Las ciudades españolas son un torbellino constante, un escenario donde la paciencia al volante a menudo brilla por su ausencia y las prisas marcan el ritmo. En este contexto, la Dirección General de Tráfico, conocida por todos como DGT, pone el acento en una maniobra que muchos realizan casi sin pensar, subestimando gravemente sus implicaciones. Hablamos de esa decisión de apenas un segundo, la de ignorar la luz roja del semáforo, que puede desembocar en la pérdida de una cantidad significativa de puntos del carnet, concretamente seis, una cifra que debería hacernos reflexionar sobre los riesgos que asumimos innecesariamente en nuestro día a día al volante por una ganancia de tiempo mínima o inexistente. La familiaridad con el entorno urbano y la repetición de trayectos pueden llevarnos a una peligrosa relajación de las normas más elementales de seguridad vial, olvidando que cada semáforo, cada señal, tiene una razón de ser fundamental para la convivencia ordenada y segura en el complejo ecosistema del tráfico.
La percepción de que ‘si no viene nadie, no hay peligro’ es una falacia peligrosa que anida en la mente de demasiados conductores, una justificación endeble para una acción de riesgo. Sin embargo, la realidad es que las normas de circulación están diseñadas para prevenir situaciones imprevistas, y esa luz roja es una barrera de seguridad innegociable, no una simple sugerencia que podamos interpretar según nuestro criterio o conveniencia del momento. La contundencia de la sanción refleja precisamente la gravedad con la que las autoridades, y en particular la DGT, valoran la potencial peligrosidad de esta conducta, incluso en ausencia aparente de tráfico inmediato en nuestro campo visual. Este rigor sancionador busca disuadir comportamientos que, aunque puedan parecer menores o justificados por la prisa, incrementan exponencialmente la probabilidad de accidentes graves, cuyas consecuencias pueden ser devastadoras tanto para los implicados como para sus familias, marcando un antes y un después en sus vidas.
3LA TECNOLOGÍA VIGILA: LOS SEMÁFOROS «FOTO-ROJO»

La vigilancia del cumplimiento estricto de esta norma fundamental de circulación no depende únicamente de la presencia física y visible de agentes de la autoridad de tráfico en las intersecciones. Desde hace ya bastantes años, numerosos ayuntamientos en toda la geografía española han instalado sistemas automáticos de control conocidos popularmente como ‘foto-rojo’, dispositivos dotados de cámaras que se activan automáticamente y capturan una secuencia de imágenes o un vídeo corto de los vehículos que cruzan la línea de detención establecida cuando el semáforo se encuentra ya en fase roja. La DGT, como organismo competente en materia de tráfico a nivel estatal, supervisa y valida la correcta calibración metrológica y el funcionamiento adecuado de muchos de estos sistemas para garantizar su fiabilidad y la validez legal de las sanciones que se derivan de sus capturas, asegurando así la equidad del proceso.
Estos sistemas tecnológicos de captación de imágenes no dejan prácticamente lugar a dudas ni a excusas subjetivas sobre la ausencia de tráfico en el momento de cometer la infracción o sobre si la luz estaba en ámbar fijo. Capturan la secuencia completa del paso del vehículo bajo la luz roja, demostrando de forma fehaciente la infracción cometida y registrando la matrícula del vehículo implicado para su posterior identificación, lo que hace prácticamente imposible rebatir la sanción alegando que la maniobra fue segura, que no había peligro o que el semáforo estaba a punto de cambiar. Su mera presencia en numerosas intersecciones urbanas ejerce un innegable efecto disuasorio sobre muchos conductores, recordando constantemente que la luz roja debe respetarse siempre, sin excepción alguna, bajo la amenaza de una sanción automática y difícilmente recurrible con éxito.