¿Quién no ha tenido alguna vez un lapsus de memoria? Se nos olvida un nombre, un título de una película y en ese momento, parece el drama. Si estos problemas de memoria son generalmente inofensivos, si persisten, pueden ser inquietantes y requieren tratamiento médico.
Podemos comparar la memoria a una gigantesca biblioteca que puede almacenar información tanto a corto como a largo plazo. La puerta principal de esta biblioteca es la captura de la información a través de nuestros diferentes sentidos. La información que llega al cerebro a través de la vista o el oído, y pasa por el córtex prefrontal, se le denomina como el lugar de la memoria sensorial. La información no es tratada, solo retenida durante un segundo. Rápidamente llega a la zona de la visión, el lóbulo posterior (occipital) que analiza: «Conozco lo que estoy viendo.»
La información se transmite a otra red neuronal, que retendrá esta información un poco más: unos pocos segundos, que es la memoria a corto plazo, memoria de trabajo, capaz de almacenar hasta siete informaciones a la vez. Sin embargo, para que esta información sea retenida por más tiempo, debe pasar por un circuito bastante complicado, en el centro del cerebro. La información será codificada, catalogado; recibe una especie de “etiqueta” que la data, otra que la relaciona con los recuerdos y los conocimientos ya adquiridos. Una vez completado este proceso, la información se almacena en el hipocampo, lugar de la memoria a largo plazo.
Pero, ¿por qué olvidamos? ¿Qué es lo que olvidamos? ¿Por qué algunos recuerdos son más resistentes que otros al olvido? ¿Cuando tiene uno que preocuparse por su falta de memoria? A continuación, te lo explicamos.
El olvido es la situación en la que no podemos recordar algo cuando lo deseamos. El olvido afecta a todos los tipos de memoria: autobiográfica, la de aprendizaje e incluso la memoria prospectiva, y eso hace posible que se olvide un nombre, un código, una ruta que conocíamos en el pasado, un texto que hemos aprendido … el olvido no significa necesariamente que un recuerdo se ha ido, simplemente puede ser difícil de recuperar. Así pues, podemos recordar cosas que suceden, incluso a los demás, pero no podemos hacerlo con total libertad o a demanda.
Parece que el olvido se debe a dos factores, en primer lugar, el hecho de que la memoria puede deteriorarse, especialmente si no hemos buscado esa información en algún tiempo, y en segundo lugar porque hemos memorizado otras informaciones cercanas que interfieren con la información más antigua.
Algunos recuerdos son más resistentes que otros al olvido. Cuanto más se utilice un recuerdo y cuanto más sea buscado con regularidad, más se anclará en nuestra memoria y es poco probable que se olvide. Por ejemplo, si utiliza un número de teléfono todos los días, este será memorizado rápidamente, pero si se llama pocas veces a la semana a ese número, es posible que se olvide. Por otra parte, las actividades que las realizamos automáticamente, y habilidades como montar en bicicleta, nadar, conducir… son más difícil de olvidar incluso entre las personas que padecen grandes trastornos de memoria.
Amnesia infantil
Los niños muy pequeños e incluso bebés están dotados de una memoria muy eficiente, pero lo normal es olvidar lo primeros recuerdos. Según Freud, esta amnesia infantil se debe a la represión. Desde una perspectiva neurocientífica, la amnesia infantil podría ser debida al hecho de que los primeros recuerdos fueron adquiridos en una etapa en la que el niño no tiene o no ha aprendido todavía ningún lenguaje, y donde sus capacidades perceptivas y motoras son radicalmente diferentes de las que desarrollarán a partir de los 3 años. Esta diferencia de contexto entre la creación de la memoria y su recuperación podría explicar la incapacidad de encontrar recuerdos muy tempranos.
Por otra parte, también podemos pensar que el sistema de memoria está todavía inmaduro y hace que la conservación y la evocación de los primeros recuerdos sean demasiado frágiles para ser guardados.
¿Cuando preocuparse por la falta de memoria?
El olvido, afortunadamente, no siempre se corresponde con una enfermedad de memoria. Nuestra falta de memoria puede provenir de la falta de disponibilidad, es decir, la falta de atención o por la fatiga física, o cuando algo nos preocupa. Por otra parte, en algunos casos, puede ser necesario olvidar todo cuando se ha experimentado un suceso traumático.
También hay que aceptar que a medida que se envejece, nuestra memoria nos juega malas pasadas, y corremos el riesgo de olvidar más y más información, no solo debido al envejecimiento fisiológico de las estructuras que participan en las diferentes etapas de almacenamiento, sino también porque es probable que causen una mayor interferencia de la cantidad de información almacenada.
En general, es el entorno el que más se preocupa por las omisiones de un ser querido, especialmente cuando esto llega a ser incapacitante. Debe preocuparse cuando estos descuidos que afectan a la información conocida del individuo y, sobre todo, cuando no parece ser consciente. El olvido se convierte en masivo, y se conoce como falta de memoria, es decir, incapacidad para aprender y se produce cuando el hipocampo se ve afectado en ambos hemisferios.