martes, 22 abril 2025

Este hábito nocturno está destrozando la calidad de tu sueño, y no es mirar pantallas

Las noches en vela, dar vueltas en la cama sin poder conciliar el descanso, despertarse sintiendo que apenas se ha pegado ojo… Son sensaciones demasiado familiares para una parte importante de la población española. Achacamos estos problemas a mil factores, desde el estrés laboral hasta la omnipresente luz azul de las pantallas que nos acompaña hasta el último minuto del día, pero a menudo pasamos por alto un culpable agazapado en nuestra rutina diaria, un hábito nocturno que está dinamitando la calidad de nuestro sueño de forma silenciosa pero implacable. Y no, no siempre es el móvil el principal villano de nuestras noches en blanco, aunque tampoco ayude precisamente.

Publicidad

El verdadero saboteador de nuestro descanso podría estar servido en nuestro plato cada noche, justo antes de meternos en la cama. Hablamos de esas cenas tardías, a menudo copiosas, cargadas de alimentos pesados, fritos, ultraprocesados, o con ese toque picante que tanto nos gusta, sin olvidar los postres repletos de azúcar que nos damos como capricho final. Aunque parezca un placer inocente, este tipo de ingestas cercanas a la hora de acostarse pone en marcha una maquinaria digestiva que choca frontalmente con los procesos naturales que el cuerpo necesita para un reposo efectivo, convirtiendo lo que debería ser un santuario de paz en un campo de batalla metabólico. Comprender cómo afecta esta costumbre a nuestro organismo es el primer paso para recuperar el control sobre nuestras noches y, por ende, sobre nuestra salud y bienestar general.

5
RECONQUISTANDO LA NOCHE: ESTRATEGIAS CULINARIAS PARA UN SUEÑO PROFUNDO

Fuente Freepik

Entonces, ¿qué podemos hacer para evitar que nuestras cenas saboteen nuestro descanso? La clave está en la planificación y en la elección inteligente de los alimentos y los horarios. Lo ideal sería cenar al menos dos o tres horas antes de acostarse, dando tiempo suficiente al cuerpo para realizar la mayor parte del proceso digestivo antes de entrar en modo reposo. Optar por cenas más ligeras, basadas en verduras, proteínas magras (como pescado o pollo a la plancha) y grasas saludables en cantidades moderadas, facilitará enormemente la digestión y preparará el terreno para un buen sueño.

Si el hambre aprieta más tarde, es preferible optar por un pequeño tentempié fácil de digerir, como un yogur natural, un puñado de frutos secos (sin exceso) o una pieza de fruta como un plátano, que contiene magnesio y potasio, minerales que favorecen la relajación muscular. Evitar el alcohol y la cafeína en las horas previas a dormir también es fundamental. En definitiva, prestar atención a lo que comemos y cuándo lo comemos por la noche es una estrategia poderosa y a menudo subestimada para mejorar drásticamente la calidad de nuestro sueño, recuperando esas noches de descanso profundo y reparador que tanto necesitamos para afrontar el día con energía y vitalidad.

Siguiente

Publicidad