lunes, 21 abril 2025

Se descubre cómo y dónde se encuentra Isabel Preysler tras la muerte de Mario Vargas Llosa

Isabel Preysler guarda silencio. Un silencio medido, deliberado y profundamente significativo tras la muerte de Mario Vargas Llosa, el hombre que durante ocho años ocupó un lugar privilegiado en su vida y que, pese a una ruptura amarga, nunca dejó de ser una figura clave en su historia sentimental. El pasado domingo 13 de abril se conocía la noticia del fallecimiento del Nobel de Literatura a los 89 años en Lima, víctima de una neumonía, y desde entonces muchas miradas se han dirigido hacia la figura de la socialité filipina, esperando una reacción pública, una declaración o al menos una imagen que confirmara su paradero. Pero Isabel ha optado por desaparecer de la escena pública en uno de los momentos más delicados de su vida reciente, refugiándose en la intimidad absoluta de su residencia, ajena a homenajes, titulares y gestos mediáticos.

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El silencio de Isabel Preysler

Frente a ese adiós sobrio en Perú, en Madrid se impone el hermetismo de la reina de corazones. Isabel no ha querido pronunciarse. No ha emitido ningún comunicado. No ha publicado una imagen ni ha ofrecido un gesto hacia la prensa. Su silencio no es improvisado. Al contrario, está cuidadosamente planeado y obedece a una voluntad clara de mantenerse al margen de todo aquello que pudiera convertirla, de nuevo, en el foco de atención. En diciembre de 2022, eligió la fecha del Día de los Santos Inocentes para anunciar la ruptura con Vargas Llosa, un gesto simbólico que generó cierto desconcierto y comentarios maliciosos. Pero entonces, como ahora, Preysler demostró que sabe controlar los tiempos mediáticos con una precisión quirúrgica. No da un paso en falso. No improvisa. Y en estos días, sabe que su lugar no está frente a las cámaras ni en los titulares.

Lo que sí se ha sabido por su entorno es que la muerte del escritor no la ha tomado por sorpresa. La evolución de su estado de salud ya era conocida por algunos de sus allegados, incluida la propia Isabel, que se mantenía informada de manera discreta. No había rencor en ese seguimiento silencioso, sino la conciencia de haber compartido una etapa fundamental de sus vidas. Aunque su historia no terminó bien, como ella misma dijo al hablar de “escenas de celos infundados”, ambos mantuvieron una conexión emocional intensa durante muchos años. Por eso, el fallecimiento de Vargas Llosa ha tocado una fibra sensible en Isabel, que ha optado por vivir el duelo a su manera: en casa, en familia y en silencio.

Las próximas semanas serán clave para ver si Isabel decide emitir algún tipo de declaración, pero todo indica que no lo hará. Consciente de que cualquier gesto suyo sería interpretado y analizado al detalle, la socialité prefiere ahora permanecer en segundo plano, una posición que no le es ajena. Ha sido, durante décadas, protagonista indiscutible de la crónica social española, pero también ha sabido cuándo desaparecer, cuándo protegerse y cómo administrar su imagen pública con la elegancia que la caracteriza. En este caso, su silencio es mucho más elocuente que cualquier homenaje o mensaje público. Porque lo que calla, lo que no dice, también habla de ella y de la historia que compartió con el escritor.

La mansión de Puerta de Hierro, testigo de tantos capítulos de su vida, se convierte una vez más en su refugio. En sus jardines, en sus salones cargados de recuerdos, Isabel pasa estos días rodeada de sus hijos, sabiendo que la exposición mediática volverá, tarde o temprano, pero que ahora no es el momento. Por ahora, se impone el respeto, la memoria íntima y la compañía de los suyos. Isabel Preysler ha decidido hacer su duelo lejos de los focos, en silencio, y desde el lugar donde siempre ha tenido más control de su historia: su propia casa.

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