Vaya revuelo se monta cada vez que la ciencia apunta a un alimento cotidiano como posible aliado inesperado para mantener la línea o mejorar la salud. Parece que siempre andamos buscando ese truco maestro, esa solución casi mágica que nos permita disfrutar sin remordimientos o conseguir objetivos sin apenas darnos cuenta, y a veces, la respuesta parece esconderse en el especiero. En esta ocasión, las miradas se centran en un condimento picante que muchos usamos casi a diario, uno capaz de darle chispa a cualquier plato y que, según algunos estudios, podría echarnos una mano con el metabolismo y la quema de grasas casi sin proponérnoslo. Pero, como en casi todo, conviene mirar la letra pequeña y entender qué hay de cierto en estas afirmaciones que suenan tan prometedoras.
La fascinación por encontrar ayudas naturales para controlar el peso es comprensible en una sociedad donde la imagen y el bienestar ocupan un lugar central. Por eso, cuando salta la noticia de que algo tan simple como añadir un toque picante a nuestras comidas podría tener efectos beneficiosos sobre nuestro gasto energético, la curiosidad se dispara inevitablemente. Hablamos de la cayena, el chile, o como prefieran llamarlo según la región, ese polvo rojo o fruto vibrante cuyo componente estrella, la capsaicina, parece ser la clave de sus supuestas virtudes metabólicas. Explorar estas propiedades, separar el grano de la paja y entender cómo actúa realmente este ingrediente en nuestro organismo es fundamental antes de convertirlo en el protagonista indiscutible de nuestra dieta.
3ACELERANDO EL RITMO: ¿CUÁNTO IMPULSA REALMENTE NUESTRO METABOLISMO?

Seamos claros desde el principio: la idea de que un condimento
pueda «acelerar» drásticamente el metabolismo de forma sostenida pertenece más al terreno del optimismo que a la realidad científica contrastada. Si bien es cierto que la capsaicina provoca un aumento temporal del gasto energético a través de la termogénesis, este efecto es relativamente modesto y de corta duración, generalmente limitado a las horas posteriores a la ingesta del alimento picante. Los estudios sugieren que este incremento puede rondar entre un 5% y un 10% adicional sobre el gasto metabólico basal, una cifra interesante pero insuficiente por sí sola para generar una pérdida de peso significativa sin cambios adicionales en la dieta o el nivel de actividad física.
Además, el cuerpo humano es una máquina increíblemente adaptable, y existe evidencia de que con el consumo regular y continuado de capsaicina, el efecto termogénico puede disminuir; es lo que se conoce como tolerancia. Esto significa que, aunque al principio notemos más ese «calor» interno, nuestro organismo podría acostumbrarse progresivamente, reduciendo la respuesta metabólica inicial. Por tanto, considerar este condimento
como una solución a largo plazo para mantener el metabolismo revolucionado es probablemente una sobreestimación de sus capacidades reales.