Cristina Pedroche ha roto su silencio en uno de los momentos más sensibles de su vida personal y profesional. La presentadora, que se encuentra ya en la recta final de su segundo embarazo, ha querido compartir con sus seguidores una importante decisión que ha tomado en medio del torbellino emocional que atraviesa. Con su característico tono honesto y espontáneo, la madrileña de 36 años ha abierto su corazón para hablar sobre la intensidad con la que está viviendo esta segunda maternidad, marcada por el cansancio físico, la falta de sueño y la ansiedad propia de los grandes cambios. A diferencia de su primera experiencia con Laia, su hija de dos años, este nuevo embarazo ha llegado en un contexto radicalmente distinto, mucho más agotador, como ella misma ha confesado con una mezcla de ternura, agotamiento y sinceridad brutal.
2El nombre del bebé

Mientras tanto, David Muñoz permanece en un hotel cercano a su restaurante DiverXO, en el centro de Madrid. Aunque no se ha pronunciado públicamente sobre su situación con Cristina, el chef sigue volcado en su faceta profesional, que no ha dejado de crecer, con nuevas aperturas como el restaurante en Dubái, al que ambos viajaron recientemente coincidiendo con la Semana Santa. Una escapada estratégica que parecía tener un doble objetivo: comprobar el funcionamiento de su nueva apuesta gastronómica y tomarse un respiro antes de la llegada del bebé. Pedroche compartió algunos momentos del viaje, como una imagen disfrutando de un brunch en StreetXO Dubái, pero nuevamente sin rastro de su marido, alimentando aún más las dudas sobre su relación.
En medio de todo este revuelo, Cristina ha confesado un detalle que ha sorprendido a muchos: a estas alturas del embarazo aún no han elegido el nombre del bebé. Una revelación que ha generado desconcierto, pero que ella se ha tomado con humor. “Quiero un nombre cortito, vasco, pero no hay ninguno que me termine de enamorar”, explicaba en su intervención en el programa ‘Zapeando’. La falta de un nombre definido no ha impedido que los más cercanos ya lo llamen de formas cariñosas, aunque algo peculiares. “Mi madre me dice: ‘Este niño tiene que tener un nombre’. Cuando voy a las revisiones le llamo ‘el huevis’. A la otra la llamaba ‘chochona’”, contaba entre risas, haciendo gala de su particular sentido del humor. Incluso su compañero Quique Peinado le propuso el nombre de “Oscartrejo”, a lo que ella respondió con una sonrisa y una pista enigmática: “Por ahí van los tiros…”.
Esta falta de decisión sobre el nombre no parece preocupar en exceso a Pedroche, quien ha preferido dejarse llevar por su intuición en lugar de forzar una elección. A pesar de haber recibido decenas de sugerencias, ninguna ha logrado convencerla del todo. La lista de posibles nombres vascos cortos que podrían estar en consideración incluye propuestas como Unai, Gael, Ekai, Odei, Aitor o Eneko. Sin embargo, ella mantiene el misterio y no ha confirmado ni descartado ninguno. La elección definitiva, al parecer, llegará cuando tenga que llegar, en un momento de inspiración o quizá cuando tenga a su hijo en brazos.
En este contexto emocional tan complejo, marcado por la maternidad, la nostalgia, las dudas y los cambios, Pedroche ha tomado una decisión que parece tener más que ver con su bienestar emocional que con cualquier otra cosa: desacelerar. En su embarazo anterior, todo fue más planificado, más medido, más controlado. Ahora, con una hija pequeña, una mudanza en curso, una carrera profesional vibrante y un mundo mediático que no le da tregua, Cristina ha optado por aceptar que no puede con todo y priorizar lo esencial. Su presencia en redes es más selectiva, sus declaraciones más medidas, y su manera de vivir este embarazo mucho más íntima. Lejos de construir una imagen de madre perfecta, ha preferido mostrarse humana, agotada, con dudas, pero también muy ilusionada. Una mujer que ha aprendido, a base de experiencia y exposición, a proteger su núcleo familiar por encima del ruido exterior.
Así, mientras los focos siguen pendientes de su pareja, de su bebé sin nombre, de sus movimientos y silencios, Cristina Pedroche se centra en lo que realmente importa: su hija, su embarazo y el nuevo hogar que poco a poco empieza a tomar forma. Y aunque no lo grite a los cuatro vientos, su decisión más importante ya está tomada: vivir este momento a su manera, sin presiones, sin expectativas impuestas y, sobre todo, con la convicción de que, aunque no duerma del tirón ni tenga el nombre perfecto, lo está haciendo lo mejor que puede.