La convocatoria de estas elecciones generales tras una legislatura novedosa por dos Presidentes del Gobierno de dos partidos diferentes (antes ocurrió con Suárez y Calvo Sotelo, pero ambos de UCD), pilló a los principales partidos divididos. La injuriosa radicalidad ideológica del aznarista Casado produjo fisuras con los “moderados” marianistas del caído Rajoy. En Podemos, Errejón rompió las costuras. Ciudadanos sufre tensiones por el veto de Rivera al socialismo, fichajes a derechas e izquierdas, alguna primaria turbia y su gratuita puesta a disposición de Casado.
El PSOE sigue fracturado. No han cicatrizado las heridas causadas desde 2015 por el empeño de Sánchez en llevar a los socialistas hacia Podemos. Un PSOE “de izquierdas”. El “No es No” ahondó la división, provocando su defenestración al estar dispuesto en 2016 a unas terceras elecciones seguidas. El “resistente” retornó, pero la división sigue, aunque una posible victoria electoral suaviza las llagas. Vox divide gravemente a la derecha.
El balance en política exterior es positivo, con más presencia internacional con Sánchez. Por fin, un “Premier” español que habla inglés. Su viajar fue, quizás, demasiado intenso. Cuando Rajoy, se degradó la imagen de España fuera por Cataluña sin que se haya recuperado mucho después. ¿Mejoró la promoción de “España Global” a la de su predecesora “Marca España”? Lo peor, las “embajadas catalanas”, órganos de propaganda separatista y antiespañola. Borrell ha reclamado, acertadamente, un Ministerio de Exteriores más potente.
Destaca la cuestión de Gibraltar donde una cosoberanía ofrecida por Rajoy que permitiría al Peñón quedarse en la UE tras un (eventual) Brexit es rechazada por los llanitos. Londres y Madrid han aprobado acuerdos que fijan aspectos residenciales y fiscales de personas y empresas relacionados con el Peñón. España tuvo que defenderse, con Sánchez, ante un intento de impedir el veto español en las negociaciones entre la UE y el Reino Unido que afecten a la Roca y por su descripción, acertada y conseguida, como colonia británica.
El “gobierno bonito” de Sánchez sufrió vicisitudes personales comparables a los tiempos de Rajoy, entrando en contradicción con críticas hechas al PP cuando gobernaba y con líneas rojas establecidas entonces por el líder socialista de la oposición. Convendría más formalidad.
Sin perjuicio de mejorar las condiciones sociales del país y de engrasar correctamente la economía, el principal problema de España sigue siendo Cataluña. Al mismo se dedicó Sánchez, después del 155 descafeinado de Rajoy, buscando un dialogo necesario. Pero, hubo problemas.
Antes de las sentencias del juicio a los independentistas que violaron la Constitución nada pueden conceder los separatistas en Barcelona mientras buscan concesiones como la autodeterminación, aneja a su deseado mediador. Aceptar la figura de un “relator”, como se llamó, verbalmente, a un facilitador con funciones de “mediador”, fue un error.
Sánchez quiso aprovechar para gobernar el apoyo separatista conseguido para tumbar a un Rajoy afectado por la corrupción
Tras internarse en terreno adversario, hubo una apresurada retirada. Se hizo la luz tras las advertencias de históricos como Gonzalez o Guerra y de algún que otro “barón”. Los posibles indultos sobrevuelan el debate político. Sánchez no parece rechazarlos, pero tampoco indica unas eventuales condiciones favorables al constitucionalismo como, pe, el arrepentimiento. Borrell es quien más solvencia socialista tiene respecto de Cataluña, pero le ataron en Exteriores y, ahora, le mandan al Parlamento Europeo.
Sánchez quiso aprovechar para gobernar el apoyo separatista conseguido para tumbar a un Rajoy afectado por la corrupción del PP en lugar de convocar pronto elecciones como había apuntado. Intentó aprobar los presupuestos de 2019 apoyándose en semejante compañía. Tampoco parece aceptable que el nacionalismo pueda prevalecer en los socialismos de Baleares, País Vasco, Navarra y Cataluña.
Esos presupuestos eran socialmente deseables, aunque con ingresos inflados, según señalaron fuentes solventes. Los “viernes sociales” ampliaron con sabor electoralista el déficit con un Parlamento ya disuelto y, por otra parte, una economía de baja productividad, necesitada de reformas estructurales aplazadas por unos y otros cuando puede avecinarse una nueva crisis. Al prestigioso semanario liberal “The Economist” le preocupa tanto esta situación que pide un gobierno fuerte, incluso del PSOE.
La cuestión de la exhumación de Franco prometida por Sánchez (aprobada por el Parlamento en mayo de 2017 e ignorada por Rajoy) evidenció improvisación. La fecha del 10 de junio para realizarla, anunciada por no haber cumplido aún esta promesa, dejó en el aire qué gobierno la ejecutará si la justicia no lo retrasa.
Lo peor de esta Legislatura fue la dificultad de los tres principales partidos “constitucionales” (PP, PSOE y C´s) en ponerse de acuerdo en temas de Estado. Convendría que el nuevo Gobierno, cualquiera que sea, busque seriamente compromisos en estas cuestiones.
Carlos Miranda es Embajador de España