Dueño de una de las mayores fortunas de España, rayana en los dos mil millones de dólares, no parece sin embargo que a Florentino Pérez lo que más le haya divertido en la vida haya sido acumular dinero sino poder. O, más exactamente, influencia. Que al final es también poder sí… pero de influir, que es tal vez el más adictivo de todos. Al servicio de esa ambición lo ha interpuesto y lo ha sacrificado todo. Y es que, si alcanzar el poder ya es en sí mismo un empeño difícil, retenerlo es misión reservada solo a los grandes líderes. Y, qué duda cabe, Florentino, lo es.
Hombre polifacético, este ingeniero de Caminos ha pasado por la política, en la que nunca llegó a hacer carrera, tal vez porque no se lo propuso. Fue Director General de Infraestructuras con la extinta UCD y de aquella experiencia retuvo solo las habilidades imprescindibles que luego le resultarían de suma utilidad en su vida posterior. Más largo ha sido su recorrido por el mundo de la empresa, en el que sí ha llegado a alcanzar las más altas responsabilidades – su constructora ACS está entre las tres más importantes del mundo. Pero su faceta más controvertida, y tal vez la que más haya conseguido apasionarle, ha sido su paso por el mundo del fútbol, llegando a ocupar en dos ocasiones -cargo en el que a día de hoy no parece tener rival- la presidencia del club más importante del mundo, el Real Madrid de sus amores.
«Yo soy mi mejor portavoz», ha dicho en reiteradas ocasiones de sí mismo. Aunque tampoco le hubiera hecho falta porque nunca ha carecido de quienes a su alrededor, le han alabado hasta extremos rayanos en la mistificación religiosa: «Florentino es un ser superior», dijo en celebrada ocasión, Emilio Butragueño, brillante jugador -que lo fue- del equipo blanco y convertido años después en vicepresidente para asuntos deportivos del club de Concha Espina. Florentino Pérez será siempre recordado por ser el factotum de los ‘Galácticos’, jugadores pagados -por primera vez- como auténticas estrellas de Hollywood. El portugués Luis Figo fue el primero de una larga lista que tiene, de momento, su culminación con Cristiano Ronaldo.
Si siempre se ha dicho que el palco del Real Madrid fue un lugar de encuentro privilegiado entre los poderosos de este país para cerrar fructíferos y multimillonarios acuerdos, con «Floro», este estado de cosas llegó al paroxismo. Un palco que no es solo lugar de encuentro obligado de empresarios del máximo nivel sino de ministros, representantes de la oposición política y hasta presidentes del Gobierno. La nómina de políticos ‘merengues’ es de lo más distinguida: Javier Solana o Alfredo Pérez-Rubalcaba en sus épocas doradas pero también del propio José María Aznar, cuando le viene en gana. Antes y después de ser presidente del Gobierno. De Mariano Rajoy sabemos que es también madridista, aunque tenga el corazón repartido con su ‘celtiña’. Otros como Zapatero eran del Barça y jamás lo ocultaron.
Un imperio llamado ACS
Florentino sabe hacer dinero, casi de la nada. Una habilidad reservada a muy pocos mortales. Desde el día en el que acudió al Fondo de Garantía de Depósitos y por cinco millones adquirió la quebrada ‘Construcciones Padrós’, germen de la que es hoy ACS, a la que convirtió en 2009 en la segunda constructora del mundo según Forbes, solo por detrás de Vinci y con una capitalización bursátil superior a los 11.500 millones de euros.
Desde 1997, Florentino es presidente de ACS a la que ha convertido en el primer grupo constructor y de servicios de España y del que él mismo es el tercer accionista, a través entre otros de Inversiones Vesan. ACS está presente en Iberdrola y en Abertis, de la que Florentino es también vicepresidente.
Con Floro, ‘sky is the limit’
Pero, como ya se ha dicho, donde ‘Floro’ ha prestado su ‘expertise’ en modo superlativo ha sido en mundo del fútbol, al frente de su club. Pionero en una idea, la explotación de los derechos de imagen de los futbolistas, la ha rentabilizado hasta el paroxismo, haciendo de oro a los jugadores y llenando las arcas de un club, el Real Madrid, que cuando llegó a la presidencia tenía un agujero en sus arcas de más de 300 millones de pesetas.
Su ejemplo cundió y, no solo clubes españoles como el Fútbol Club Barcelona, sino del mundo entero, comenzaron a hacer lo mismo. Su concepción de la jugada, nunca mejor dicho, no podía ser más simple. Hasta esa fecha, los jugadores apenas se beneficiaban de su imagen y los clubes a los que pertenecían no percibían ni un euro -ni un duro de la época- por ella. Si Figo, el primer gran hallazgo en este campo, anunciaba un producto, el que fuera, se llevaba 20 millones. Si lo empezaba a hacer con la camiseta del Real Madrid, 200. El negocio estaba servido. Los líos con Hacienda aún tardarían años en llegar. Y en ello están muchos, y si no, que se lo pregunten a Cristiano, a Messi o a tantos otros.
Florentino Pérez también fue pionero en explotar el patrimonio inmobiliario de los clubes, intocable hasta aquel momento. Y en conseguir recalificaciones de suelo -como la de los terrenos de la Ciudad Deportiva que el club poseía en pleno Paseo de la Castellana– en controvertidas operaciones, que han dejado las arcas del Real Madrid más boyantes que nunca. Mendoza o Sanz, nunca se hubieran atrevido a tanto.