jueves, 24 abril 2025

Así consiguen los supermercados que compres productos que caducan pronto: el truco de la colocación

Entrar en el súper es casi un ritual semanal para millones de españoles, una tarea cotidiana que a menudo realizamos con el piloto automático puesto, recorriendo pasillos familiares en busca de nuestra lista de la compra. Los grandes supermercados, esos gigantes de la distribución, conocen al dedillo nuestros hábitos y debilidades, y despliegan un arsenal de técnicas sutiles pero tremendamente efectivas para influir en nuestras decisiones de compra, mucho más de lo que somos conscientes mientras empujamos el carrito. Son maestros en el arte de guiar nuestra mirada y nuestra mano hacia donde ellos quieren, convirtiendo el acto de abastecer la despensa en un calculado ejercicio de marketing.

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Una de las estrategias más afinadas y, quizás, menos percibidas por el consumidor medio es la gestión de los productos con fecha de caducidad próxima. Lejos de esconderlos o relegarlos a un rincón olvidado, estos artículos a menudo ocupan posiciones privilegiadas en las estanterías, una táctica deliberada para asegurar su venta antes de que sea demasiado tarde. Este juego de colocación, perfectamente estudiado para maximizar beneficios y minimizar pérdidas, aprovecha nuestra tendencia a la comodidad y a las decisiones rápidas, transformando lo que podría ser un problema de stock en una oportunidad de venta de última hora que muchos aceptamos sin siquiera cuestionarlo.

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JUGANDO CON LA URGENCIA: EL RELOJ INVISIBLE DE LA CADUCIDAD

Fuente Pexels

La proximidad de la fecha de caducidad puede convertirse, paradójicamente, en un argumento de venta si se gestiona adecuadamente. Algunos establecimientos no solo colocan estos productos en lugares visibles, sino que a veces los señalan específicamente con etiquetas de descuento adicionales o advertencias claras sobre su corta vida útil, transformando una limitación en un disparador de compra. Esta transparencia calculada, lejos de disuadirnos, puede generar una sensación de urgencia, impulsándonos a adquirir el producto bajo la idea de «aprovecharlo ahora» o de «rescatarlo» antes de que se desperdicie, apelando a nuestra conciencia sobre el despilfarro alimentario.

Este enfoque juega con un interesante conflicto interno en el consumidor: el deseo de obtener alimentos lo más frescos posible frente a la aversión a tirar comida. Al presentarnos un producto cercano a su fecha límite con un incentivo (ya sea de precio o de «oportunidad»), los supermercados inclinan la balanza hacia la compra inmediata. Nos convencen sutilmente de que estamos haciendo una elección práctica y responsable, cuando en realidad estamos respondiendo a una estrategia diseñada para mover inventario rápidamente, adaptando nuestros planes de consumo a las necesidades logísticas del vendedor en lugar de a las nuestras propias a largo plazo.


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