Todos hemos estado ahí: después de una comida copiosa, con la satisfacción del estómago lleno y la pereza haciendo acto de presencia, dejamos las sobras sobre la encimera pensando que necesitan enfriarse antes de ir al frigorífico. Ese gesto tan cotidiano de dejar enfriar el guiso sobre la encimera antes de meterlo en la nevera, puede esconder un riesgo invisible pero real para nuestra salud, una puerta abierta a visitantes indeseados que no vemos pero que pueden causarnos serios problemas. Lo que parece un acto de prudencia para no sobrecargar el electrodoméstico es, en realidad, una invitación a que ciertos microorganismos campen a sus anchas en nuestros alimentos.
La seguridad alimentaria en el hogar es un asunto que a menudo pasamos por alto, confiando en costumbres heredadas o en la simple intuición, pero las reglas del juego bacteriano son claras y no entienden de tradiciones. El problema reside en la llamada «zona de peligro» de temperatura, un rango en el que las bacterias patógenas, esas que pueden provocarnos enfermedades, se multiplican a una velocidad asombrosa. Dejar la comida cocinada a temperatura ambiente durante un tiempo excesivo, especialmente si supera las dos horas según la mayoría de expertos en seguridad alimentaria, es crear el escenario perfecto para una posible intoxicación alimentaria, transformando esas deliciosas sobras en un potencial caballo de Troya microbiano.
3ENFRIAMIENTO EXPRÉS: TRUCOS PARA GANARLE LA PARTIDA A LOS MICROBIOS

Afortunadamente, existen estrategias sencillas y eficaces para acelerar el proceso de enfriamiento de las sobras y minimizar su estancia en la peligrosa zona de temperaturas que favorece el crecimiento bacteriano. Una de las técnicas más recomendables consiste en dividir las grandes cantidades de comida caliente, como ollas de guiso o fuentes de pasta, en recipientes más pequeños y poco profundos, aumentando la superficie en contacto con el aire o un medio frío, lo que facilita una disipación del calor mucho más rápida. De esta forma, la comida alcanzará una temperatura segura para su refrigeración en mucho menos tiempo, reduciendo drásticamente la ventana de oportunidad para las bacterias.
Otra táctica útil, especialmente para alimentos líquidos como sopas o caldos, es utilizar un baño de hielo o agua fría. Simplemente hay que colocar el recipiente con la comida caliente dentro de otro recipiente más grande lleno de agua con hielo, removiendo ocasionalmente para que el enfriamiento sea uniforme. Además, es crucial usar recipientes adecuados para guardar las sobras en la nevera, preferiblemente herméticos, para evitar la contaminación cruzada y conservar mejor los alimentos. Una vez que la comida ha perdido el calor más intenso, aunque todavía esté templada al tacto y no completamente fría, debe introducirse sin más dilación en el frigorífico para continuar su enfriamiento seguro.