Vivimos tiempos de descanso esquivo, noches en vela y mañanas de plomo que achacamos, casi por inercia, a la omnipresente pantalla azul. Sin embargo, ese ladrón de nuestro preciado sueño reparador podría tener un cómplice mucho más insospechado y cotidiano, uno que se sienta a la mesa con nosotros cada noche. La luz del móvil interfiere, por supuesto, pero centrar toda la culpa en la tecnología nos impide ver un factor que depende exclusivamente de nuestras decisiones antes de apagar la luz y buscar el abrazo de Morfeo.
Resulta que ese festín nocturno, esa costumbre tan arraigada de cenar copiosamente y justo antes de meternos en la cama, especialmente si incluye platos muy pesados, cargados de picante o repletos de azúcares, es un sabotaje directo a nuestro descanso. El cuerpo, lejos de prepararse para la calma nocturna, se ve forzado a una digestión laboriosa que interfiere con los ciclos naturales del descanso, convirtiendo la cama en un campo de batalla metabólico en lugar de un remanso de paz. Identificar este hábito es el primer paso para empezar a dormir mejor, recuperando esas horas vitales que tanto necesitamos.
5RECUPERAR EL SUEÑO PERDIDO: PEQUEÑOS CAMBIOS, GRANDES NOCHES

La solución no pasa necesariamente por renunciar a nuestros platos favoritos, sino por ajustar los horarios. Intentar cenar al menos dos o tres horas antes de acostarse permite que la mayor parte de la digestión se complete, dando al cuerpo la oportunidad de entrar en modo descanso sin interferencias metabólicas significativas, facilitando la conciliación de un sueño tranquilo. Este simple cambio de rutina puede tener un impacto sorprendente en la calidad del descanso nocturno, devolviéndonos parte del control sobre nuestro sueño.
Si las circunstancias obligan a una cena tardía, optar por preparaciones más ligeras, bajas en grasas, picantes moderados y azúcares reducidos marca una gran diferencia. Verduras cocidas, proteínas magras como el pescado o el pollo a la plancha, y carbohidratos complejos en pequeñas cantidades son aliados, ayudando a evitar esa batalla nocturna en el estómago que nos roba horas preciosas de un buen sueño y nos deja agotados al día siguiente. Escuchar al cuerpo y facilitarle la transición hacia el descanso es clave para proteger nuestro valioso sueño.