sábado, 19 abril 2025

El dolor ‘fantasma’ en el hombro que podría ser una señal temprana de un problema en el corazón

A veces, nuestro cuerpo nos envía señales confusas, mensajes cifrados que cuesta interpretar. Una molestia persistente en el hombro, ese pellizco que achacamos a una mala postura durmiendo o a un esfuerzo olvidado en el gimnasio, podría ser mucho más que una simple contractura; el dolor referido es un fenómeno real y, en ocasiones, un aviso temprano de que algo no marcha bien en un lugar tan vital como nuestro corazón. Ignorar estas señales, por sutiles que parezcan al principio, puede tener consecuencias que lamentaremos amargamente, porque el cuerpo tiene su propio lenguaje y aprender a escucharlo es fundamental para nuestra salud.

Publicidad

Este tipo de sensación, conocida médicamente como dolor referido, ocurre cuando el cerebro interpreta incorrectamente las señales nerviosas procedentes de un órgano interno, atribuyéndolas a una zona del cuerpo completamente distinta pero que comparte las mismas vías nerviosas. Es como si los cables se cruzaran en la centralita, generando una alarma en el lugar equivocado, pero no por ello menos importante. Comprender este mecanismo es el primer paso para no subestimar síntomas aparentemente inconexos que, en realidad, podrían estar alertándonos sobre un problema cardíaco incipiente, permitiéndonos actuar antes de que sea demasiado tarde y el daño sea irreparable.

1
¿UN DOLOR QUE JUEGA AL ESCONDITE? ASÍ FUNCIONA EL MAPA NERVIOSO

Fuente Freepik

El concepto de dolor referido puede sonar extraño, casi esotérico, pero tiene una explicación fisiológica perfectamente lógica basada en cómo se desarrolla nuestro sistema nervioso. Durante el desarrollo embrionario, diferentes partes del cuerpo que acaban estando muy separadas físicamente se originan en segmentos cercanos y, por tanto, comparten conexiones nerviosas que van a parar a la misma zona de la médula espinal. Es aquí donde reside la clave del misterio, ya que la médicina ha estudiado estas conexiones durante décadas, permitiendo mapear las posibles relaciones entre órganos internos y zonas superficiales del cuerpo donde puede manifestarse un problema oculto.

Cuando un órgano interno, como el corazón, sufre algún tipo de daño o estrés –por ejemplo, por falta de riego sanguíneo–, envía señales de alarma a través de esas vías nerviosas compartidas hacia la médula espinal. El cerebro, al recibir esta información procedente de una autopista neuronal por la que también viajan las sensaciones del hombro o el brazo, puede confundirse y localizar el problema en la superficie, provocando esa sensación de dolor en una zona que, en realidad, está perfectamente sana. Este fenómeno no es exclusivo del corazón; problemas en el diafragma pueden sentirse en la punta del hombro, o una afección renal puede reflejarse como un molesto dolor en la ingle.

Atrás

Publicidad