El seguro de hogar se presenta a menudo como ese manto protector que nos arropa en el peor momento, la garantía de que si algo falla en nuestra casa, un simple telefonazo bastará para poner fin a la calamidad y que todo vuelva a la normalidad sin que tengamos que rascarnos el bolsillo más de lo necesario. Es una idea reconfortante, ¿verdad?, casi utópica si nos paramos a pensar en la cantidad de variables y pequeños desastres que pueden ocurrir en el día a día de una vivienda y en lo intrincado que puede llegar a ser el mundo de las pólizas, tal y como señala con frecuencia la OCU en sus análisis pormenorizados. La realidad, sin embargo, pinta un paisaje con claroscuros, lleno de esos «peros» y excepciones que se esconden en la letra pequeña y que, llegado el momento de la verdad, pueden convertir la supuesta protección en una frustración mayúscula.
No es que las compañías aseguradoras jueguen al despiste adrede, aunque a veces lo parezca por la densidad y el lenguaje técnico de los contratos, es que el seguro se basa en la cobertura de riesgos específicos y accidentales, no en el mantenimiento ordinario ni en situaciones que no cumplen ciertos requisitos muy definidos. Entender qué cubre y, sobre todo, qué no cubre nuestra póliza es fundamental para evitar sorpresas desagradables y para no alimentar expectativas que la realidad de un siniestro se encargará de desinflar de golpe, dejándonos con un problema sin solución fácil y sin la ayuda económica que tanto esperábamos de ese seguro que pagamos religiosamente cada año. La clave está en desentrañar esos «vacíos legales» o, mejor dicho, esas exclusiones explícitas que, aunque estén ahí por escrito, a menudo pasamos por alto hasta que es demasiado tarde para reaccionar.
4COSAS BONITAS QUE NO CUBRE TU SEGURO: EL ENIGMA DE LA ESTÉTICA

Imaginemos que un escape de agua, cubierto por nuestra póliza, daña el parqué del salón, y el seguro accede a reparar o sustituir la zona afectada, un alivio considerable. Sin embargo, ¿qué ocurre si el parqué original ya no se fabrica o el nuevo material, aun siendo del mismo tipo, presenta ligeras variaciones de tono o vetado respecto al resto del suelo de la estancia, dejando un «parche» visible y antiestético? Aquí entra en juego la exclusión de los daños estéticos, una de las más habituales y menos comprendidas por los asegurados, quienes esperan que la reparación cubra no solo la funcionalidad sino también la armonía visual del conjunto, algo que no siempre ocurre si la póliza básica no incluye expresamente una cobertura de «daños estéticos» o «reconstrucción estética», según ha puesto de manifiesto la OCU en varios informes.
La mayoría de las pólizas básicas de hogar cubren la funcionalidad y la reparación de los daños materiales hasta dejar el bien en un estado similar al que tenía antes del siniestro en cuanto a utilidad, pero no garantizan que el resultado final sea estéticamente idéntico o armonioso con el resto de elementos que no se vieron afectados por el siniestro. Esto significa que, si un azulejo roto es reemplazado por otro similar pero de tono ligeramente diferente, o si una sección de una pared pintada necesita repintarse dejando una diferencia de color con el resto de la estancia, la compañía de seguros podría considerar que la reparación funcional está completada y negarse a cubrir el coste de reemplazar el suelo completo o pintar toda la pared para recuperar la uniformidad estética, a menos que exista esa cobertura específica de daños estéticos, que a menudo es una ampliación opcional con coste adicional, y cuya letra pequeña también hay que revisar con lupa según la OCU.