La existencia de Bahar parecía, en efecto, avanzar hacia el sosiego. Había ido eligiendo la soledad, el sacrificio y el silencio como forma de vida, había ido aprendiendo a escuchar su corazón, pero el destino tenía otros planes.
La serie Renacer, que inició como un relato de empoderamiento femenino, pasa ahora a estar inmersa en un verdadero torbellino de batallas legales, traiciones familiares y luchas de poder que van batallando con el temple de su protagonista. Lo que comenzó como un despertar femenino se ha transformado en un conflicto en toda regla, donde cada pequeña victoria es nuevamente efímera y cada pequeña revelación, un nuevo golpe.
1LA GUERRA DE TIMUR

La revelación acerca de Timur en Renacer no solo desprenda a la familia, sino que provoca la erupción de un seísmo jurídico: cuando Umay, su hija, opta finalmente por no vivir con él, Bahar halla una ocasión para restituir lo que le pertenece; pero el derecho no siempre se encuentra del lado de quienes tienen la razón; y aunque la niña proclama su deseo, los órganos jurisdiccionales se desarrollan con la frialdad de una máquina automática.
Ya para entonces, Bahar se dispone a combatir y su casa —la casa que es la casa de su reconstrucción— se viene literalmente abajo; las goteras provocadas por la tormenta son una metáfora demasiado evidente: la estabilidad que tanto le costó alcanzar gotea entre sus dedos y, cuando el servicio de protección de la infancia viene a visitarla para analizar su adecuación como madre, la injusticia parece casi insoportable: ¿cómo probar la suficiencia emocional cuando el mundo parece conjurarse en tu contra?
Timur no es el único villano de la historia. Rengin, convertida ya en una sombra vengativa, pide que le devuelvan la hipoteca, una deuda que Bahar no puede pagar. El dinero, como en tantas otras ocasiones, es otra forma de controlar. En la convulsión, asoma la pregunta de hasta donde puede llegar Timur para ganar.