Vivimos tiempos de descanso esquivo, noches en vela y mañanas de plomo que achacamos, casi por inercia, a la omnipresente pantalla azul. Sin embargo, ese ladrón de nuestro preciado sueño reparador podría tener un cómplice mucho más insospechado y cotidiano, uno que se sienta a la mesa con nosotros cada noche. La luz del móvil interfiere, por supuesto, pero centrar toda la culpa en la tecnología nos impide ver un factor que depende exclusivamente de nuestras decisiones antes de apagar la luz y buscar el abrazo de Morfeo.
Resulta que ese festín nocturno, esa costumbre tan arraigada de cenar copiosamente y justo antes de meternos en la cama, especialmente si incluye platos muy pesados, cargados de picante o repletos de azúcares, es un sabotaje directo a nuestro descanso. El cuerpo, lejos de prepararse para la calma nocturna, se ve forzado a una digestión laboriosa que interfiere con los ciclos naturales del descanso, convirtiendo la cama en un campo de batalla metabólico en lugar de un remanso de paz. Identificar este hábito es el primer paso para empezar a dormir mejor, recuperando esas horas vitales que tanto necesitamos.
1CUANDO EL ESTÓMAGO TRABAJA, EL CEREBRO NO DESCANSA

El proceso digestivo es una tarea que exige una cantidad considerable de energía y recursos por parte del organismo. Cuando nos tumbamos poco después de una cena abundante, el sistema digestivo se pone a trabajar a pleno rendimiento, desviando flujo sanguíneo hacia el estómago y los intestinos, justo cuando el cerebro debería estar iniciando las fases de relajación y preparación para el sueño profundo. Es una simple cuestión fisiológica, una especie de conflicto de intereses interno donde la necesidad de procesar alimentos compite directamente con la señal de apagar motores y descansar. El cuerpo no puede entregarse por completo al reposo si una de sus funciones más demandantes está en plena ebullición.
Esta actividad interna puede manifestarse como una sensación de pesadez, hinchazón o incluso acidez, síntomas que dificultan enormemente encontrar una postura cómoda y conciliar el sueño. El cuerpo está ocupado descomponiendo alimentos, enviando señales de actividad en lugar de las de reposo necesarias para un descanso nocturno efectivo, lo que fragmenta la calidad de nuestro valioso sueño. Intentar dormir con el estómago en plena faena es como pretender echar una siesta en medio de una obra; simplemente, no funciona como debería y afecta negativamente a la calidad del sueño.