La finca Valle Salvaje es un caldero de tensiones donde las pasiones humanas se estrellan como truenos en la tormenta. Aquello que comenzó como un intento de Leonardo para redimir su comportamiento ante los Gálvez de Aguirre se ha tornado en un campo de batalla, de ahí que la vivencia física y la emocional amenacen con devorar todo a su paso.
El encargado de la finca se desploma rendido, como víctima del cansancio y de la desesperación, mientras que, en las tinieblas, otros personajes comenzarán a ir tejiendo las propias, Rafael, tirante entre la lealtad que debe a su padre y con la compasión creciente que siente hacia Leonardo, asumiendo el reto cara a cara que le enfrenta a José Luis.
2LA DIGNIDAD QUE QUEMA EN VALLE SALVAJE

Raimunda no llegó a la granja de Valle Salvaje optando por mendigar, sino que llegó exigiendo justicia. Su voz no vaciló en el momento en que se plantó frente a José Luis. Pero el desprecio del duque no solo le hizo daño a ella, sino que también deterioró la memoria del hombre que la había amado. «Mi padre te utilizó como un juguete de nada», le escupió José Luis, al decir esto pensó que todo estaba alcanzando suficiente profundidad para precipitarla. Pero José Luis erraba al subestimar el fuego que ardía en esa mujer.
Raimunda no se doblegó y dejó en el aire una advertencia tácita. «Los muertos no se olvidan, y las deudas se abonan», manifestó. Atanasio, tras escuchar lo que había sucedido, no gritó, ni lloró, simplemente cerró las manos en un puño. Su madre le había enseñado que la sangre no se lava con sangre, pero también le había enseñado que hay límites que, una vez traspasados, ya no son objeto de perdón.
«Si no quiere reconocernos, le arrebataremos lo que sí puede perder», dijo a/bajo/por/bajo y recorriendo Valle Salvaje con su mirada. No se trataba de un plan espontáneo, sino de una fría estrategia. José Luis había cometido un error irreparable: pensar que la humillación siempre es vencedora. Por su parte, entre los trabajadores va tomando forma Raimunda, que comienza a circular, entre ellos, con un respeto que inquieta al duque.
Algunos rememoran a su padre, otros simplemente aprecian su intrepidez. En un espacio mental donde el poder se mide por el miedo que traes al cuerpo, Raimunda acaba de demostrar que hay algo más poderoso: el respeto adquirido a pulso. Y Atanasio quiere garantizar que nadie jamás olvide esa lección.