Parece que personalizar el coche es casi una religión para algunos conductores, buscando ese toque distintivo que lo haga único. Sin embargo, no todas las modificaciones son bienvenidas ni seguras, y la DGT pone especial atención en aquellas que comprometen la seguridad vial de manera flagrante. Ciertas ‘mejoras’ estéticas pueden convertirse en un auténtico quebradero de cabeza, tanto para el bolsillo como para la integridad física, transformando un simple vehículo en un potencial peligro rodante si no se respetan las normas establecidas por las autoridades competentes en materia de tráfico y seguridad vial, algo que a menudo se olvida en el afán por destacar.
Hablamos de una práctica que, aunque pueda parecer inofensiva o meramente estética, esconde riesgos considerables y acarrea sanciones económicas muy severas si no se ajusta a la legalidad vigente. La tentación de oscurecer los cristales más allá de lo permitido puede salir muy cara, no solo por la multa que puede imponer Tráfico, sino por las consecuencias fatales que puede tener una visibilidad reducida al volante en determinadas circunstancias. Es una trampa en la que es fácil caer por desconocimiento o por simple imprudencia, ignorando que las normativas existen precisamente para protegernos a todos en la carretera y evitar situaciones de riesgo innecesarias que pueden terminar en tragedia.
3MÁS ALLÁ DE LA MULTA: LOS RIESGOS OCULTOS DE UNA VISIBILIDAD COMPROMETIDA

El peligro más evidente e inmediato de unas lunas tintadas ilegalmente, o con un grado de oscurecimiento excesivo incluso si son homologadas, es la drástica reducción del campo visual del conductor, un factor absolutamente crítico para poder anticiparse a cualquier imprevisto que surja en la carretera. No poder distinguir con la claridad y antelación necesarias a un peatón que se dispone a cruzar la calzada, una bicicleta que circula pegada al arcén, las señales de tráfico verticales u horizontales, o incluso otros vehículos en maniobras, incrementa peligrosamente el tiempo de reacción necesario para evitar una colisión o un atropello. En condiciones de circulación complejas como lluvia intensa, presencia de niebla densa o durante las horas nocturnas, esta falta de visibilidad adecuada se convierte en una auténtica ruleta rusa con consecuencias potencialmente letales.
Pero los riesgos inherentes a esta práctica ilegal no acaban ahí; existe un aspecto técnico fundamental que a menudo se pasa por alto por puro desconocimiento y que tiene que ver directamente con la seguridad pasiva del vehículo en caso de accidente. Los cristales originales de cualquier automóvil están diseñados y fabricados para romperse de una manera controlada y predecible en caso de impacto, minimizando así el riesgo de producir cortes graves a los ocupantes, pero una lámina no homologada o de mala calidad puede alterar este comportamiento programado, haciendo que el cristal se fragmente de forma irregular y mucho más peligrosa o, por el contrario, que no llegue a romperse cuando debería hacerlo para permitir una vía de evacuación rápida del habitáculo en una emergencia. La DGT recuerda que la seguridad estructural y la visibilidad van de la mano.