martes, 22 abril 2025

‘Valle Salvaje’: Saltan chispas entre Úrsula y Rafael

El sol se pone tras las montañas del Valle Salvaje, pero el calor no es del tiempo, sino de la tensión que se vive entre sus habitantes. La familia que se reencuentra se ha convertido en un campo de batalla emocional donde cada mirada, cada palabra, puede desatar lo que todos temen que pase: un escándalo que les arrebataría el control.

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En este capítulo 142 que se estrena esta tarde, las pocas piezas del tablero del juego se mueven con gran precisión, pero… ¿Quién tiene realmente el control? Lo descubrirán todos aquellos que sintonicen hoy la cadena pública.

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'Valle Salvaje': Saltan chispas entre Úrsula y Rafael
Fuente: RTVE

Mientras las pasiones se están consumiendo en la casa grande, Leonardo libra su propia batalla en los campos de Valle Salvaje; el trabajo como capataz no perdona a nadie y sus manos son testigos de ello, su cuerpo empieza a flaquear, pero para él el dolor del cuerpo no es nada en comparación con el peso que la carga de sus errores le impone sobre los hombros.

Bárbara ha sido su obsesión y su condena, y cada día, al despertarse, Leonardo confía en que un gesto suyo, aunque sea pequeño, le demuestre que todavía tiene una oportunidad, y parece que algo cambia: le hace un saludo más cálido, le sostiene la mirada tan solo un segundo más. «Ella no lo dice, pero tal vez… solo tal vez…», se va repitiendo, mientras sus ojos empiezan a nublarse con el sudor.

Pero la obsesión tiene un precio muy alto, sus fuerzas se están cansando, hay un brillo febril que empieza a enturbiar la mirada de sus ojos que no pasa inadvertido para los demás. José Luis y Victoria se interpelan mutuamente con un gesto de preocupación; ellos ya saben que la joven no se va a detener, por más que eso lo lleve al límite, al colapso.

Los días se confunden en una rutina de fatigas y esperanzas. Leonardo trabaja hasta desmayarse, pensando que por ese camino merece el perdón de Bárbara. Pero hay un pequeño detalle que no se percata: ella lo observa más de lo que le gustaría. Cada vez que él tropieza de cansancio, ella aprieta los meñiques; cuando él tose por la noche, ella da vueltas en la cama.

Una tarde, después de que Leonardo casi se desmaya bajo el sol, no puede por menos que acercarse. «Tú no servías de nada muerto», le lanza, pero le tiende un vaso con agua con mano temblorosamente temblorosa. Es un gesto mínimo, pero para él es un rayo en la penumbra. «Prefiero morir intentando que vivir arrepentido», responde, y por primera vez ella no tiene réplica.

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