Si bien la televisión se encuentra invadida de producciones fugaces, hay cuentos que perduran por siempre, como un clásico. Y ese es el caso de Los misterios de Laura, la serie española que aterrizó en La 1 en 2009 y que más de diez años después renace en las pantallas de Netflix con las tres temporadas y sus especiales disponibles en RTVE Play.
Protagonizada por la carismática María Pujalte, la serie logró lo difícil: mezclar humor, crimen y drama personal sin perder la credibilidad. Ahora una nueva generación de espectadores podrá descubrir por qué Laura Lebrel se transformó en una referencia de la televisión pública.
1LA DETECTIVE QUE ROMPIÓ BARRERAS

Frente a una industria que etiquetaba a las mujeres como heroínas a prueba de balas o personajes secundarios, Laura Lebrel supuso un soplo de aire fresco. Construida por parte de María Pujalte, la inspectora es un auténtico torbellino de contradicciones: es meticulosa en el trabajo, pero incapaz de organizar su vida personal; tiene una habilidad intuitiva para la resolución de los delitos, pero es incapaz de ver los problemas que afectan a su propia familia gente.
El divorcio de Jacobo (Fernando Guillén Cuervo), que, además de exmarido, es su jefe, da paso a una admirable tensión cómica y dramática que la mayoría de las series policiacas nunca supieron explorar con tanto acierto. El ángulo cómico de este personaje radica, precisamente, en la humanidad. Laura no resuelve los crímenes apelando a la acción o la violencia, sino a la observación, a la psicología y a un considerable y oportuno tono sarcástico.
Su modus operandi no mantuvo en ascuas a sus compañeros; el espectador tampoco sabía si reírse o morderse las uñitas ante las peripecias de Laura, sino que, a su vez, la serie no hacía del drama la razón de ser: el humor no contrarrestaba la gravedad del crimen sino que lo animaba y lo dotaba de mayor credibilidad.
El otro acierto fue el de ofrecer el retrato de una madre divorciada que no era una víctima. Laura no es una mártir; es una mujer que se hace cargo de sus errores y se lanza en adelante con pragmatismo. En un periodo en el que las mujeres protagonistas eran tradicionales y estereotipadas, ella dio a conocer que el talento y el esfuerzo no tienen edad.
La química entre Pujalte y Guillén Cuervo fue otro de los ejes que sustentaron la serie; las escenas juntos estaban llenas de resentimiento, de complicidad y de eufemismos de cariño, y servían para dar profundidad a una trama que se podía haberse quedado solo con lo policial. Jacobo era mucho más que un exmarido odioso; en el fondo, era un personaje lleno de matices: estricto, pero incapaz de cortarse del todo su relación con Laura.