margen de lo que suceda con Sánchez, el otro gran punto informativo de la noche electoral estuvo en la irrupción de VOX. La formación liderada por Santiago Abascal celebra como un triunfo «histórico» los resultados electorales de este domingo al lograr representación por primera vez en el Congreso de los Diputados, pasando en solo seis meses de ser un partido marginal a alzarse como quinto grupo parlamentario con 24 diputados, si bien se trata de un estreno agridulce, porque no serán la fuerza decisiva que auguraban tanto la movilización social como sus pronósticos en campaña.
El partido que creó Santiago Abascal hace cinco años ha logrado 2.588.785 votos, el 10% del total, que le otorgan 24 diputados, multiplicando por 55 los obtenidos en 2016, cuando concurrió a las generales para obtener 0,20% de la representación, 46.781 papeletas. Se trata además, del mejor resultado de un partido a la derecha del Partido Popular desde la Fuerza Nueva de Blas Piñar en 1979, que se situó por encima de los 379.000 electores.
Sin embargo, la formación auguraba obtener más de 50 escaños en esta convocatoria y la movilización social que ha protagonizado sus actos de campaña parecía avalar esta tesis. Incluso cuando el CIS auguraba al partido de Abascal un 11,9% de los votos y entre 29 y 37 diputados, en Vox confiaban en duplicar su presencia en el Hemiciclo y en convertirse en decisivos, como lo han sido en Andalucía, para la formación de Gobierno.