En 1990 Cebrián miraba con desprecio a las televisiones privadas desde la sofisticada Canal +: las Mama Chicho eran la estridente imagen de Telecinco y Antena 3 emitía grises programas de su cadena radiofónica.
Trece años después, en pleno boom de los programas del corazón, el entonces CEO de Prisa y padrino de Localia TV decía que «la telebasura nos desvía de lo importante». Dos años después, cuando estaba a punto de nacer su tercer hijo audiovisual, Cuatro, despreció la línea editorial de Telecinco por su querencia por los realities.
Vasile, harto de la arrogancia de El País, bramó contra el elitismo de su rival: «El único que vende porno en España que quiere moralizar al mundo». El CEO italiano se cobraría unos años después la venganza: compró Cuatro y los Ondas premiaron a su comunicador más polémico: Jorge Javier Vázquez.
CEBRIÁN, NUEVO PERSONAJE DEL CORAZÓN
Juan Luis Cebrián ha dejado de ser látigo de la telebasura para convertirse por voluntad propia en un personaje de la prensa del colorín: en noviembre cedió unas fotografías de su boda por el rito ortodoxo rumano a la revista ¡Hola! de su buen amigo Eduardo Sánchez Pérez.
La semana pasada el exdirector de El País y expresidente de Prisa abría su corazón junto a Mihaela Mihalcia en las páginas de Vanity Fair, prensa rosa tolerada por la ‘gauche divine’ española. La izquierda caviar cree que en la prensa rosa también hay clases.
LAS TRECE PÁGINAS DEL DELITO
El Darth Vader mediático junto a su tercera esposa han llenado trece páginas de Vanity Fair. El periodista no ha hablado de sus contradicciones, a Évole le dijo que las resolvía con su psicoanalista, ni desveló las veces que se masturba al día, tal y como invitó a Carlos Alsina a preguntarle.
Cebrián explica que conoció a su mujer, treinta años menor que ella, «un poco por casualidad, tomando una copa. Ella me cayó simpática, pero no fue un amor a primera vista». La empresaria dice que fue una pedida de mano «muy bonita, muy romántica. Con el anillo y todo, se puso de rodillas a lo clásico».
Miki, así la llama en la intimidad, afirma que «Juan baila fenomenal» y dice, para divertimento de Twitter, que «Juan nunca me ha puesto ningún límite, no me ha dicho cómo me tengo que vestir ni comportar. Me ha dejado ser libre».
La empresaria llama en broma «comunista» al último jefe de informativos de TVE de Franco. Y a él le pierde su falta de malicia: «Sobre todo me interesa mucho su opinión, porque es virgen. No tiene prejuicios».
INCOMUNICACIÓN
Parece mentira que Juan Luis Cebrián haya sido uno de los periodistas más influyentes del país durante más de cuatro décadas. Su talento e intuición quedaron probados con el éxito de El País. Más adelante fue mano derecha de Polanco en toda suerte de negocios y guerras.
Y decimos que parece mentira porque sus escasas y erráticas apariciones públicas casi siempre le dejan en mal lugar: en Onda Cero se mostró esquivo ante Alsina y cuando acabó la entrevista alzó la voz para protestar por las preguntas.
Con Évole tampoco demostró acierto. Y sus irrupciones en ¡Hola! o Vanity Fair no aportan nada a su imagen, aunque quizás contribuyan a estimular su ego. En El País sigue publicando, por ahora, artículos sobre vida política. Con la comunicación no se atreve.
NUEVE MESES
Cebrián ha sido noticia por cinco asuntos en los nueve meses que van desde su caída profesional hasta hoy: su boda en ¡Hola!, su amor en Vanity Fair, su derrota judicial contra El Confidencial por los papeles de Panamá, su fichaje por el despacho de abogados de Javier Cremades, y su fallido salto para presidir la RAE que él confirmó… ¡en ABC!
Estos dos últimos asuntos evidencian su realidad: a Cebrián le han tocado pocas veces la puerta después de demostrar su miopía empresarial y su vinculación con Prisa puede acabar en cuando apadrine otro medio, tal y como afirma el run run que circula por los mentideros de la Villa y Corte.
«Juan nunca me ha puesto ningún límite, no me ha dicho cómo me tengo que vestir ni comportar. Me ha dejado ser libre».
En la actualidad disfruta de Miki y de sus controvertidos amigos: Antonio Navalón o Massoud Zandi. Lejos quedan los tiempos en los que Cebrián miraba con suficiencia a La Movida porque él prefería a Sabina y Krahe en el sótano de La Mandrágora.
Ahora el brillante periodista convertido en discutido empresario tendrá que reconciliarse con el público que le abucheó por sus excesos. Tocará visitar otros sótanos culturales tras haber pedido audiencia en Zarzuela y haber perdido el favor de un establishment amnésico cuando algún cuate cae en desgracia. Se llame Cebrián o FG…