Entrar en el súper es casi un ritual semanal para millones de españoles, una tarea cotidiana que a menudo realizamos con el piloto automático puesto, recorriendo pasillos familiares en busca de nuestra lista de la compra. Los grandes supermercados, esos gigantes de la distribución, conocen al dedillo nuestros hábitos y debilidades, y despliegan un arsenal de técnicas sutiles pero tremendamente efectivas para influir en nuestras decisiones de compra, mucho más de lo que somos conscientes mientras empujamos el carrito. Son maestros en el arte de guiar nuestra mirada y nuestra mano hacia donde ellos quieren, convirtiendo el acto de abastecer la despensa en un calculado ejercicio de marketing.
Una de las estrategias más afinadas y, quizás, menos percibidas por el consumidor medio es la gestión de los productos con fecha de caducidad próxima. Lejos de esconderlos o relegarlos a un rincón olvidado, estos artículos a menudo ocupan posiciones privilegiadas en las estanterías, una táctica deliberada para asegurar su venta antes de que sea demasiado tarde. Este juego de colocación, perfectamente estudiado para maximizar beneficios y minimizar pérdidas, aprovecha nuestra tendencia a la comodidad y a las decisiones rápidas, transformando lo que podría ser un problema de stock en una oportunidad de venta de última hora que muchos aceptamos sin siquiera cuestionarlo.
2ISLAS DE OPORTUNIDAD: LA TENTACIÓN DE LA OFERTA IRRESISTIBLE

Otro escenario clásico donde los productos a punto de caducar encuentran un hogar temporal son las llamadas «islas de oportunidad» o las cabeceras de góndola, esos espacios destacados al final de los pasillos o en zonas de alto tránsito. Estos expositores suelen presentar artículos con carteles llamativos de «oferta», «últimas unidades» o «precio rebajado», creando una sensación de chollo que atrae nuestra atención de inmediato. Sin embargo, no es raro que una parte significativa de estos productos ofertados comparta la característica de tener una fecha de consumo preferente o caducidad muy próxima, una información que a veces queda en segundo plano frente al atractivo del descuento anunciado por los supermercados.
La efectividad de esta táctica reside en apelar directamente a nuestro deseo de ahorrar y a la percepción de estar haciendo una compra inteligente. Nos sentimos astutos al encontrar un producto que necesitamos a un precio inferior al habitual, y esa satisfacción puede eclipsar la comprobación de otros detalles, como la vida útil restante del artículo. Los supermercados aprovechan esta mentalidad del cazador de ofertas, utilizando el reclamo del precio para acelerar la rotación de productos que, de otro modo, podrían tener dificultades para venderse antes de expirar, convirtiendo una potencial pérdida en un ingreso seguro gracias a nuestra búsqueda constante de la ganga.