España destaca en indicadores de sostenibilidad al compararse con otros países, pero suspende en crecimiento y prosperidad económica, y sus empresas se están quedando atrás en intensidad de investigación y desarrollo (I+D) y en capital invertido, según un informe publicado por la consultora McKinsey & Company. El informe ‘Garantizar la competitividad de Europa. Abordar su brecha tecnológica’, elaborado por McKinsey Global Institute, examina en detalle la situación de nueve países europeos en relación con el crecimiento sostenible e inclusivo e indica en qué punto se encuentran las empresas de cada uno de ellos.
Sobre España, destaca que tiene buenos datos sobre sostenibilidad. Por ejemplo, su volumen de emisiones de dióxido de carbono (CO2) per cápita, tomando el dato de 2018, es inferior al de la media de los 30 países europeos analizados en el estudio (los miembros de la UE, más Reino Unido, Noruega y Suiza) y al de China y es mucho menor que el de Estados Unidos, algo que McKinsey atribuye al elevado uso de energía solar en el país.
España también produce menos emisiones de CO2 por unidad de Producto Interior Bruto (PIB) que Estados Unidos y China, aunque está algo por encima de la media de los países europeos, según las cifras de 2018. Y en cuanto al consumo de combustibles fósiles (2019), es ligeramente inferior al de Europa y menor que el de Estados Unidos y China.
Otro tema sobre el que reflexiona la consultora es la inclusión y el bienestar, y las conclusiones sobre España son variadas. Mientras que su posición es muy buena en cuanto al progreso social (2020) y la esperanza de vida (2019), se aleja de la media europea en la movilidad social (2020), la desigualdad de ingresos (2018) y, sobre todo, la tasa de pobreza (2018).
EL PIB PER CÁPITA DE ESPAÑA HA CRECIDO MENOS QUE EL DE EUROPA
En lo referente al crecimiento y la prosperidad, España tiene peores registros que en otros ámbitos. El crecimiento del PIB per cápita entre 2000 y 2019 fue inferior al de China, Estados Unidos y los países europeos, lo cual «refleja el hecho de que España sufrió gravemente la crisis inmobiliaria de 2008 y la posterior crisis de la eurozona», según el informe de McKinsey. Respecto al flujo de inversión extranjera directa (2019) y la deuda privada (2020), España está muy cerca de la media europea, pero el saldo de su cuenta corriente es algo peor que el de Europa y tiene una deuda pública mayor, tomando los datos de 2020 en estos dos últimos aspectos.
Por último, la ficha de España incluye un análisis de las empresas. En la comparación con Estados Unidos y Europa, las empresas españolas salen mal paradas en lo relativo al retorno del capital invertido y a la intensidad de I+D, cuyos niveles están un 36% y un 52% por debajo de las compañías estadounidenses, respectivamente. «Un retorno de la inversión relativamente débil puede, en cierto modo, reflejar un peso importante del sector de las infraestructuras y de las empresas de comercio minorista», apunta el estudio.
En cambio, el crecimiento de los ingresos de las compañías españolas es mucho mayor que el de las europeas y se sitúa cerca de las estadounidenses, algo que se podría explicar, según McKinsey, por la fuerte recuperación experimentada tras la crisis económica que sufrió España desde 2008. En inversión (gastos de capital y capital invertido), las empresas españolas no se alejan demasiado de las europeas y las de Estados Unidos.
LAS EMPRESAS EUROPEAS, REZAGADAS EN EL ÁREA TECNOLÓGICA
El informe ‘Garantizar la competitividad de Europa. Abordar su brecha tecnológica’ indica que las empresas europeas podrían sumar un valor de entre dos y cuatro billones de euros al año de aquí a 2040 si se ponen al día en competitividad empresarial y tecnológica. Las grandes compañías europeas están creciendo a un ritmo un 50% inferior que las de Estados Unidos, además de estar generando retornos más bajos e invirtiendo un 40% menos en I+D, principalmente porque están rezagadas en el área tecnológica, según el estudio. Observando diez tecnologías transversales presentes en la mayoría de los sectores, Europa solo lidera en dos de ellas, y tiene una brecha media del 30% respecto a la región que se sitúa a la cabeza en indicadores sobre innovación, producción y adopción.
EUROPA DEBE ACTUAR PARA NO QUEDARSE ATRÁS
A medida que la tecnología se difunde por los distintos sectores, determinando cada vez más las dinámicas de la competitividad, los actores europeos se vuelven más vulnerables, incluso en sus bastiones tradicionales, como la automoción. «Si no se ataja, esta crisis a cámara lenta dejará en desventaja a Europa en muchas dimensiones, como el crecimiento, la inclusión y la sostenibilidad, así como en su autonomía estratégica y su voz en el mundo», advierte la consultora.
El presidente del McKinsey Global Institute, Sven Smit, ha afirmado que «Europa está sufriendo una crisis energética que lleva décadas gestándose» y ahora debe «trabajar duro para no enfrentarse a una situación similar con la tecnología dentro de una o dos décadas». «Afortunadamente, hay un fuerte empuje entre los líderes europeos para emprender acciones decisivas; extendámoslo de la energía a las capacidades tecnológicas», ha declarado. Por su parte, Alejandro Beltrán, socio director de la firma, ha explicado que «los CEO están preocupados por esa difícil combinación en la que los crecientes precios energéticos y los competidores tecnológicos de mayor tamaño les están dejando atrás».
Beltrán ha asegurado que «Europa tiene muchas fortalezas que puede potenciar y, aunque no puede pretender ser líder en todas las tecnologías de vanguardia, debería tener la confianza de aspirar a liderar en algunas de ellas». En su informe, McKinsey plantea una serie de recomendaciones a las empresas y las autoridades europeas para que acelerar y escalar sea más fácil. Propone, por ejemplo, compras conjuntas en áreas vinculadas a la innovación, desde la defensa hasta la sanidad, y establecer mecanismos para que los procesos de tomas de decisión y de aprobación de normas sean más rápidos.
A los empresarios les insta a asumir más riesgos e incrementar la competitividad fijando objetivos a largo plazo que sean elásticos, ajustando los incentivos y recurriendo a fusiones y adquisiciones y alianzas programáticas para escalar y mejorar las capacidades.