Entrar en el súper es casi un ritual semanal para millones de españoles, una tarea cotidiana que a menudo realizamos con el piloto automático puesto, recorriendo pasillos familiares en busca de nuestra lista de la compra. Los grandes supermercados, esos gigantes de la distribución, conocen al dedillo nuestros hábitos y debilidades, y despliegan un arsenal de técnicas sutiles pero tremendamente efectivas para influir en nuestras decisiones de compra, mucho más de lo que somos conscientes mientras empujamos el carrito. Son maestros en el arte de guiar nuestra mirada y nuestra mano hacia donde ellos quieren, convirtiendo el acto de abastecer la despensa en un calculado ejercicio de marketing.
Una de las estrategias más afinadas y, quizás, menos percibidas por el consumidor medio es la gestión de los productos con fecha de caducidad próxima. Lejos de esconderlos o relegarlos a un rincón olvidado, estos artículos a menudo ocupan posiciones privilegiadas en las estanterías, una táctica deliberada para asegurar su venta antes de que sea demasiado tarde. Este juego de colocación, perfectamente estudiado para maximizar beneficios y minimizar pérdidas, aprovecha nuestra tendencia a la comodidad y a las decisiones rápidas, transformando lo que podría ser un problema de stock en una oportunidad de venta de última hora que muchos aceptamos sin siquiera cuestionarlo.
4EL PASILLO DE LOS LÁCTEOS Y EMBUTIDOS: ZONAS CALIENTES DE ROTACIÓN

Existen secciones dentro de los supermercados donde la estrategia de colocación por caducidad es especialmente crítica y visible: hablamos de los refrigerados, como los lácteos, los yogures, los embutidos, las carnes envasadas o las ensaladas preparadas. Estos productos tienen, por naturaleza, una vida útil mucho más corta que los alimentos no perecederos, lo que obliga a una gestión de stock extremadamente cuidadosa y a una rotación constante. Es en estos pasillos fríos donde el consumidor avispado notará con más frecuencia cómo los envases con fechas más tempranas ocupan las primeras posiciones, un baile logístico diario para asegurar que lo más antiguo se venda antes.
El personal de estos establecimientos dedica una parte importante de su jornada a la «rotación» de estos productos sensibles, un proceso que consiste precisamente en revisar fechas y reordenar las baldas para cumplir con la premisa de sacar primero lo que antes caduca. Aunque pueda parecer una tarea tediosa, es fundamental para la rentabilidad de los supermercados y para minimizar las mermas. Para el cliente, esto significa que, si no se toma la molestia de mirar más allá de la primera fila, es muy probable que acabe llevando a casa un producto al que le quedan pocos días de margen, perfectamente apto para el consumo, pero que condiciona su planificación de comidas.